Fantasmas, espectros y desconexiones

Fantasmas, espectros y desconexiones

28Sep21 0 Por Guillermo Cieza

Cuando ha pasado poco mas de quince días de las PASO y los comentarios sobre los resultados electorales parecen haberse acallado, sobreviven fantasmas y espectros, que frecuentan a los dirigentes políticos que siguen deprimidos por la derrota o disfrutan de la victoria. Aunque no lo adviertan, la desconexión es una experiencia compartida.

Fantasmas

El nombre de Daniel Scioli se escuchó insistentemente en Casa de Gobierno y en la Quinta de Olivos en las agitadas jornadas posteriores a la derrota electoral de las PASO. Quizás, más que en los servicios de este funcionario que hoy se desempeña como Embajador de Brasil, se estaba pensando en lo que su nombre representa: un político de perfil conservador, que tiene buen diálogo con el poder concentrado y blindaje mediático. Políticos “como Scioli” parecían ser la respuesta a una lectura de la derrota centrada en la pérdida de votos de la clase media que no fue a votar o emigró a Juntos por el Cambio. Desde esa lectura, recuperar esos votos, que en 2019 aportaron Sergio Massa y Alberto Fernández, sería la tarea principal.
No hubo lugar para Scioli en el nuevo gabinete, pero sí para Juan Pablo Manzur, Gobernador de Tucumán que suma a su perfil su reconocida hiperactividad y lazos estrechos con las embajadas de Estados Unidos e Israel. La ascensión de Manzur tuvo su correlato en la provincia de Buenos Aires con la promoción de Martín Insaurralde, como Jefe de Gabinete. Los memoriosos recuerdan al ex- intendente de Lomas de Zamora como un discípulo del ex-presidente Eduardo Duhalde.
Además de la preocupación por los votos perdidos, los cambios en el gabinete se explican por dar más sustentación política al gobierno desde el interior del peronismo. La derrota y la posterior exposición pública de las desaveniencias del binomio presidencial, agravaron la debilidad y abrieron paso para que los gobernadores e intendentes del conurbano recuperaran terreno y cargos en los gobiernos nacional y provincial. Este recambio mejora las representaciones internas, sin dudas el nuevo gabinete es “más peronista”, y puede mejorar algunos mecanismos de gestión, pero no puede aportar a una renovación de la mística y mucho menos a sostener posiciones más firmes en temas cruciales como son la cuestión de la deuda externa, el control del comercio exterior, o el control de precios internos.
La primera señal sobre esta menor disposición a enfrentar conflictos, en este caso con los formadores de precios, han sido las instrucciones del Presidente Fernández al flamante ministro de Agricultura Ganadería y Pesca, Julián Domínguez, de “mejorar el diálogo con el campo”. Este es un eufemismo que encubre la decisión de hacer concesiones a la Mesa de Enlace en temas como las exportaciones de carne a China.
Las consecuencias de la remoción de la Ministra de Seguridad, Sabina Frederic y su reemplazo por Aníbal Fernández, ya ha tenido sus primeras manifestaciones. Se ha denunciado un desalojo de una comunidad mapuche en el paraje Cuesta del Ternero, a unos 15 kilómetros al noreste de El Bolsón, Río Negro, donde se han utilizado balas de plomo.

Espectros

Si en el Frente de Todos, nadie quiso ser el padre o la madre de la derrota, en Juntos por el Cambio todos se presentan como artífices de la victoria. Sin embargo, el gran ganador fue sin dudas Horacio Rodríguez Larreta, que impuso las candidaturas de María Eugenia Vidal en CABA y Diego Santilli en Provincia de Buenos Aires; y el gran perdedor fue Mauricio Macri, que fracasó con los candidatos que apoyó en Córdoba y Santa Fe.
La apuesta política de Juntos por el Cambio trasciende los armados políticos electorales y el triunfo se hizo sentir en su armado judicial en la Corte Suprema de Justicia, donde, en una elección bochornosa, Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz, se autoeligieron para la presidencia y vicepresidencia con la complicidad de Juan Carlos Maqueda.
Juntos por el Cambio caracterizó a la exposición de las desaveniencias del binomio presidencial como errores no forzados que lo favorecen y mantuvo perfil bajo en esas polémicas. Le preocupa los votos de Javie Milei, pero más le preocupa qué hacer con Macri, que por un lado es una figura reconocida como fundador del PRO, y por otro se presenta como su blanco más vulnerable, porque sus declaraciones no resisten ningún registro y por los numerosos juicios que tendrá que afrontar ante la justicia.
Como suele ocurrirle a los victoriosos, Juntos por el Cambio confunde espectros con realidades. Supone que los resultados obtenidos en las PASO expresan genuinamente su caudal electoral y no se hace cargo de que también fue beneficiado por el voto castigo. Advirtiendo que tiene la posibilidad de quitarle al Frente de Todos el quorum propio en el Senado, se ilusiona con conseguir mayoría en Diputados. También aspira a ganar las elecciones de medio término con un resultado tan aplastante, que coloque al gobierno en un escenario de gran inestabilidad política.


Desconexiones

El gobierno ha elegido una lectura política de los resultados electorales y una forma de actuar en consecuencia, que puede resumirse en frases que hemos escuchado como: “si la sociedad se corrió hacia la derecha, acompañemos este movimiento con un nuevo perfil de gobierno” y “Privilegiemos la gestión, sobre la épica”. Y el resultado es: Un gobierno como fue el de Scioli en Provincia de Buenos Aires, que no armaba mucho revuelo con declaraciones radicalizadas y se limitaba a gestionar.
Quienes hacen estas afirmaciones no parecen recordar que Scioli, perdió las elecciones presidenciales de 2015 con Mauricio Macri y que, contando con blindaje mediático durante toda su gestión, pasará a la historia como uno de los peores gobernadores de la Provincia de Buenos Aires.
El triunfalismo de Juntos por el Cambio parece olvidar las lecciones de 2019. Con la casi totalidad de los medios de prensa a su favor, con el apoyo de gurúes electorales como Duran Barba y ejércitos de trolls, no pudo convencer a la mayoría de nuestro pueblo para que le diera al presidente la oportunidad de tener un segundo mandato.
Todos olvidan que lo que definió las últimas PASO no fueron los votos de la clase media, sino los cuatro millones de votantes que no fueron a votar, votaron en blanco, impugnado o a la izquierda. La mayoría de esos votos son de barrios populares y pertenecen cada vez más a los y las votantes y cada vez menos al peronismo, o son influenciados por las manipulaciones de la derecha, o de los gobiernos. Esos votos serán utilizados, estratégicamente en los momentos decisivos, para castigar, para alumbrar nuevas perspectivas o para apoyar a quien caracterizan como menos malo.
Finalmente, los grandes cambios en la historia de nuestro país no estuvieron determinados por astucias electorales. Fueron las grandes movilizaciones populares las que fueron torciendo rumbos, formando conciencias y dando saltos que alumbraron nuevas perspectivas. Si el gobierno y la oposición se empeñan en parecerse, si las centrales sindicales se limitan a sacar declaraciones, si buena parte de los movimientos sociales no superan el corporativismo o las reivindicaciones sesgadas, se abrirán otros canales de expresión de las demandas y la bronca popular. En lo que hace a las movilizaciones territoriales y por demandas sindicales, se advierte un importante crecimiento de quienes no esperan el visto bueno del gobierno, de las centrales sindicales o la UTEP, para manifestarse. Y, resulta importante prestarle atención a miles de jovenes que marcharon contra el cambio climático el 24 de setiembre, reclamando una transición hacia un modelo productivo sostenible, leyes de acceso a la tierra, en defensa de los humedales y en oposición a la Ley de hidrocarburos. Los pibes y las pibas de los barrios se sienten cada vez más alejados de la política que aparece por televisión.
En política, los gestos teatrales, los grandes renunciamientos, las refinadas astucias, las amenazas veladas, los fantasmas valorizados, sólo pueden funcionar si hay un pueblo que los está mirando.

Guillermo Cieza