El proyecto, el calentamiento global, el desierto y las nuevas alianzas

El proyecto, el calentamiento global, el desierto y las nuevas alianzas

4Oct21 0 Por Guillermo Cieza

El gobierno ha definido un rumbo que privilegia el modelo agropecuario industrial y el aumento de exportaciones. Esa decisión tendrá consecuencias ambientales, promoviendo el calentamiento global, la desertificación, y comprometiendo la producción de alimentos para las próximas generaciones.


El Proyecto


El Proyecto de Ley de Fomento al Desarrollo Agroindustrial, presentado el 30 de setiembre por el gobierno, propone un aumento de 50 millones de toneladas en la producción total de granos. Este objetivo solo puede alcanzarse extendiendo fronteras agrícolas, desplazando otras actividades agrícola-ganaderas o sobre suelos no agrícolas (campos naturales, bosques nativos, humedales).
Quienes han propuesto este plan han sido bastante explícitos en la vinculación del crecimiento de las exportaciones agricolas como única forma de afrontar los vencimientos de la deuda externa y de obtener divisas que permitan promover políticas de inclusión social. El reconocimiento de la deuda externa, tiene su correlato con estas iniciativas que profundizan el modelo de agriculturización. Además de definir pagar una deuda ilegal y odiosa, con estas iniciativas no se toman en cuenta las consecuencias.
Gracias al trabajo y la denuncia realizada por comunidades, científicos y activistas en defensa del medio ambiente, hoy reconocemos el valor de nuestros bosques nativos y de nuestros humedales. Pero no se trata solamente de defender estos reservorios de humedad y biodiversidad, sino también de advertir el impacto que tiene el modelo de agriculturización extensiva, sobre tierras que han sido destinadas tradicionalmente a la producción agropecuaria en nuestro país. Además, debemos animarnos a vincular los efectos de la agricultura sobre el calentamiento global.

Agricultura y calentamiento global

Desde hace años sabemos que el uso de combustibles fósiles, como el carbón y los derivados del petróleo, contribuyen al cambio climático. A esta lista se ha agregado en los últimos años la ganadería por los gases que emiten las vacas y otros herbívoros al rumiar. Un inventario presentado por el Ministerio de Ambiente de la Nación afirma que la generación de energía aporta el 53 % de los gases contaminantes y que la ganadería aporta un 15%.
La medición que no se hace es cómo impacta la agricultura en el calentamiento global. Cuando se dañan los suelos se evapora el agua y se libera carbono acumulado que vuelve a la atmósfera. Durante siglos, mediante la agricultura hemos liberado el carbono de la tierra y hemos permitido que esta reduzca sus capacidades de conservar el agua. La agricultura es la actividad humana que más impacto ha tenido históricamente en el calentamiento global. La pérdida de cobertura del suelo que genera la agricultura entre cultivo y cultivo, con los tradicionales “barbechos”, es la puerta de entrada para que comiencen los procesos de erosión hídrica y eólica, que conducen a la pérdida de materia orgánica y de fertilidad. Es la materia orgánica de los suelos sanos la que acumula carbono y permite conservar el agua. Los cultivos son grandes fijadores de carbono del aire atmosférico, mediante la fotosíntesis, el problema es que los modelos productivos dominantes, extraen por completo esa producción a la vez que destruyen los suelos.
No hay plan posible de reducir el calentamiento global, manteniendo esos modelos productivos. Por el contrario es imprescindible la actividad biológica de los árboles y las plantas, el manejo de suelos y pastizales y el desarrollo de pastoreos y cultivos que eviten las tierras desnudas y permitan un balance positivo de la captura de carbono en los suelos. En el trazo grueso, no debe confundirse la necesaria eliminación de la producción ganadera industrial, en confinamiento (feed lot) que es la responsable del importante balance negativo de carbono, con la ganadería pastoril, que es necesario articular con la agricultura para garantizar la conservación de los suelos. La ganadería pastoril regenerativa aporta a capturar carbono y contribuye a conservar los suelos.

El desierto


La agriculturalización es una de las responsables de la desertificación. Un buen ejemplo de esos daños, surge de un repaso sobre lo ocurrido con las primeras civilizaciones agrícolas. Quien ha transitado la escuela secundaria se enteró de la existencia de las primeras civilizaciones en Mesopotamia y Egipto, que crecieron y se desarrollaron a partir de comunidades asentadas en los márgenes de ríos y practicaron la agricultura. La civilización egipcia se construyó a lo largo de mil doscientos kms en los margenes del Rio Nilo. Basta repasar donde están construídos los grandes monumentos de esas civilizaciones. ¿Cuál era la lógica de construir esos magnificos edificios en el desierto? Y la respuesta es: hace miles de años lo que existía allí eran campos de cultivo, agricultura intensiva para alimentar a la población de esas ciudades.
La idea que lo que viene después de la agricultura intensiva es el desierto, no es desconocida por quienes promueven este modelo, pero relativizan sus efectos atribuyendo a los avances tecnológicos la posibilidad de revertir esta sentencia. A modo de ejemplo hace unas décadas el arado terminó en el banquillo de los acusados y fue reemplazado por la siembra directa. Es cierto que el arado traía consecuencias negativas, contribuyendo a la erosión por romper la estructura de la tierra. Pero con la desaparición del arado y las nuevas técnicas de siembra sin remover el suelo, aumentó el problema de las malezas, y para ese problema la solución que se propuso fue usar mayores cantidades de herbicidas químicos, que fueron creciendo en toxicidad y agresividad, con la consecuencia de matar a insectos y microorganismos que aportan a los procesos biógicos y conservan el suelo. El control mecánico de las malezas fue remplazado en su totalidad por el control químico.
El suelo sano acumula agua y dióxido de carbono, pero un suelo enfermo empieza a convertirse en polvo, en desierto. Hoy casi dos tercios de nuestro planeta están desertificados. Todos los años se pierden millones de hectáreas que dejan de ser aptas para agricultura e incluso queda comprometida la posibilidad de ser reconvertidas para desarrollar otras actividades. Un informe de Naciones Unidas advierte que las posibilidades de hacer agricultura en el planeta no son infinitas. Por el contrario, señalan que de no mediar cambios urgentes en el uso de la tierra, el límite es de 60 años.
Nuestro país no es una excepción en lo que hace al avance de la desertificación. Tenemos 75% de tierras secas y un 81,5 % de las tierras presentan un proceso de degradación. De esa cifra un 32% esta directamente ligada a la actividad humana (capitalista) porque son procesos de degradación biológica, de pérdida de diversidad. Cada año se suman dos millones de Ha a las afectadas por la erosión.
El aumento del precio mundial de los alimentos, se sustenta en el crecimiento de la población y en la reducción de las posibilidad de producirlos, porque hay menos tierras de cultivo o de pastaje. La Argentina tiene enormes posibilidades no sólo de alimentar a su población sino de beneficiarse con la creciente escasez mundial de alimentos, haciendo una producción agropecuaria sustentable, que privilegie la conservación de los suelos. Las herramientas para una producción ecológica están disponibles. Basta adoptarlas. De hecho, ha crecido el número de productores hortícolas que han empezado a trabajar con una orientación de producción de alimentos sanos y saludables. En ganadería en los últimos años y a contrapelo del asesoramiento de los vendedores de insumos, se han extendido prácticas de pastoreo racional y revalorización de los pastizales naturales, que han sido promovidos entre los productores más por la conveniencia económica, que por la conciencia ecológicas. En producciones mixtas la Red de Municipios y Comunidades que Fomentan la Agroecología (RENAMA) cuenta con más de 180 productores y 90.000 hectáreas asociadas. En todos los casos, los buenos resultados alientan la reflexión sobre los cambios producidos.

Nuevas alianzas

A contrapelo de lo que indicaría un proyecto sensato de país, y de las experiencias realizadas en los últimos años en el terreno de la agroecología, el gobierno nacional sigue empeñado en promover el modelo agroindustrial. Va a subsidiar la compra de fertilizantes y venenos, y a profundizar el modelo de agriculturización a costa de acelerar la destrucción de los suelos. Ha elegido un rumbo y el sujeto que va a acompañarlo: los sectores más concentrados de las cadenas agropecuarias, las multinacionales vendedoras de insumos, los exportadores, los frigorificos que trabajan para el exterior, los feed lots, y las camaras comerciales. Si el gobierno de Macri aumentó en forma descarada el endeudamiento externo, el gobierno actual ha elegido pagar esa deuda ilegítima comprometiendo la salud de la población, la sustentabilidad de los suelos y la producción de alimentos para las próximas generaciones. Apoyar o enfrentar esta postura debería partir aguas en términos políticos, lo que permitirá recrear nuevas alianzas populares. En esa disyuntiva las organizaciones campesinas tendrán que posicionarse en oposición a un gobierno del que reciben recursos, pero que se ubica en la vereda del agronegocio. En caso contrario quedaran reducidas a recibir y repartir curitas mientras nuestro pueblo afronta el bombardeo.

Guillermo Cieza

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