Aquí se canta y construye risueño la historia

Aquí se canta y construye risueño la historia

29Sep21 0 Por María Victoria Valdés Rodda

El pueblo no es una entelequia amorfa. No es una expresión condensada de algún diccionario. El pueblo ¿qué es? Desde Pericles, pasando por Rousseau, Marx, el Dalai Lama y un extensísimo devenir histórico, cada quién le ha dado su interpretación. En Cuba también hacemos lo mismo, por la habitual costumbre del género humano que es definir.

Ritornelo necesario: antes de 1959 pueblo no era más que populacho, o como reza el Diccionario de Real Academia de la Lengua Española, en su edición de 2001, pueblo es además de otras acepciones, “gente común y humilde de una población”. O sea, apenas un segmento de los seres humanos.

Acotación imprescindible: con Fidel, Raúl y sus compañeros de luchas, en la Cuba pretendidamente inferior por los dominios extranjeros, ya esa acepción antes mencionada no iba a regir más en esta Isla, en su momento llamado Faro de la Libertad, término que precisamente el pueblo, nuestro pueblo, ha perpetuado durante más de seis décadas.

Entonces, ¿dónde está el pueblo en Cuba? En todas partes, en toda la gente humilde, porque en este Faro –empezando desde el de Punta de Maisí, pasando por el del Morro de La Habana, y terminando en el de cayo Roncali–, la humildad es condición innata de unos mortales que, llegada la hora, saben volverse inmortales: por sus obras, desempeños y hasta desaciertos.

Y somos comunes porque a todos nos atañen los mismos problemas, las mismas aspiraciones, los mismos asideros de futuro. Y para con el que no quiera ser ni humilde ni común, acá en esta tierra donde no nos tiembla el pulso: se les “cortan las patas” a los anexionistas, a los corruptos a los ladrones de sueños.

Por lo demás, en Cuba pueblo somos todos y no hay mejor definición que los Comité de Defensa de la Revolución (CDR), que lleva tanto de los Castros, de los Grajales y, no podía faltar, de los Martí Pérez. Y no digo un Pérez cualquiera, no: unos y unas que no han crecido en cunas de ingenuidades y saben, otean en el aire, en cada cuadra quiénes son los verdaderos enemigos.

A esos, vedada la entrada en esta Isla amable, que acoge al extranjero de buena voluntad, al confundido o incluso a aquel con una posición diferente pero digna, aunque jamás de los jamases bajará la guardia ante la imposición o, mejor, las pretensiones de imposición de otra bandera que no sea la cubana, la de tantos patriotas. Si acaso llegara una de afuera, pues que sea en son de paz y de respeto.

Por eso, los CDR, el de todos nosotros, el verdadero pueblo, crisol ya no de razas también de profesiones y extracción social, se merecen  –nos merecemos– la más bella canción, el más almibarado de los dulces y, “por si las moscas”, ese machete de nuestro emblema, para no dejar “títere con cabeza” a quien intente arrebatarnos todo lo bueno que hemos hecho. De lo malo, las miserias humanas, ya nos encargaremos nosotros mismos, el pueblo, acá a lo interno.

Pues bien, felicitémonos y que vivamos por muchos años más, con renovación, vitalidad, pero siempre sin bajar la guardia, porque Cuba seguirá siendo de Cuba.

María Victoria Valdés Rodda,  editora Revista Bohemia, La Habana, Cuba.

Imagen Granma