La epopeya indígena

La epopeya indígena

1Ago21 0 Por Daniel Campione

El polémico Liborio Justo traza un panorama de la puja por la ocupación y el aprovechamiento económico del territorio pampeano en el que impugna la idealización del gaucho y exalta la actuación de los indios que defendieron sus tierras hasta el último hombre.

Quebracho (Liborio Justo)

Pampas y lanzas: La gesta de las tierras y de las vacas y su incidencia en la formación de la conciencia nacional.

Buenos Aires. Capital Intelectual, 299 páginas.

Iconoclasta innato, el autor esboza una historia integral de la lucha “por las tierras y las vacas”, en la que procura atender tanto los aspectos económicos y sociales como a sus rasgos políticos y culturales. El recorrido temporal es muy vasto. Desde los primeros tiempos coloniales hasta los años del Centenario.

Hombre de izquierda, se encara con todas las vertientes del pensamiento hegemónico, y también con la mayoría de sus cuestionadores, más allá de su proximidad ideológica con ellos.

Como ya se insinúa en el subtítulo, la obra fija su atención tanto en los aspectos materiales como en los simbólicos. En esos terrenos, la toma de posición de Justo es tan heterodoxa como discutible. Buena parte de su atención está puesta en la virtual demolición de la figura tradicional del gaucho.  Y la pareja entronización del indio como personaje indómito, capaz de acciones heroicas. Cuya figura fue oscurecida por quienes sirvieron, con plena conciencia o no, a la visión del país que correspondía a la oligarquía terrateniente en ascenso. Dejémosle la palabra al escritor:

 “…la verdadera dimensión de la Pampa no la da el gaucho derrotado, sino el indio araucano, que llenó esa inmensidad con sus portentosas hazañas, que aún no ha descubierto el pueblo argentino, pero que, cuando lo haga, hallará en ellas la verdadera cantera de ejemplos que necesita para la orientación de su conducta como hombre y para la afirmación de su conciencia nacional, con inmediatas tareas históricas que lo están esperando…” (p. 297)

Comparación y puja entre los habitantes de la pampa

En la mirada de Don Liborio, el indígena resistente queda contrapuesto al gaucho, que se deja quitar sus vacas, sus tierras y su libertad para pasar a ser manso peón de estancia. Y peor aún, sirve como disciplinado soldado en las tropas de frontera que encararon la destrucción del pueblo originario. Para él sería Calfucurá y no Martín Fierro el posible parámetro para  animar justificadas rebeldías en un combate social trasladado del campo a las ciudades y con los proletarios urbanos en papel protagónico. El conflicto social del siglo XX podría encontrar aliciente en la interpretación de los del siglo XIX que el autor propone.

No se requiere estar de acuerdo con todas las afirmaciones de “Quebracho” para reconocer la hondura de algunos de sus planteos. Entre ellos tiene lugar destacado el recorrido que hace por las acciones de los entonces llamados “araucanos”, que supieron imponer respeto a las tropas del ejército durante décadas.

Manifiesta sin ambages su admiración hacia unos pocos miles de lanzas que se oponían, a menudo con éxito; a la superioridad numérica, en armamento y técnica de los blancos que intentaban desalojarlos. Los obligaron en muchas ocasiones a pactar, a veces previo haber puesto al “orgulloso” ejército de línea en fuga ignominiosa.

Hasta Bartolomé Mitre sufrió una terrible derrota frente a la “indiada”. Liborio destaca que solo la introducción de los fusiles rémington terminó de dar el triunfo a los blancos.

Una dimensión particular toma, en extensos pasajes del libro, la crítica al Martín Fierro, cuya promoción como “poema nacional” deplora con ímpetu. Toma dos planos: En primer lugar,  el escaso valor que adjudica al poema, al que ve como encomio no de las mejores sino de las peores cualidades gauchescas, incluido el cinismo de los consejos del Viejo Vizcacha. Y le enrostra la denigración de los “salvajes”, que ocupa largos pasajes de la obra.

Tanta o más atención le dispensa a los comentaristas que cantaron ditirambos a la “epopeya” de José Hernández. La palma se la lleva Leopoldo Lugones, al que “Quebracho” atribuye la mayor responsabilidad en convertir al gaucho sometido en una figura patria acorde al paladar de la oligarquía.

Un corolario explícito de las tesis de Liborio, es que la elevación de un peón de estancia y soldado de la guerra contra el indio al sitial de la ejemplaridad patriótica, es en todo funcional al ideal patronal. El de trabajadores satisfechos en su condición de explotados con la disposición disponer de los mínimos recursos para vivir como preocupación excluyente.

Sin duda se le puede reprochar al escritor que ha por lo menos exagerado en la dicotomía que desarrolla. No era necesario, para rescatar la gesta indígena por su tierra y su libertad, emprender la denostación de la figura del gaucho. El mismo estado oligárquico reprimió y en parte exterminó a ambos grupos sociales.

Es cierto que, empeñoso polemista como era, Justo debió sentirse cómodo al emprender casi solitaria batalla contra las posiciones de grandes figuras de la política y el pensamiento a lo largo de la historia del país. Como ya dijimos, ni los izquierdistas que se ocuparon del tema se salvan. Álvaro Yunque y Luis Franco reciben más de un dardo a lo largo de la obra.

El lugar de Justo en la reflexión histórica

A través de su exposición “Quebracho” demuestra un amplio conocimiento sobre las fuentes éditas y la bibliografía referida a las diversas cuestiones ligadas con la evolución de la llanura pampeana.

Desfilan, a través de extensas citas, desde los folletines de Eduardo Gutiérrez hasta numerosos testimonios de comandantes de la “guerra contra el indio” y variados relatos de viajeros. Algunos para compartir y elogiar sus posiciones y bastantes más para someter a juicio sus relatos y análisis. Del conjunto fluye un panorama que, como mínimo, hace reflexionar acerca de presuntas verdades que suelen darse por sentadas.

La primera edición de este libro data de comienzos de la década de 1960. Ello da doble mérito a que todavía hoy pueda llevar a sacudir certezas. Como toda obra importante, su lectura  resulta fecunda hasta en la discrepancia.

Liborio Justo produjo varios trabajos interesantes, en una gama que va de las memorias al cuento, pasando por escritos de temática histórica. Algunos en clave cuasi ficcional, como Masas y balas, y otros en una veta más sistemática y documentada, como el que nos ocupa. O los varios tomos de Nuestra patria vasalla.

 Justo merece un lugar de referencia en el pensamiento crítico nacional. Durante mucho tiempo no se lo reconoció en ese carácter. Por fortuna en los últimos años hemos asistido a reediciones de varios de sus libros, a modo de aportes para restituirle el lugar que se merece.

Pampas y lanzas hace juego con lo que se ha desenvuelto en las últimas décadas en pos de la reivindicación de los pueblos originarios. Sin necesidad de adherir a su contraposición entre Martín Fierro y Baigorrita, cabe valorar el temprano empeño de “Quebracho” en esbozar una mirada distinta, a contrapelo, sobre el pasado (y el presente) de Argentina.

Daniel Campione