Perú: entre el golpismo permanente y el cambio potencial, complicado e impredecible

Perú: entre el golpismo permanente y el cambio potencial, complicado e impredecible

24Sep21 0 Por Ricardo Jimenez A

Hace unos días atrás, a propósito de la posición oficial del país frente a Venezuela, públicamente, el primer ministro peruano desmintió al vicecanciller y lo invitó a renunciar, si no la compartía. Un hecho insólito que simboliza hasta qué punto el Perú vive un proceso político extraordinariamente complejo, incierto e imprescindible, una tierra política inédita y llena de contradicciones, que es producto natural, lógico, de las fuerzas encontradas entre una crisis institucional, social y política insoportable, con una inercia de doscientos años de exclusión y dominación anti popular y cuarenta años de implacable hegemonía neoliberal.     

En los primeros dos meses del nuevo gobierno progresista, el tablero del ajedrez político peruano aparece con dos grandes tendencias en pugna. Por un lado, una derecha golpista, que busca, o un golpe de rumbo o un golpe de estado, ya desde antes incluso de la elección del presidente Pedro Castillo. Un campo con actores de posiciones diversas, incluso contradicciones, pero que muestra a los poderes fácticos económicos y militares, los monopolios mediáticos y la prensa concentrada, las bandas de manifestantes fascistas o de lumpen mercenario y las fuerzas de derecha en el congreso, todas combinadas, concertadas y a la ofensiva para chantajear y manipular al gobierno, sometiéndolo a sus dictados, o de frente derribarlo, a través del mecanismo de la vacancia por incapacidad moral, figura constitucional difusa que, de hecho, solo se trata de correlaciones para lograr una mayoría de votos en el congreso. La propia presidenta derechista del congreso, que sería la sucesora del presidente en tal caso, se permitió, impune y públicamente señalar que “la calle pide la vacancia presidencial”. No es la única, ni mucho menos. Los altos mandos de la marina, en flagrante violación constitucional, se permitieron un comunicado público cuestionando al ministro de relaciones exteriores y, no solo quedaron impunes, sino que obtuvieron su renuncia.

Se trata de no dejar gobernar al ejecutivo, obstruyéndolo, como ha hecho el congreso con el récord Guinness de 19 mociones para cuestionar a siete ministros, ¡en apenas 15 días de gobierno! También de silenciar o tergiversar sus avances y propuestas, como el salto de 13 a 17 millones de vacunados/as en apenas un mes, gracias, entre otras cosas, a las “vacunatones”; a la creación, por primera vez, de plantas de oxígeno para los hospitales públicos; y al aumento de ingresos gracias al cobro de millonarios impuestos adeudados por las mineras, que, hasta ahora, simplemente, no les daba la gana pagar. 

Al frente, un campo popular y ciudadano, aún más variopinto, diverso y con contradicciones. El presidente Castillo y su gobierno, venido desde fuera de Lima, centro del poder, y desde fuera de las elites tradicionales del país, incluyendo a las elites progresistas, académicas y profesionales. Ciertamente, improvisado, pues nadie esperaba el triunfo de esta opción política, ni ellos mismos, como lo han señalado. Con la impericia propia de todo gobierno nuevo, sin experiencia previa en la gestión pública. El propio Castillo no es militante de Perú Libre, el partido que permitió su candidatura, que tiene mayor definición programática y de liderazgo hacia los cambios, y muestra contradicciones con él. La bancada congresista de gobierno, comparativamente mayoritaria, aunque en minoría en la totalidad del congreso, está dividida entre Perú Libre y el Magisterio de profesores al cual pertenece Castillo y que busca públicamente convertirse en su propio partido político.

A ello se suma el bloque progresista y de izquierda más moderada y tradicional, estrechamente ligado a las ONG, la academia universitaria y la clase media ilustrada de Lima, a la que primero le significó un shock de rechazo apenas disimulado a la emergencia de esta izquierda provinciana, plebeya y no ilustrada, que le propinó una aplastante derrota electoral y a la que apoya todavía a regañadientes, con aires de superioridad y sobre todo porque le han sido otorgados algunos ministerios. Con un resabio de descontento, fruto de que son todavía prisioneros de la expectativa de un gobierno y un proceso de cambios más pulcro, ordenado, y consistente. En el riesgo de caer en la manipulación de las tácticas ya conocidas de la derecha en otros países de la región, como, por ejemplo, usar instrumental y demagógicamente las banderas de género, ambientales o indígenas. Abajo, las amplias mayorías de Los Andes y la Amazonía que apoyan al gobierno, identificados con un presidente que es como ellos, un trabajador, sencillo, honrado, provinciano, y esperanzados en los cambios hacia la redistribución de la riqueza.  

Esto genera un gobierno y un proceso de cambio plagado de errores y limitaciones, retrocesos, contradicciones y hasta perdidas de rumbo. Sin embargo, incluso para buena parte de la casi mitad del electorado que votó por la derecha, resulta claro que el golpismo en marcha es injustificado, ilegítimo e ilegal, sobre todo, ante la prepotencia, violencia, racismo y clasismo que esta exhibe. Es más, es muy probable que, en el futuro, como ya ha venido sucediendo, sea la misma derecha la que genere nuevas crisis y movilizaciones populares y ciudadanas de avance en los cambios, con su accionar desmedido, anti democrático y corrupto.  

En el fondo subyacente del escenario, siguen planteadas las necesidades estructurales de refundación institucional, a través de una Asamblea Constituyente, y de redistribución de la riqueza. La pandemia, que desnudó el carácter excluyente y en crisis del neoliberalismo, exacerbó también esta urgencia de cambios. Una tendencia predominante a nivel global, otorgándole al gobierno un factor de apoyo en el escenario inter nacional, especialmente en la propia región.

Por ahora, el gobierno parece apostar a consolidarse, ante el hecho de que la virulencia golpista convierte en un logro y un avance, la sola mantención del gobierno, único gestionado por miembro de los de abajo, de las clases dominadas y despreciadas, en doscientos años de república. En ese contexto, los pequeños cambios, como el cobro de deudas tributarias a los grandes negocios sinvergüenzas, aparecen como grandes logros, mientras el piloto automático predomina en la economía. La constituyente, ni se desecha, ni se empuja. Y en materia de política internacional y otras, aparecen contradicciones que, en circunstancias normales serían inconcebibles, como la ya citada de un primer ministro que invita a renunciar a funcionarios de menor jerarquía, ante su incapacidad de renunciarlos.  

En el decisivo frente mediático, los monopolios televisivos y radiales y la prensa concentrada pone el grito en el cielo ante un proyecto de Perú Libre para regularlos y democratizar su propiedad y uso. Al mismo tiempo, desata campañas de satanización a los medios de prensa alternativos que comienzan a aparecer, como “El Puka”, como preludio a eventuales persecuciones legales. El partido Perú Libre y su liderazgo, Vladimir Cerrón, sin dudas, el sector más claro y decidido con el proceso de cambios, ya sufren persecuciones legales, descaradamente desproporcionadas y parcializadas.

Un ajedrez complejo e incierto, entre el golpismo permanente y un proceso de cambios complicado e impredecible, pero todavía potencial, vigente y abierto. Una tierra política inédita por donde transitan los anhelos y necesidades de transformación de todo un pueblo, donde la clave decisiva está en mantener y aumentar la organización y movilización popular y ciudadana en defensa del gobierno y para empujar el proceso de cambios comprometido en las urnas y que necesita estructuralmente el país.

Ricardo Jiménez A.