Hacia un nuevo sujeto social
5Sep21 0 Por Jorge FalconeEn el marco de un nuevo proyecto civilizatorio
“Pero esta efervescencia plebeya no da lugar a revoluciones triunfantes, y Hobsbawm la califica de ‘pre política’. Carri no acepta este punto de vista. Le parece que las izquierdas formalistas ignoran el potencial político contenido en esta flotación semiproletaria, un magma explosivo en el que convive el odio del indio, el pobre y el migrante ante la tentativa colonial de fijarlos en el espacio de explotación, junto a un estado de sospecha ante la integración en el Estado moderno del desarrollo”.
Diego Sztulwark
“Carri y el carácter flotante de lo plebeyo”, en portal Lobo Suelto.
¿Qué fue de la “misión histórica” del proletariado?
A partir de los años 60, con el tránsito gradual del paradigma metalmecánico al telemático, se produjeron una serie de transformaciones culturales tecno-económicas e ideológicas que afectaron de manera desigual a las sociedades. A este nuevo período se le conoce como posmodernidad, por suceder a la modernidad. Para algunos analistas el cambio ideológico y de mentalidad que se ha producido es tan notable que lo definen como mutación histórica, es decir, hemos vivido el paso de una sociedad industrial a una sociedad de servicios. En el plano del pensamiento, la nave insignia de dicho fenómeno fue el libro de Francis Fukuyama “El fin de la historia y el último hombre”, texto que refleja nítidamente la pérdida de confianza en la capacidad humana para transformar el propio destino, concibiéndolo a merced de los mercados mundiales.
La Revolución Tecnológica ha signado en gran medida ese proceso, dejando una profunda huella – por ejemplo – sobre el mundo del trabajo. De hecho, la vertiginosa sustitución robótica de mano de obra, ha puesto en crisis el histórico anhelo popular de pleno empleo, y por consiguiente la caracterización y el destino asignado al otrora compacto boque social del trabajo, que el marxismo definiera como proletariado histórico y el peronismo como movimiento obrero organizado, asignándole además el rol de columna vertebral del movimiento nacional.
Esto viene generando la emergencia de nuevos actores, que demandan rediscutir el perfil del sujeto histórico capaz de motorizar la transformación social pendiente.
Así como los clásicos del pensamiento crítico hablaban de un ejército de recambio presto a ocupar su puesto en el proceso productivo, en el Siglo XXI existen naciones implotadas y masas desplazadas que van constituyéndose en contingentes humanos destinados al sacrificio por un capitalismo cada vez más feroz.
Es tan conocida la capacidad resiliente de dicho sistema como la dificultad generalizada que vienen encontrando todos los gobiernos del orbe para disimular bajo una máscara democrática su rostro cada vez más desaforadamente inhumano.
Así, apelando a una referencia de nuestra historia contemporánea, podríamos analizar las recientes rebeliones populares en Chile y Colombia como expresiones tardías de nuestro 2001, en tanto colapsos del statu quo neoliberal en la región.
En tal contexto, vale la pena reparar en que, de Santiago a Cali, viene asomando un nuevo emergente social – “cabros” chilenos o “pelados” colombianos – desplazado del proceso productivo, desvinculado de la cultura del trabajo, y ajeno a todo antecedente militante. Se trata de un contingente que reúne los denominadores comunes de ser joven, mayoritariamente femenino, y con un creciente protagonismo de pueblos originarios.
El desempleo y la cultura del consumo – omnipresente desde la TV a la telefonía celular móvil – lxs lleva a vivir el aquí y el ahora sin mayores expectativas de futuro, y desarrollando una inaudita temeridad en el enfrentamiento con cualquier expresión del orden establecido, explosivo cóctel al que confluyen siglos de opresión patriarcal y sistemático arrebato del hábitat de numerosas comunidades.
Ese sujeto social en ciernes irrumpió en nuestro país durante las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001 impugnando a una clase política venal y rentista, constituyó la avanzada de la lucha de calle sostenida durante 2017 contra la Reforma Previsional del macrismo, y reaparece cada tanto desplegando una beligerancia equivalente a la dimensión de su despojo, como recientemente ocurriera ante el municipio bonaerense de Lomas de Zamora (foto que ilustra esta nota)
Para sorpresa de muchxs cientistas sociales, está constituido en gran medida por trabajadorxs informales y desempleadxs comúnmente estigmatizadxs como “choriplanerxs” por el think tank de la Argentina bienpensante.
Estados Plurinacionales: El debate pendiente de la América Profunda
A más de cinco siglos de encubrimiento identitario, comienza a campear a lo largo y ancho de nuestro continente el imperativo de revisar las constituciones que rigen a nuestros respectivos Estados Nacionales, cartas magnas que en su mayoría consagraron el supremacismo blanco invisibilizando una realidad pluriétnica.
Como se verá, tal necesidad no involucra exclusivamente al territorio del Abya Yala, ni preocupa solamente a países con mayoría indígena.
Sin ir más lejos, un lugar como Canadá – descripto hasta por un documentalista crítico como Michael Moore,en su aclamado filme “Bowling for Columbine”, como un país de avanzada – recientemente se vio sacudido por el hallazgo de cientos de tumbas anónimas en un lugar donde funcionaba un internado para estudiantes indígenas gestionado por la Iglesia católica, menos de un mes después de la aparición de los restos de 215 niños en otro centro similar.
Los líderes de la comunidad y la Federación de Naciones Indígenas Soberanas de Saskatchewan anunciaron en conferencia de prensa que se trata de más de 750 tumbas cerca del antiguo internado de Marieval, en la provincia de Saskatchewan.
Las tumbas, halladas a través de mapeos de radar que penetran el suelo, pudieron haber estado marcadas en algún momento, pero los representantes de la Iglesia católica quitaron esas lápidas, lo que en dicho país se considera delito, por lo que el sitio es tratado como una escena del crimen.
El primer ministro, Justin Trudeau, calificó los hallazgos como “un vergonzoso recordatorio del racismo sistémico, la discriminación y la injusticia que los pueblos indígenas han enfrentado y continúan enfrentando” en Canadá, y agregó que el país debía reconocer su pasado de opresión para “construir un futuro mejor“.
Unos 150.000 niños nativos, mestizos e inuit fueron reclutados a la fuerza hasta la década de 1990 en 139 de estos internados en todo el país, donde fueron aislados de sus familias, idioma y cultura. Muchos de ellos fueron sometidos a maltratos y abusos sexuales en estos centros educativos, donde más de 4.000 alumnos hallaron la muerte, según una comisión de investigación que concluyó que Canadá perpetró un auténtico “genocidio cultural”.
El internado de Marieval, en el este de Saskatchewan, acogió a niños aborígenes entre 1899 y 1997, pero dos años más tarde fue demolido y reemplazado por una escuela diurna.
El descubrimiento ha reabierto el debate sobre estas odiadas instituciones donde los niños indígenas eran enviados a la fuerza para ser integrados a la cultura dominante.
Como podrá apreciarse, la Conquista de América goza de buena salud. Es más, en nuestro país abundan celebritys que, amparadas por el orden imperante, proceden de acuerdo al sentido común de la Argentina Blanca y urbana
Un artista popular como el “Chaqueño” Palavecino, por ejemplo, aprovechando su fama, dinero y contactos políticos, ya alambró 1000 hectáreas que poseían las comunidades aborígenes de Tartagal “Misión Cherenta,” “ Misión Chorote” y “ Misión Lapacho I”, habitadas por las etnias Abas, Chiriguano, Chorote y Wichi. El Chaqueño ya había alambrado otras tantas en el lote 55, Costa del río Pilcomayo, municipio de Santa Victoria Este, para criar caballos de paso peruanos.
La estancia del cantor está a dos mil metros de la ruta nacional 34, llega por el sur hasta el Río Tartagal, tocando tierras del Este, que pertenecen a aborígenes de Misión Cherenta y Misión Chorote, ambas ubicadas al costado de la ruta 34.
Después de la denuncia pública efectuada por Fidelina Díaz, aborigen de Santa Victoria Este, ante la defensoría del pueblo de la Nación, la gente se solidariza con los pobladores y autóctonos que fueron desplazados de sus propiedades, mientras los funcionarios miran para otro lado.
Los vecinos afirman que en la estancia del Chaqueño, antes perteneciente a comunidades aborígenes, se organizan “picadas”, festivales, carreras cuadreras, y campeonatos de futbol a beneficio con un equipo conformado por aborígenes, también propiedad del “Chaqueño” Palavecino.
La amplia extensión de la propiedad a su vez dejó afuera a la comunidad Lapacho I, ubicada en el otro extremo al Este, donde los habitantes obtenían su sustento. Era un extenso monte, pero ahora esta mutilado y ocupado por el afamado folklorista. A los miembros de esa comunidad no les queda más remedio que comprar la leña en los aserraderos de la zona.
Mientras que en nuestra Patagonia, uno de los rincones más bellos de la tierra, pueblos originarios y millonarios “emprendedores” también disputan mucho más que un asunto de propiedades. Los primeros se plantan para resguardar el bosque nativo, y son frecuentemente atacados por patotas cuando intentan impedir el paso de maquinaria forestal.
Así ocurre en el predio adquirido por el prestigioso basquetbolista Emanuel Ginóbili.
Los abogados del astro deportivo dicen que los dueños originales de esas tierras son “violentos”, niegan la existencia misma de la comunidad Paichil – Antriao, y los acusan formalmente en juicio, amparándose en una legislación escrita con sangre por la Generación del 80.
Los baqueanos de las familias Paichil y Antriao fueron quienes marcaron los límites de la cordillera y, en pago a tal servicio, en 1902 Julio Argentino Roca les otorgó las tierras del lote 9, es decir toda Villa La Angostura, según consta en la documentación de la causa.
Sin embargo esa comunidad no reclama la posesión de la ciudad y sus paradisíacos alrededores. Solo quiere que la dejen cuidar la flora milenaria de la región, protegida por la Ley de Bosques.
Pero aún las víctimas mapuches están en el banquillo de los acusados y quienes acusan son los victimarios.
Ginóbili sabía y sabe que se trata de tierras comunitarias, territorio de la comunidad mapuche Paichil Antriao. Al ser personas vulnerables, que no tienen recursos, pensó que sacárselos de encima iba a ser un trámite. Pero desde hace años vienen dando batalla legal y esperan ganarla.
Resumiendo, como sostiene el investigador Marcelo Valko, “Más allá de intereses que niegan la existencia de un país pluriétnico y se dedican a su invisibilización, las voces del Malón de la Paz continúan vigentes. A 75 años, la Memoria continúa intacta y los reclamos también. Es lento, pero viene…”.
En tanto, del otro lado de la cordillera, la presidenta de la Convención Constitucional en Chile, Elisa Loncon, lleva a ese foro y exhibe algunos libros para armar allí también una biblioteca plurinacional. La fuerza de ese gesto es enorme, ya que pone otras palabras, biografías, lecturas y metodologías en el centro del debate político americano.
Del Socialismo al Buen Vivir
El statu quo descripto hasta aquí obedece a una situación de larga data, cimentada en la biologización de las diferencias humanas como sustento de la explotación (superior – inferior, civilizado – salvaje, centro – periferia)
Así como el Norte Global – de manera cada vez más obscena – prescinde de lo que considera población irrelevante para sus intereses, también practica la externalización de su responsabilidad en la crisis civilizatoria que atravesamos, apelando a una gramática exculpatoria como la que denomina “cambio” climático a lo que realmente constituye destrucción climática por causas evitables.
Así, la humanidad viene siendo testigo de cómo sucumbe el viejo orden civilizatorio. Y el desorden es tal que ya no se debería aventurar un mundo post pandémico, sino más bien un post mundo.
Hoy resulta evidente que el capital financiero trasnacional no descartaría impulsar una nueva guerra híbrida mundial, eventualmente bacteriológica, destinada a eliminar los excedentes del mercado laboral (desempleadxs, ancianos, etc.)
Dado que desde su perspectiva el principal enemigo es la estabilidad y la paz, apuesta por un estado de caos indefinido. Esa es la difusa fisonomía de la transición civilizatoria en curso.
En tal circunstancia, corresponde advertir que, tanto el capitalismo como el socialismo han venido siendo economías del crecimiento. Pero el panorama que ofrece el sistema – mundo vigente demuestra su inviabilidad. A su debido tiempo, el marxismo circunscribió a lo económico la asignatura pendiente de los pueblos, sin embargo, la “novedad” que aportan nuestros pueblos originarios es un proyecto integral de vida.
De hecho, a partir de la irrupción zapatista de 1994 recorre nuestro continente un pensamiento ancestral capaz de reponer un horizonte de utopía, que impone una nueva mirada y una nueva gramática a las izquierdas tradicionales, proponiendo la forma COMUNIDAD en contraposición a la forma SOCIEDAD, gestora de individuos. En la militancia aún se confunde el sentido último de ambos términos.
Oportunamente, el propio Cte. Hugo Rafael Chávez Frías expresó ante sus inmediatxs que acaso el horizonte antisistémico al que debería apuntar la humanidad no fuera precisamente el Socialismo del Siglo XXI sino el Buen Vivir que proponen los pueblos originarios del sur del continente.
Hoy queda claro que, si los gobiernos del mundo no aportan un nuevo sentido de la vida a la humanidad, carecerá de razón de ser la lucha cotidiana.
Una Revolución, por ende, no implica tan solo un cúmulo de demandas, sino la oferta de un horizonte de expectativas capaz de generar una narrativa que movilice el máximo de disponibilidad de los pueblos.
Corresponde pues trascender el adoctrinamiento ideológico para promover un nuevo sentido de la vida, y eso sólo lo pueden aportar lxs condenadxs de la tierra.
El Buen Vivir no es aún un paradigma, pero se erige como un novedoso horizonte civilizatorio capaz de promover hombres y mujeres nuevxs.
Ya no solo el campo, también las ciudades precisan reencontrarse con la forma de vida comunitaria. Solo así podremos hacer frente a la tragedia global que amenaza a nuestro presente.
En efecto, según el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), los científicos están observando cambios en la temperatura de la Tierra en todas las regiones y en el sistema climático en su conjunto. Muchos de esos cambios no tienen precedentes en miles, sino en cientos de miles de años, y algunos que ya se están produciendo, como el aumento continuo del nivel del mar, no se podrán revertir hasta dentro de varios siglos o milenios. Sin embargo, una reducción sustancial y sostenida de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) y de otros gases de efecto invernadero permitiría limitar el cambio climático.
A propósito de ello, últimamente, más de 500 personalidades han exigido un cupo socioambiental en el debate político argentino. Esa causa, hasta ahora asumida por grupos muy selectos y hasta periféricos, lentamente va tomando cuerpo en el conjunto de la militancia. Sectores políticos otrora protagonistas de la experiencia revolucionaria de los 70 poco a poco van tomando nota sobre el particular, como ocurre en Mendoza con la Asamblea Popular por el Agua. Y el 18 de agosto pasado, por primera vez en mucho tiempo, una descomunal movilización nacional por trabajo genuino, que tuvo su epicentro en el Obelisco porteño, confluyó más tarde en Plaza de Mayo con el reclamo por la Ley de Humedales, vinculando la tensión capital-trabajo con la tensión capital-naturaleza, fenómeno sobre el que tanto tiene para aportar la Ética del Cuidado reivindicada por los feminismos, como la respetuosa convivencia con el medio ambiente que han practicado desde siempre los pueblos originarios de nuestro continente.
En ese camino se irá perfilando el nuevo sujeto social capaz de superar el desastre civilizatorio causado por el mundo moderno, y muy probablemente su Norte surgirá de lo más profundo de esos pueblos cuyo apego a la Madre Tierra ha permitido que prevalezcan a lo largo del tiempo, aún padeciendo los peores vejámenes.-
JORGE FALCONE