El desgarramiento de la nación estudiado a fondo

El desgarramiento de la nación estudiado a fondo

17Ago21 0 Por Daniel Campione

Un libro que emprende un recorrido de más de un siglo en torno a la figura del gaucho y sus múltiples presencias en los ámbitos culturales más disímiles, con especial énfasis en los más populares. Las heterogéneas manifestaciones de la literatura gauchesca ocupan un lugar gravitante, desde los “cielitos” de Bartolomé Hidalgo a obras producidas en las últimas décadas

Ezequiel Adamovsky

El gaucho indómito: De Martín Fierro a Perón, el emblema imposible de una nación desgarrada.

Buenos Aires. Siglo XXI.

261 páginas

Adamovsky parte, ya en la introducción, a señalar el “mal funcionamiento” del gaucho Martín Fierro como emblema de la nacionalidad. Y de allí se dirige a desarrollar la idea de una nación atravesada por contradicciones, e incluso antagonismos, que la tornan una construcción inestable.

Que se convierta en encarnación del patriotismo, y ejemplo a seguir, un hombre violento, alcohólico, en persistente conflicto con la ley, que deserta del ejército para refugiarse entre los “indios”; es una contradicción en sus propios términos. El mundo oficial se ve en figurillas una y otra vez para atenuar las aristas cuestionables del personaje de Fierro. El regreso al redil del acatamiento a las normas de la segunda parte del poema hernandiano no alcanza para borrar las marcas disruptivas de la primera.

Predomina en el enfoque del libro el análisis de la cultura popular y de las producciones destinadas a un público de masas, alejadas de los vértices del poder económico, político y cultural. Allí tienen lugar los payadores, las asociaciones populares “criollistas”, el despliegue de una literatura gauchesca popular, editada en folletos baratísimos. También el circo, el “teatro criollo” y, arribada la época del disco y la radio, una profusa producción de música folklórica que consiguió una repercusión masiva. Radioteatros de enorme éxito también ocupan un lugar.

El autor señala la existencia de un camino de ida y vuelta entre las manifestaciones culturales no letradas, obra incluso de analfabetos anónimos, y las que se han producido en torno al gaucho en el terreno de lo legitimado por la “alta cultura”. Esa es una fecunda dimensión del libro, en cuanto rompe con estereotipos de separación entre ambos campos, mostrando las mutuas “contaminaciones”.

Se encuentra en ese terreno la figura de Juan Moreira, que parte de un gaucho de existencia real. Volcado a la novelística de Eduardo Gutiérrez alcanza una popularidad enorme, para circular luego en los soportes más disímiles, que ampliarán aún más su repercusión y lo regresarán incluso a la circulación anónima.

Un recorrido con rasgos similares es rastreado en el campo del revisionismo histórico, en el que la memoria popular de las épocas de montoneras y guerras civiles, transmitida por recuerdos ya lejanos, desemboca en algunos de los escritores que inician la reivindicación de los caudillos y el “gauchaje” que los seguía.

Otra arista del trabajo de Adamovsky es el estudio de figuras de la música y el cancionero popular que asumieron en su labor artística la asunción explícita de ideas discrepantes con el mundo oficial de la época. Lugar destacado ocupa Martín Castro, payador criollo de orientación ácrata que confiere a la temática gauchesca un sesgo antiestatista y anticapitalista. Y produce un giro interesante al asignar un origen indígena a los gauchos, lo que acentúa su contraposición con el orden establecido.

La conformación étnica y racial de las clases populares del campo es otra clave de los desgarramientos que señala E.A. La gauchesca siembra la duda, cuando no impugna de frente, la imagen “blanqueada” de nuestra sociedad que expandieron los círculos culturales dominantes.

A lo largo de la obra se analizan diversos estadios de la apropiación del “criollismo” por el aparato estatal. En este último campo  se desenvuelve la entronización de la obra de Hernández como libro nacional por excelencia, ya en las postrimerías de la república oligárquica. Y se dedica un capítulo íntegro al florecimiento del culto a lo criollo en los años del primer peronismo.

El movimiento fundado en 1945 genera un relato estatal sobre el criollismo, que se diferencia de las inquietudes de parte de su base social. Se pone a su vez en juego el terreno racial, incluida la oscilación entre la tradición criolla de larga data y la actualidad de los “cabecitas negras”.

Un aspecto a destacar es el vastísimo trabajo de investigación que desarrolló Adamovky. Una singular búsqueda de fuentes, que lo llevó por ejemplo a producciones  casi perdidas, sólo conservadas por un estudioso alemán y depositadas en su país de origen.  El corpus documental y bibliográfico puesto en juego por el autor excede al que se ha utilizado en estudios anteriores sobre el mismo tema. Y está aprovechado al máximo para generar nuevas interpretaciones y poner en cuestión otras aceptadas por largo tiempo.

A partir del conjunto de su trabajo, el autor logra instaurar una aguda interrogación acerca de las fisuras que existen tanto en la formulación general de la idea de nación como de su vivencia cotidiana en la sociedad argentina. La “argentinidad” deja de ser un territorio legitimado, para convertirse en un terreno de incertidumbres.

Cabe concluir este comentario con el párrafo que cierra el libro:

“Incapaz de articular del todo su cuerpo dislocado, el ‘nosotros’ argentino persiste a pesar de todo, acaso animado por la promesa y el deseo de una hermandad sin embargo inalcanzable. El gaucho indómito es el emblema de su existencia y, al mismo tiempo, el índice de las tensiones y fracturas que lo habitan.”

Daniel Campione en facebook