El show debe continuar… La copa América al estilo Bolsonaro en la fábrica de la muerte
10Jun21El presidente Brasileño, a pocos días del sábado 29 de Mayo en que fue cuestionado masívamente en las calles, anunció el acuerdo con la criminal Conmebol pronunciando una frase contundente para agitar la polémica: “Lamento las muertes, pero tenemos que vivir”.
Por Diego Ferrari
“Toda la vida de las sociedades
en las que dominan las condiciones modernas de producción
se presenta como una inmensa acumulación de espectáculos.
Todo lo que era vivido directamente
se aparta en una representación.”
Guy Debord, La sociedad del espectáculo.
Todo transcurre de forma muy coherente en la dinámica del escándalo. No es novedad: Brasil ama el fútbol, y ama recibir visitas en casa. Pero evidentemente recibir la competición más antigua de selecciones del deporte más popular del mundo, en el país donde se desarrolló de forma intencionalmente descontrolada la pandemia es, como mínimo, un hecho polémico. Los jugadores de la selección se manifestaron en rebeldía y aceptación, como si fueran notas sincopadas del ritmo de samba, manifestando un fiel reflejo de la situación brasileña.
Las estrellas de la selección del fútbol más refinado del mundo y su cuerpo técnico, en rebeldía contra la organización del torneo en Brasil, amenazaban con negarse a competir en la copa. Ayer a la noche la tensión creada se dispersó: Finalmente, los trabajadores del fútbol agacharon la cabeza y después de días de tensión aceptaron la decisión jerárquica.
Más allá de algunos intentos de judicializar la polémica, que todavía restan como esperanzas para “los rojos indignados anticopa”, es prácticamente un hecho: la Copa América, se jugará este año en Brasil, la lluvia de opiniones al respecto es lo que nos permite el análisis y algunas conclusiones.
Sin ironías, podemos observar que corresponde a una lógica coherente que la copa se realice en Brasil. No puede realizarse en Colombia por motivo de manifestaciones de dignidad, luchas populares de acción directa contra un gobierno que es peor que el virus. No puede hacerse en Argentina porque el Coronavirus esta descontrolado. Pero si puede realizarse en Brasil que tiene los dos problemas. Esto se ha repetido en varios medios como una paradoja, pero si bien el contenido de los problemas es el mismo, se trata de la forma en que se presentan que le da coherencia y lógica a la realización del espectáculo continental desde este territorio. En Brasil, la forma que asume el descontrol de la pandemia es intencional, y la acción colectiva de las manifestaciones, no es directa sino performática.
Veamos como el hecho de la Copa América se presenta en Brasil: el presidente Brasileño, a pocos días del sábado 29 de Mayo en que fue cuestionado masivamente en las calles, anunció el acuerdo con la criminal Conmebol pronunciando una frase contundente para agitar la polémica: “Lamento las muertes, pero tenemos que vivir”.
Bolsonaro fue elegido con más del 55% de votos en la farsa de la democracia burguesa, en el marco de un golpe de estado, mientras Lula estaba preso legalmente pero sin justificativa, y con la impunidad del asesinato de la concejal Mariele, y del mestre Moa (entre tantas otras muertes matadas por la milicia y el narco-estado brasileño). El presidente que impulsó políticas promoviendo la circulación del Coronavirus, y se apoya sólidamente en el crimen organizado para gobernar, justificó la realización del espectáculo en Brasil diciendo – “tenemos que vivir”. Y lo no-dicho es lo que se torna siempre estratégico en el gobierno Bolsonaro: “tenemos que vivir”… de forma tal que podamos seguir muriendo y generando lucro.
Brasil es muchas cosas: el país más grande de nuestramérica, el que mejor juega al fútbol, el centro de acumulación de capitales en la región, la región de una exuberante belleza natural, cultivador musical que aparece en el movimiento de los cuerpos y la alegría de sus expresiones cotidianas, hoy laboratorio de las derechas, y (como es bien sabido) en tiempos de Coronavirus: la amenaza para la salud pública mundial. Entre todas hay una que se destaca desde su formación social y aún más en estos últimos años: Brasil es una fábrica de muerte. Y, como toda fábrica, se mueve en función del lucro. En este caso la sociedad con la Conmebol y la ganancia que genera el show del deporte más popular del mundo, no deja dudas. El dinero es una vez más, el motor de las decisiones colectivas; no importa si en el fondo se produce muerte o espectáculo, lo importante es que represente dinero.
El escándalo es como aceite para el mecanismo que motoriza el gobierno Bolsonaro y dirige esa fábrica con una eficacia y eficiencia sin igual. Apoyado en su base aliada (del agronegocio, militar, religiosa, empresarial elitista, y del crimen organizado). La rebeldía de los jugadores y la denuncia de asedio moral y sexual por una trabajadora de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF), dinamizaron la prolífera producción indignada de memes y opiniones indignadas en las redes sociales, dejando de lado el impacto de las movilizaciones callejeras. Bolsonaro, en su salsa transita el escándalo agrandándose, trata a los activistas que participaron de las manifestaciones como consumidores problemáticos de marihuana, rechaza las críticas de la prensa enfrentando al multimedios más poderoso de Brasil (O Globo), e insiste en burlarse de las quejas de quienes tienen miedo a la propagación del virus. Para el presidente de los brasileños no importa decir la verdad, lo que importa es transmitir emoción, y el escándalo le proporciona eso: Seguir alimentando el Mito (como lo llaman sus seguidores) Porque ya no importa la verdad, lo importante es el coraje para seguir adelante a pesar de todo “a pesar de las trabas que le pongan”, no importa tanto la dirección que lleve sino la contundencia de sus pasos y la capacidad de acabar con sus rivales.
Por último, propongo usar partes del breve y rico manifiesto publicado ayer por los jugadores en las redes, como mapa para orientarnos en el análisis:
“Cuando nace un brasileño, nace un hincha.” (Sobre el fútbol y la identidad nacional brasileña.)
Los jugadores comienzan con plena certeza, eligiendo al público al que se dirigen: esos más de 200 millones de brasileños. Seguros de la identidad nacional forjada en una pasión capaz de unir a ciudadanos de diferentes razas, creencias y orígenes en un territorio dos veces la extensión de la Unión Europea.
“Por diversas razones, sean humanitarias o de cuño profesional, estamos insatisfechos con la conducción de la Copa América por la Conmebol”. (Sobre el movimiento de indignación)
La insatisfacción que los jugadores, que permitió la identificación de la insatisfacción que se mostró en las calles el 29 de mayo contra el gobierno, ahora se dirige a la Conmebol. Tal vez de alguna forma eso pueda reflejar la dispersión que hoy tiene la insatisfacción del pueblo brasileño.
“Es importante subrayar que en ningún momento hemos querido convertir esta discusión en política.” (Sobre el fútbol y la política)
Existen en la historia de Brasil innumerables ejemplos que desde los comienzos elitistas del fútbol, el racismo, pasando por el gobierno Vargas, el golpe del ´64, hasta las jornadas de Junio del 2013 (que el gobierno del PT nunca supo interpretar), tienen vínculos entre esta pasión del pueblo brasileño por el espectáculo futbolístico y la política. Bolsonaro no es la excepción. Mostrandose siempre cerca del fútbol, en estos días, desde la política entró en la discusión atacando con los arietes de su familia, y su arsenal de “fake news”, y amenazando con despedir al carismático técnico de la selección al identificarlo al frente de esa rebeldía. En el respeto a la jerarquía, el poder político domina la pelota.
“Por último, recordamos que somos trabajadores, profesionales del fútbol.” (Sobre el trabajo en la fábrica del espectáculo.)
Ser trabajadores, profesionales del fútbol es toda una gran definición. Es muy interesante observar como la consciencia de ser trabajadores, las estrellas, quienes producen el valor en el espectáculo; es al mismo tiempo la consciencia de su sometimiento a las condiciones que impongan jerárquicamente los dueños del espectáculo que son quienes pagan sus salarios (que por más altos que sean, son salarios al fin).
“Tenemos una misión que cumplir con la histórica camisa verde-amarilla pentacampeona del mundo.” (Sobre los colores de la pasión)
Mientras la misión que cumplir que tienen los trabajadores, es con el símbolo, con lo aparente; sabemos que, oculta por sus venas, corre sangre roja. Los símbolos y colores que disputan las calles, las elecciones y los sentidos de Brasil desde el 2015 hasta acá, aparecen en el cotidiano brasileño. Unos en el centro del espectáculo representando identificación. Otros en el trauma de las masacres que se producen en las periferias.
- “Estamos en contra de la organización de la Copa América, pero nunca diremos no a la Selección Brasileña.” (Sobre la sumisión de los trabajadores)
Sentencian al finalizar. Cerrando el posible escándalo, el manifiesto deja nítida la posición rebelde en el discurso y sumisa en los hechos. Es una forma irónica de vivir coherentemente la letra del himno brasileño que dice: “Verás que un hijo tuyo no huye de la lucha”… Los trabajadores del espectáculo, presentes en la lucha11 contra 11 del campo de juego, pero corriéndole el cuerpo a la disputa política. Aceptan el desafío de seguir siendo sumisos a los designios de la ola conservadora verde y amarilla que viene disputando y ganándole las calles a las banderas rojas.
La pelota no se contagia
Aunque la burocratizada movilización contra Bolsonaro, diciendo que “no habrá copa” tenga nueva fecha marcada para el 19 de Junio, habrá que informarle a los despistados organizadores que para esa fecha, si el Supremo Tribunal de Justicia lo permite, a pesar del Covid-19 y las manifestaciones, la copa ya estará siendo disputada en los estadios brasileños.
En estos tres años, el gobierno de extrema derecha surfeó por encima de la derrota profunda de la izquierda estadolatra, que se encontró sin recursos ni fuerza para la resistencia, y hoy, con motivos suficientes para concentrar la indignación popular, pero sin autocritica de las derrotas pasadas, continua insistiendo en el camino electoral como única solución (“no hay alternativas”).
Al parecer, no es el futbol, sino la administración del estado burgués, el opio de la militancia que adormece las resistencias genuinas e insiste en la ilusión del atajo electoral de 2022 como horizonte que alivia el dolor y renueva el ciclo hegemónico del sistema. Mas allá de las manifestaciones performáticas en paseos de finales de semana, que pueden ser útiles como campaña electoral, es hora de entender que la realidad no es nuestro deseo, y las contradicciones que la mueven son más profundas que aquello que en la superficie nos genera indignación.
Ilhabela, SP, Brasil