Sistema alimentario global: ¿Quién paga el costo de la mala comida?
5Ago21El modelo dominante de producción e industrialización no garantiza alimentos saludables. Los elevados costos para aliviar, al menos parcialmente, el daño de la mala comida sobre la salud humana y ambiental, no los pagan las corporaciones sino los Estados, o sea los pueblos.
El modelo de agricultura y ganadería industrial, caracterizado por la producción de pocos cultivos en grandes superficies, la cría de animales en condiciones de hacinamiento y la dependencia de grandes cantidades de insumos externos (agrotóxicos, semillas híbridas y transgénicas, etc.), es denunciado por muchos sectores de nuestra sociedad desde hace muchos años. También se denuncia la producción de alimentos ultraprocesados, porque contienen exceso de grasas, sal, azúcares y otras sustancias (conservantes, colorantes y edulcorantes artificiales, etc).
El daño de esta forma de producir alimentos sobre la salud humana, los bienes comunes y el ambiente es innegable. Por eso las mismas empresas del agro hablan de sustentabilidad, pero las propuestas de soluciones que pretenden imponer, son las buenas prácticas agrícolas y nuevas tecnologías, que no hacen más que profundizar el agronegocio y sus ganancias.
La sociedad consciente de ese daño, protagoniza numerosas luchas para enfrentar este modelo en nuestro país. A nivel local y/o nacional, se alzan múltiples voces contra las fumigaciones, contra las mega granjas, en defensa del agua y lo humedales, en defensa de los bosques nativos, por el etiquetado claro de alimentos industrializados, entre otras cuestiones relevantes.
Sin embargo, poco se conoce sobre el costo monetario que implica reparar los daños que genera el modelo productivo dominante. La investigadora Silvia Ribeiro en su nota “El alto costo de la mala comida” publicada el sábado pasado en el diario La Jornada de Méjico (https://www.jornada.com.mx/2021/07/31/opinion/021a1eco?fbclid=IwAR2mbySf7Ymz5qTKD6cIl-2xGRRKHGXcIncGOleukTsm8Grnehnt0QoYT9o#.YQWjCP9UWEc.facebook), aporta valiosos elementos para dar el debate sobre el sistema alimentario global.
Dicha nota comienza con un dato impactante: “Por cada peso que pagamos por comida industrializada, pagamos otros dos pesos más por los daños a la salud y al ambiente que provoca el sistema agroalimentario industrial”.
La autora cita también que “la conservadora Fundación Rockefeller publica un informe basado en amplios datos estadísticos, que confirma esta relación con análisis de la realidad en Estados Unidos”. En él se afirma que “la población gasta anualmente 1.1 billones (es decir 1.1 millones de millones) de dólares en comida” y que “los gastos generados por la producción, distribución y venta de comida industrial en atención a la salud, daños ambientales, erosión de suelos, contaminación de agua, deforestación, destrucción de la biodiversidad y emisión de gases causantes del cambio climático, así como costos sociales por trabajo infantil, salarios de hambre, enfermedades ocupacionales y falta de beneficios laborales, suman 2.1 billones de dólares adicionales”.
En su artículo Ribeiro tambien advierte sobre las numerosas enfermedades no transmisibles, generadas por el consumo de alimentos ultraprocesados y que están entre las 10 primeras casusas de muerte en el mundo.
Es importante destacar que el altísimo costo para aliviar, al menos parcialmente, el daño generado por modelo dominante de producción de alimentos, no lo pagan las corporaciones sino los Estados o sea los pueblos, por lo que Silvia Ribeiro considera que “es un subsidio mayúsculo e invisible a las empresas trasnacionales que dominan la cadena agroalimentaria industrial”.
Esto no debe sorprendernos, es un ejemplo más de cómo funciona el capitalismo global. Sucede de igual manera en otras actividades extractivistas como la megaminería y el fracking: Las ganancias se las llevan las empresas y las externalidades o los daños los pagan los pueblos.
Las corporaciones saben que la alimentación es central para el desarrollo y la vida humana, por eso ellas dominan la producción de alimentos, desde la producción primaria, incluidas las semillas, hasta la elaboración de comidas y bebidas industrializadas.
Los defensores del agronegocio usan como excusa la necesidad de generar divisas para resolver nuestros problemas, la pobreza y el hambre. Silvia Ribeiro aporta argumentos fuertes para discutir contra esa idea falaz, porque nos demuestra que producir alimentos sanos con perspectiva agroecológica, además de las ventajas que ya conocemos de frenar el deterioro ambiental y mejorar la vida y la salud del pueblo, entre otras, también nos permitirá ahorrar los gastos que hoy se realizan para mitigar los enormes daños que el modelo dominante ocasiona.
Los pueblos también sabemos de la importancia estratégica del alimento para la vida y es importante fortalecer las ideas para el debate. Hará falta mucho esfuerzo para derribar el sistema alimentario global y construir desde abajo un modelo de producción saludable.
Foto: https://noalamina.org/temas-afines/agro-y-alimentos/item/15078-inta-el-modelo-de-agronegocios-atenta-contra-el-sistema-agroalimentario
Nora Tamagno