¿Seremos capaces de poner en marcha el “freno de emergencia”?

¿Seremos capaces de poner en marcha el “freno de emergencia”?

20Sep21 0 Por Carlos González

El planeta alcanzará un aumento de 1,5°C en su temperatura, con respecto a la era preindustrial, una década antes de lo estimado, lo que podría generar riesgos de desastres “sin precedentes” con consecuencias “irreversibles” para la humanidad, como la subida del nivel del mar.

“La civilización es sólo una coartada endeble para una destrucción brutal. El veneno sigue brotando y el sistema entero parece dispuesto a intoxicar hasta el último rincón del planeta, porque son más rentables la destrucción y la muerte que detener la máquina”
 Subcomandante Insurgente Galeano

El próximo 24 de septiembre colectivos y agrupaciones del ambientalismo popular estarán marchando de Plaza de Mayo al Congreso contra la crisis climática y ecológica. La movilización será parte de una jornada mundial y se llevará adelante en un contexto donde, hace apenas unas pocas semanas, se conoció el último informe del Grupo de Trabajo 1 del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio climático en inglés), como una contribución al Sexto Informe de Evaluación del Clima, previsto para principios de 2022. En el informe advirtieron que el planeta alcanzará un aumento de 1,5°C en su temperatura, con respecto a la era preindustrial, una década antes de lo estimado, lo que podría generar riesgos de desastres “sin precedentes” con consecuencias “irreversibles” para la humanidad, como la subida del nivel del mar.
El informe no está escrito por representantes de los colectivos y movimientos ambientalistas, ecosocialistas o ecofeministas que vienen luchando contra el ecocidio, sino por expertos representando a los diferentes gobiernos. Los científicos están observando cambios en el clima de la Tierra en todas las regiones y en el sistema climático en su conjunto, señalando:

“Muchos de los cambios observados en el clima no tienen precedentes en miles, sino en cientos de miles de años, y algunos de los cambios que ya se están produciendo, como el aumento continuo del nivel del mar, no se podrán revertir hasta dentro de varios siglos o milenios. Sin embargo, una reducción sustancial y sostenida de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) y de otros gases de efecto invernadero permitiría limitar el cambio climático”.

Señalan, además, que la temperatura media global de la superficie aumentaría aproximadamente 1,6°C entre 2041 y 2060. Es muy probable que el calentamiento adicional intensifique los fenómenos de precipitación extrema y aumente su frecuencia. También aumentarán la frecuencia y la fuerza de los ciclones tropicales intensos. Estos son apenas algunos de los datos del informe y además pronostica que, aunque las mejoras en la calidad del aire sean rápidas, podrían pasar entre 20 y 30 años hasta que las temperaturas mundiales se estabilizasen.
Nunca como antes un informe de expertos en calentamiento global había provocado semejante inquietud y debate público. A pesar de que estos análisis de datos y hechos científicos aparecen como incomprensibles para la mayoría de la humanidad, los distintos medios de comunicación del mudo han tomado nota. Al informe se le suma un contexto cada vez más incierto: las terribles inundaciones, como la que vimos en estos días en la ciudad de Nueva York, y anteriormente en Alemania y otros países del norte de Europa, e incendios como en Grecia, Australia, etc. que están sembrando la desolación, la muerte y el miedo en distintos rincones del planeta. Hay muchas otras consecuencias que pasan muchas veces desapercibidas; un ejemplo: cuando arrancó la preocupación por el COVID-19 en Argentina, se vivía el peor brote de dengue comunitario desde 2015-2016 en la “templada” provincia de Buenos Aires ¿por qué los potenciales criaderos de mosquitos Aedes aegypti, portadores del virus del dengue, se encuentran dentro de los domicilios, calles y espacios verdes de los bonaerenses, cuando estos anteriormente se criaban en zonas tropicales?
Estos cambios en el clima no son nuevos. Se trata de cambios que el IPCC y otrxs científicxs llevan advirtiendo desde hace más de treinta años, es decir, que existían previamente y los gobiernos han hecho poco o nada.

¿Quién nos está conduciendo hacia el desastre?

No podemos negar la preocupación generalizada por los problemas ambientales que traen el cambio climático, la contaminación, el consumismo ilimitado, la extracción desmesurada y el uso de biotecnologías monopolizadoras; repercusiones adversas incentivadas por la acción antropocéntrica, la responsabilidad diferenciada y los intereses de las élites mundiales que amenazan el futuro de la vida como la conocemos hasta ahora
Dejemos de lado por un momento a los que son directamente negacionistas del clima, como los Trumps, los Bolsonaros, que se extienden por muchos países y hasta por estos pagos tenemos de estos nefastos personajes, como es el caso de los actuales candidatos mal llamados “libertarios”, como los Milei, que se la dan de “rebeldes”, pero no son más que una parte patética de esta ultraderecha negacionista al servicio de los grandes poderes concentrados.
Hay otrxs lideres y lideresas mundiales, empresarixs, banquerxs, el mismo grupo de científicxs del IPCC, que nos están proponiendo un Green New Deal o propuestas similares, que si bien, por un lado, reconocen que estamos al borde del abismo; por otro lado, naturalizan la carrera político-tecnológica por la que el capitalismo intenta, una vez más, posponer ante sí el antagonismo irreconciliable entre su lógica de acumulación ilimitada de beneficios y la finitud del planeta. Es decir, mantienen en el fondo las mismas bases ideológicas de los negacionistas del calentamiento global, entendiendo el cambio climático como un proceso estrictamente “natural” en lugar de uno social-ambiental.
Muchos de los debates en torno al cambio climático se han aglutinado a partir del concepto de Antropoceno; que es la era en la que el impacto del ser humano sobre la transformación del planeta iguala o sobrepasa el poder de las fuerzas naturales geológicas y biológicas. El término fue propuesto casi informalmente por el químico holandés Paul J. Crutzen, ganador del Premio Nobel en 1995, por sus aportaciones a los efectos de la química del ozono en la atmósfera terrestre. Desde entonces el concepto se ha ido entramando con distintas investigaciones y discusiones que ya estaban activas, hasta transformarse en lo que debatimos hoy: “la más rápida transformación de la relación humana con el mundo natural de toda la historia de la humanidad”
El debate en torno al concepto de Antropoceno ha abierto nuevas discusiones y posicionado el problema del cambio climático. Estos debates son claves, pues destacan el papel de los humanos en las transformaciones históricas de lo biofísico y permiten poner en el centro hacia donde marcha la humanidad; pero para ser claros, los cambios planetarios profundos y generalizados no pueden atribuirse por igual a la totalidad de los humanos. Como apunta muy bien Maristella Svampa: “algunos son más responsables que otros”, como que la dinámica de acumulación capitalista globalizada es lo que produjo la “gran aceleración”. Concretamente entonces, esta autora indica que, como noventa empresas son “responsables del 60 % de las emisiones acumuladas de CO2 y de metano entre 1850 y hoy”.
Entonces, junto con el historiador J. Moore podríamos preguntarnos: ¿Estamos realmente viviendo en el Antropoceno, con su retorno a un punto de vista curiosamente eurocéntrico de la humanidad y su confianza en nociones y recursos bien establecidos y consolidados además de su determinismo tecnológico, o estamos viviendo en el Capitaloceno, una era histórica formada por unas relaciones que privilegian la acumulación interminable de capital?
Señalar a esta época como Capitaloceno, nos permite evidenciar las relaciones históricas de desigualdad y abrir el debate sobre la articulación no sólo del cambio climático como resultado de una visión de apropiación de la naturaleza, sino su articulación con otros procesos de apropiación y despojo. A la vez, permite posicionar otras perspectivas culturales sobre lo no-humano, los territorios y lanzar propuestas frente al cambio climático.
En resumen, cada vez estamos viviendo el naufragio de la civilización regenteada por el capital. La nueva acumulación del capital y concentración de la riqueza a escala global se está produciendo aceleradamente, en la misma medida en que produce a escala ampliada el despojo, la exclusión y miseria de millones de seres humanos. nos preocupa que, hasta ahora, estemos mirando por el espejo retrovisor, y no pongamos este debate en el centro del debate científico y político. Esto lo vemos en nuestro país, donde estos temas no forman parte de ninguna de las agendas electorales. ¿No deberíamos poner estos temas en el centro del debate político? ¿no deberíamos estar debatiendo la construcción de alternativas de organización de la vida capaces de echar el benjaminiano “freno de emergencia” y evitar al menos los escenarios más duros del colapso en ciernes?
La civilización que ha construido este mundo ya no puede brindar soluciones a los problemas que ha creado; se ha agotado y se cae a pedazos; no puede aportar ni siquiera mínimos parches. Queda claro que no habrá posibilidad alguna de superar la trampa cultural del modo de vida generado por el capital si no rompemos de raíz con su lógica de su funcionamiento, es decir, con su forma de producción (con la supresión de la producción inútil o nociva) y reproducción en todos los ámbitos de la vida social.
De cara a Cumbre Líderes por el Cambio Climático de Glasgow (Reino Unido), la conocida como COP26, que se celebrará finalmente entre el 1 y el 12 de noviembre donde seguramente habrá grandes discursos pero en definitiva la locomotora seguirá circulando a toda velocidad hacia al abismo. Solo los pueblos, lxs de abajo, podemos accionar el “freno de mano”. Este 24S con la huelga mundial por el clima podemos seguir expresando en las calles nuestra indignación a este proceso de ecocidio y dar pasos en la construcción de nuevas alternativas pensadas, diseñadas y construidas desde abajo por lxs trabajadorxs y los pueblos

Carlos González. Educador ambiental. La Fragua

Foto EFE Verde.