Estados Unidos se retiró humillado de Afganistán después de 20 años
16Ago21El ataque sorpresivo de las milicias de talibanes en Afganistán, significó la caída del gobierno títere de Ashraf Ghani Ahmadzai, pero también una fuerte humillación para Estados Unidos, que no pudo cumplir su objetivo de un repliegue ordenado
La noticia de la derrota sufrida por el ejército de Estados Unidos, la mayor potencia militar mundial, a manos de milicias de un país invadido es un acontecimiento internacional de primer orden. El hecho tiene consecuencias emocionales, económicas y geopolíticas, pero no aporta desde el punto de vista civilizatorio.
Los talibanes son sunitas, islamistas conservadores, pero además adhieren a su versión más extremista, que se conoce como wahhabismo.
El wahhabismo es una corriente del Islam que surgió en la Península Arábiga en el siglo XVIII y que considera que las enseñanzas del Corán no pueden ser reinterpretadas con el paso de los tiempos. Por ejemplo, las mujeres deben tener un guardián masculino (padre, hermano o marido) y no pueden tomar decisiones o viajar sin su consentimiento. La homosexualidad, la infidelidad de la mujer, tener drogas, o manifestarse contra el reégimen puede ser castigado con la muerte. Este versión del islamismo prohibe la libertad religiosa, e incluso califica como apóstatas a los musulmanes que no adhieren a sus dogmas.
Este grupo religioso toma su nombre de su ideólogo Muhammad ibn Abd al-Wahhab, que pactó con el fundador de la casa real saudi Muhammad bin Saud. Es decir, es una corriente dentro del islamismo que nace en lo que sería Arabia Saudita, asociado a quienes fueron después sus gobernantes por más de doscientos años. El wahhabismo, es la ideología del grupo terrorista Estado Islamico (ISIS), y también tiene influencia en Qatar.
En Afganistán fue impuesto por la Casa Saudi, que apoyó económicamente a los talibanes desde la época de su conflicto con la Union Soviética. En ese momento, fueron apoyados y capacitados militarmente por Estados Unidos, que calificaba a los talibanes como soldados de la libertad, elogio que también dispensaban a Osama bin Laden.
En la ficción de la película Rambo III, protagonizado por Silvester Stallone, se relata la odisea de un soldado estadounidense que cumple su misión en Afganistán, suministrando cohetes y armas a los talibanes para pelear contra el ejercito soviético.
Después del atentado contra las torres gemelas en 2001, los viejos aliados de Estados Unidos se convirtieron en la encarnación del mal. Afganistán, acusado de promover el terrorismo y proteger a Osama Bin Laden, fue invadido, y desalojado el gobierno taliban.
La invasión a Afganistan estuvo acompañada por una gran campaña mediática donde Estados Unidos parecía enterarse de lo que sabían desde hacía tiempo: que los talibanes discriminaban a las mujeres, no permitían la libertad religiosa y aplicaban castigos aberrantes a quienes violaban sus mandatos religiosos.
La ocupación de Afganistán por parte de Estados Unidos duró veinte años y en ese período invirtieron un billón de dólares. Su fachada fueron distintos gobiernos títeres que no pudieron consolidarse, y que gestionaron salpicados de sospechas por actos de corrupción.
El episodio final del triunfo de los talibanes y del desalojo del gobierno títere, significa más que una derrota para Estados Unidos. Confirmada su intención de retirarse ya anunciada por Donald Trump, el gobierno de Joe Biden se propuso un repliegue ordenado que duraría al menos tres meses. Quienes garantizarían mantener el orden durante ese tiempo serían las fuerzas de seguridad que respondían al gobierno de Ashraf Ghani Ahmadzai. Según el propio gobierno contaba con trescientos mil efectivos militares y policiales. Este informe era tan endeble como todos los que presentaron los gobiernos títeres durante veinte años de ocupación. En el caso de las fuerzas militares, había denuncias de que los altos mandos afganos, cobraban sueldos por soldados que no existían: “los soldados fantasmas”. Lo que fue seguro, es que el gobierno de Joe Biden creyó que la situación estaría controlada por el tiempo estimado para el repliegue.
Ridiculizando esas previsiones, los talibanes con sesenta mil combatientes, ocuparon en una semana las principales ciudades que conservaba el gobierno, la capital Kabul y el aeropuerto. La sorpresiva caída del gobierno y las imagenes de huída de miles de afganos que trataban de llegar al aeropuerto para salir apresuradamente del país, expuso al gobierno de Biden a un bochorno sólo comparable al de la retirada de Vietnam. La censura impidió que muchas de estas imágenes fueran difundidas, pero la información objetiva es que miles de afganos, que apoyaron a los gobiernos títeres y colaboraron con Estados Unidos, no fueron evacuados y quedaron a merced de la revancha que se pueden tomar los vencedores de la guerra. El mensaje pedagógico es concluyente: “apoyá al invasor y te dejará desprotegido en el aeropuerto”.
Las declaraciones de Jake Wood, ex infante de Marina y veterano de la guerra en Afganistán, a la CNN, son representativas de ese bochorno: “Es una mancha para la integridad y el honor de nuestra Nación que, incluso hace unos meses, no cumpliéramos con nuestra obligación con los hombres y mujeres, nuestros aliados afganos, que sirvieron junto a nosotros”.
Estados Unidos ha privilegiado históricamente la alianza con los gobiernos de los países islamistas más conservadores y fundamentalistas. El ejemplo más evidente es Arabia Saudita. Sus políticas intervencionistas estuvieron dirigidas principalmente a aquellos países más laicos, con menor poder religioso, donde se habían registrado avances en lo que hace a la libertad religiosa y la situación de las mujeres. Por ejemplo: Irak y Libia.
Parece una broma del destino, que hayan sido estos mismos ultraconservadores, en este caso los talibanes de Afganistán, quienes le hayan proporcionado a Estados Unidos una derrota humillante.
Guillermo Cieza