Lecciones y elecciones en el Perú

Lecciones y elecciones en el Perú

13Jun21 0 Por editor

Algunas pocas personas logran sintetizar, en momentos claves, la multiplicidad de contradicciones que encarnan el sentir popular y el ritmo de la historia. Pedro Castillo en pocos meses ha logrado ocupar este lugar en un panorama tan intensamente crítico como el peruano. 

Por Antonio Zambrano Allende.

Con más de 180.000 muertos por la pandemia, un sistema de salud  y educación colapsados, más de dos millones de empleos perdidos, cerca del 80% de trabajo informal o precarizado y una crisis política que se viene arrastrando por cinco años, el país ha resistido un continuo castigo en el contexto de la pandemia, pero también por el lastre de 30 años de neoliberalismo impuesto desde la dictadura fujimorista. 

Pedro Castillo, un humilde profesor de educación elemental multigrado de una provincia de Cajamarca, a su vez, de las más golpeadas por la minería en todo el país, se ha hecho de un nombre, tanto dentro del magisterio y luego en la política partidaria nacional, causando un terremoto  del que apenas empezamos a sentir sus primeras vibraciones. 

Decidió postular con un partido pequeño de izquierda, Perú Libre, vapuleado por venir de provincia. Y por su distancia con la oligarquía gobernante y la oligarquía limeña, y de la propia izquierda que nunca le permitió un diálogo de iguales dentro de su mismo lado del espectro. 

Sin embargo, contra viento y marea, con un programa explícitamente de izquierda, un ideario marxista-leninista y una campaña que se sintetizaba en giras intensas de pueblo en pueblo por todo el Perú, “el profe” ha podido hacer lo impensable.

Primero, escalar rápidamente en el sentimiento popular, “trepar” en las encuestas, llegar a segunda vuelta y finalmente, lo más increíble (de una larga lista), lograr vencer a las fuerzas combinadas de una derecha todopoderosa, que ha sido capaz de aplastar a todas las otras formas de oposición al modelo, hasta el momento. 

Fueron dos meses de intenso “terruqueo”, este neologismo muy peruano para referirnos a cómo se trata de terrorista a todo aquel que piense mínimamente distinto a la oligarquía limeña. La campaña implicó a los medios de prensa escrita, televisión, radio,  redes sociales e internet. Además, los bancos se alinearon, las encuestadoras empezaron a crear “tendencias”, la selección peruana de fútbol, “artistas” y políticos reciclados de otras fuerzas de derecha salieron a fortalecer el aparato de demolición. Millones de soles corrieron como ríos de publicidad y difamación. 

Sin embargo Keiko Fujimori no logró convencer, no solamente porque representa a un partido acusado de “organización criminal” por el ministerio público, y que pesa sobre su cabeza un pedido de 30 años de cárcel por, entre otras cosas, lavado de activos, tener firmes conexiones con el narcotráfico y con la corrupción a todos los niveles. Sino también porque las clases más humildes y explotadas identifican en ella los peores antivalores de la nación: traición, manipulación, abuso de poder, racismo, clasismo y odio.

No ha sido sencillo, sin embargo, el profe Castillo ha cambiado en pocos días la percepción de invencibilidad de la derecha y ha hecho estremecer a toda la clase política nacional y a esos que se han considerado por décadas “los dueños del Perú”. 

Hoy tiene en sus manos un país quebrado que se cae a pedacitos, con la más alta tasa de mortalidad del covid por cada 100 mil habitantes de todo el planeta, profundamente endeudado, con un equipo técnico pequeño y un partido político algo débil. 

En este año de bicentenario de la República, este proceso electoral es el primer paso para un amplio cuestionamiento a las bases de lo que nos ha traído hasta aquí, el siguiente será la construcción de una nueva constitución por Asamblea Constituyente Popular, enterrando con ella el neoliberalismo y construyendo finalmente las bases de un Perú para todos los peruanos y cumplir el lema central de esta campaña “No más pobres en un país rico”.