La dicha sí es una cosa alegre

La dicha sí es una cosa alegre

1Jun21 1 Por editor

Por Fernando Stratta

Cuatro pasos a la carrera, un salto y, antes de caer al suelo, un impacto suave, leve, pero certero, bien definido, al lado del palo, lejos del arquero. Y la risa alegre, a cara lavada, y el puño en alto. Así patea los penales Luis Miguel Rodríguez, lejos (“lejísimo”, cantaría Luis Alberto Spinetta), el jugador más determinante del fútbol masculino de primera división en Argentina. El de mayor categoría, el más desfachatado. El de los goles más bellos. El que juega como jugaba en su Simoca natal.

Ya en el tramo final de su carrera, el Pulga aceptó desafiarse a sí mismo y probarse fuera de Tucumán, donde lo era todo. Llegó a un club del interior del país que apenas tenía entre sus logros una Copa Nacional en 1950 y un campeonato de ascenso en 1965. Nada más tiene Colón, por ahora. A ese club sin logros pero con una hinchada majestuosa, el Pulga lo llevó a una final en Asunción del Paraguay, hace poco más de un año. Y en medio de un diluvio terrenal, el éxodo sabalero de cuarenta mil almas sedientas de redención se quedó con las manos vacías en La Nueva Olla. No alcanzaron los gritos guaraníes que anhelaban la tierra sin mal. Como en la guerra de la Triple Infamia, se aniquilaron los sueños de los de abajo.

Pero había más, no lo sabíamos. El Pulga tenía todavía bajo sus pies una canción desesperada,  los movimientos del artista que mantiene con la pelota un romance eterno. En realidad, el Pulga más bien parece divertirse cuando juega. Porque, esencialmente, hace eso: juega con la pelota. Por eso sus goles se repiten una y otra vez, en redes sociales, en todo el mundo. De tiro libre, de cabeza, por arriba del arquero; de penal, a la carrera, gambeteando a cinco o desde afuera del área.

Así Colón se metió en esta final de la Copa de la Liga. Con sobriedad y una idea de juego inculcada por Eduardo Domínguez. No le sobra nada, es cierto, pero hasta el momento es uno de los equipos que más goles convirtió y al que menos le convirtieron. Con muchos pibes de las inferiores y varios de experiencia. Pero con el Pulga como emblema. Porque, ya sabemos, el fútbol es un negocio. Y no nos vengan a avisar que con una pelota no se fabrica un satélite. Qué nos importa que este juego esté en manos del capital, si este viernes nos vamos a sentar frente al televisor y nos vamos a abrazar como si estuviésemos en la tribuna. Y vamos a soñar con ese gol que soñábamos cuando éramos pibxs, para reírnos de la desdicha, de la falta de salario y de la muerte. Si al fin de cuentas esto es un juego. Y sólo pierde el que no se divierte.