Ortega Peña, Perón, la triple A y las muertes incómodas
4Ago21El recuerdo de los asesinatos de la triple A, siguen molestando cuando casi han pasado cincuenta años.
El 31 de julio de 1974 el diputado del bloque de Base, Rodolfo Ortega Peña fue asesinado por la Alianza Anticomunista Argentina (la triple A).
El asesinato de Ortega Peña, y los 700 asesinatos registrados (algunos autores aseguran que fueron 3000) atribuidos a ese grupo paraestatal aún incomodan al peronismo cuando han pasado casi cincuenta años. Esa incomodidad se sigue advirtiendo cuando se conocen las condenas en los juicios a los genocidas de esa banda armada, o de grupos como la Concentración Nacional Universitaria (CNU), que fueron activos participantes de esos hechos. Es un tema que tiene poca difusión y que en algunos núcleos militantes ligados al oficialismo se elude debatir. Si se insiste con el tema, se tratará de reducir esa historia a hechos ocurridos después de la muerte de Juan Domingo Perón.
Digámoslo de frente, la piedra en el zapato, lo que molesta, es la presencia del General en el gobierno durante aquellos años.
Otra vez Perón es el problema. Pero esto no sucede por que los gobiernos peronistas posteriores, incluído el de Alberto, salen muy mal parados si se los compara con su política de comercio exterior, con el IAPI y el control estatal de las exportaciones. Tampoco sucede por la comparación de lo que recibían los trabajadores en la repartija del producto nacional durante sus gobiernos y lo que recibieron después. El problema no es Perón, como un espejo donde les duele mirarse a los gobiernos cuando hablan de proyecto nacional, justicia social, soberanía, etc. El problema, en este caso, es la relación que tuvo Perón con la triple A.
Empecemos por el principio. A finales de los años sesenta y principios de los setenta se coincidía en que las representaciones que otorgaba Perón, de alguna manera expresaban las relaciones de fuerzas en el interior del movimiento. Se reconocía el peso que tenía determinado sector sindical, el poder de convocatoria de la juventud, el apoyo de los empresarios, la maquinaria electoral de la rama política, etc. De alguna manera en el primer gabinete de Cámpora, en cuyo armado Perón tuvo decisiva influencia, estaban representadas las distintas fuerzas internas. Al sindicalismo burocrático le dieron el Ministerio de Trabajo, a los empresarios el Ministerio de Economía, a la juventud el Ministerio del Interior, etc. Pero en ese gabinete aparece un personaje oscuro que no tenía ninguna representación, ni trayectoria en el peronismo, José Lopez Rega, cuyo único mérito era ser secretario personal de Perón y que fue impuesto por el General, como Ministro de Bienestar Social.
Lopez Rega, que sobrevivió como Ministro a la renuncia de Cámpora fue el gran organizador de la triple A; su principal colaborador fue el Comisario General de la Policía Federal Argentina, Alberto Villar. Ellos empezaron con las primeras tareas de reclutamiento, provisión de logística y planificación de asesinatos, durante el gobierno interino de Raúl Lastiri, en 1973.
El primer atentado firmado por esa organización fue el del 21 de noviembre de ese año, cuando el senador radical Hipólito Solari Yrigoyen fue gravemente herido. La organización paraestatal actuó en un contexto histórico particular, caracterizado por la disputa por el rumbo politico que debía tomar el gobierno peronista.
La triple A se formó a partir de elementos reclutados en el nacionalismo y el peronismo de derecha, el sindicalismo, la Policía Federal y las Fuerzas Armadas. Entre los grupos militantes de derecha pueden citarse a ex tacuaras del Movimiento Nueva Argentina (MNA), militantes de la Juventud Federal, de la CNU, del Comando de Organización, de Guardia de Hierro. Lopez Rega además promovió la Juventud Peronista de la Republica Argentina (conocido por aquellos años como Jota Perra), que trató de disputar representación y combatió a la Juventud Peronista de las Regionales, ligada a la Tendencia Revolucionaria.
Los fondos que se utilizaron para financiar la organización provenían del Ministerio de Bienestar Social y se aprovechó que Manuel de Anchorena, dirigente de la Juventud Federal, fuera elegido embajador en el Reino Unido para importar doscientos subfusiles Sten MKII, que venían con un silenciador adaptable al el subfusil Sterling, que también se utilizaba en el Ministerio. Las armas se almacenaban en el segundo subsuelo del Ministerio en un depósito llamado microcine.
La llegada de Perón al gobierno produjo un corrimiento hacia posiciones más conservadoras y represivas que fueron respondidas desde sectores de la izquierda peronista y no peronista con acciones de alto voltaje político. Esas acciones se combinaron con un descongelamiento de las luchas por fábricas, que en el año 1974 alcanzarían el pico de luchas obreras más importantes de nuestra historia.
La triple A, que había sido creada como una organización destinada a asesinar a los opositores de la izquierda peronista y no peronista, siguió funcionando durante el gobierno de Perón y, con posterioridad a su muerte, durante el gobierno de Isabel Martínez.
Entre sus víctimas figuran: el padre Carlos Mugica, asesinado el 11 de mayo de 1974, Julio Troxler, sobreviviente de la masacre de Leon Suarez; Silvio Frondizi, intelectual, autor de “La Realidad Argentina”, la militante del PST Adriana Zaldúa, Marcos Osatinski, fundador de FAR y dirigente de Montoneros, Emilio Pierini, dirigente petrolero, las abogadas Marta Zamaro y Nilsa Urquía vinculadas al PRT, Atilio López, dirigente sindical y Vicegobernador de Córdoba, el abogado defensor de presos politicos Antonio “Tito” Deleroni y su compañera Nélida Florentina Arana, empleada de la sección pediatría del Hospital San Miguel.
Rodolfo Ortega Peña, que fue asesinado 30 dias después del fallecimiento de Perón, además de Diputado Nacional era Codirector de la Revista Militancia Peronista de la Liberación y participaba en el Peronismo de Base. No llegué a conocerlo, pero fuimos compañeros de militancia.
Es difícil suponer que Perón no estuviera enterado sobre el funcionamiento criminal de la banda paraestatal que dirigía Lopez Rega, desde el Ministerio de Bienestar Social. Por el contrario, hay un testimonio del sacerdote Hernan Benítez, confesor de Evita, que participando ocasionalmente en una reunión de gabinete y en presencia de Perón, escuchó que se informaba sobre actividades de esa organización.
Del pasado, molesta que Perón haya sido Presidente mientras funcionaban la triple A. En el presente, molesta que algunos dirigentes muy conocidos del mundo empresarial, sindical, politico y eclesiático, hayan sido parte de organizaciones vinculadas a la Triple A.
Cuando nos referimos a los crímenes de la dictadura militar siempre repetimos que la verdad, aunque sea dolorosa, es sanadora y nos hace más fuerte como pueblo. Sería importante que este período de la historia no nos quede en blanco.
El otro testimonio del papel de Perón en la gestación de la triple A es el de Gloria Bidegain, que en una reunión escuchó que Perón le dijo a su padre Oscar Bidegain, gobernador de la provincia de Buenos Aires: “Lo que hace falta en la Argentina es un somatén”, en referencia a las organizaciones parapoliciales. Eso se lo confió Gloria B. a Miguel Bonasso y el decidió contarlo en un libro.
Perón no disociaba el accionar político del militar. Durante la resistencia peronista mandó una delegación a China para formarse militarmente. Participan en ese grupo Jose Luis Nell, Joe Baxter, Jorge Cataldo, Jorge Rulli y otros militantes. Algunos de ellos tuvieron en los años posteriores una actuación destacada en organizaciones revolucionarias. La diferencia de que estas iniciativas de Perón son de una orientación opuesta a las que impulsó o amparó a partir del 1973.