Matanza avanza: hacia la degradación de la vida y el ambiente
12Oct21¿Qué pasa cuando el ambiente contaminado y degradado por agrotóxicos forma parte del territorio más densamente poblado del país?
Cuándo pensamos en un ambiente degradado y contaminado por fumigaciones no controladas desde el modelo productivo del agronegocio, se nos viene las imágenes de un ambiente rural. También pensamos en los pueblos fumigados y ahí se nos viene la denuncia presentada por las Madres de Barrio Ituzaingó, anexo de Córdoba y la elaboración del primer registro de epidemiología popular y todas las comunidades de afectados que despliegan acciones con un fuerte anclaje territorial exigiendo ordenanzas para establecer distancias de fumigaciones respecto de los núcleos urbanizados. Podríamos pensar también en las escuelas rurales denunciadas por Ana Zabaloy, directora de la escuela rural no 11 de San Antonio de Areco, que fue la fundadora de la Red Federal de Docentes por la Vida y murió en 2019 como consecuencia de un cáncer. ¿Pero qué pasa cuando el ambiente contaminado y degradado por agrotóxicos forma parte del territorio más densamente poblado del país? ¿Cuándo el “avance de la frontera agropecuaria”, que implica el cambio del uso de la tierra con el modelo del agronegocio que incluye un paquete tecnológico con tres aristas principales: semillas genéticamente modificadas siembra directa y uso de agrotóxicos (fungicidas, insecticidas y herbicidas); convive con asentamientos populares, barrios y escuelas a pocos kilómetros de la General Paz?

Envenenados con glifosato en La Matanza
El viernes 8 de octubre llegamos al barrio “Oro Verde” en Virrey del Pino. Entrando por la calle principal a pocos km de la RN n°3 nos chocamos con una tranquera qué da comienzo a un campo de explotación agrícola, mantenidos por la intervención tecnológica intensiva y sostenida. El campo tiene una forma de herradura y tiene aproximadamente 300 ha. A la derecha del campo se puede ver un asentamiento popular construido en los últimos años como ampliación del barrio Nicole; detrás de las casillas y la casas en construcción se puede ver las colinas de basura de unos 20 metros de altura de lo que es el relleno sanitario del CEAMSE.
En esta época del año el campo es una gran extensión vacía, seca, amarillenta, cubierta del rastrojo de la cosecha anterior. Pero al mismo tiempo son señales que nos muestra el característico proceso de producción de Soja RRTM (Roundup ReadyTM) nombre comercial de la empresa Monsanto/Bayer, su principal propiedad es ser resistente al glifosato (herbicida de amplio espectro que acaba con las malezas sin afectar la soja, factible de ser aplicado en cualquier momento del ciclo agrario) y la adaptación a diversos suelos y ecotonos. Cuando se consolida la utilización de semillas genéticamente modificadas comienza a utilizarse el sistema de “siembra directa” o “labranza cero”. Este sistema deja el suelo intacto antes de la siembra, utilizando maquinaria preparada para colocar la semilla a la profundidad necesaria. De esta forma, el suelo queda cubierto del rastrojo de la cosecha anterior por lo que minimiza la erosión, pero al no eliminarse los residuos de cosecha anterior genera malezas que serán combatidas por mayor cantidad de agroquímicos o con productos de más amplio espectro como el glifosato.
Erica y su familia nos reciben en el patio de su casa a escasos metros del contacto directo con los agroquímicos. Comienza contando que “el jueves de la semana pasada me dijeron que mi hijo Adrián de 9 años que tenía glifosato, igual que mi esposo que tiene el glifosato en la sangre también”. Hace nueve años se mudaron con sus tres hijos al barrio escapando del alquiler y de la “contaminación de la ciudad”. Erica sigue su historia: “al principio cuando vine a vivir acá yo no sabía que era un veneno, hasta me parecía divertido verlo al tractor con el mosquito cuando pasaba, era una imagen de campo, una imagen como una foto de campo, el del tractor te saluda. La gente que trabaja y no tiene ningún equipo especial de nada. Yo creo que ni saben a lo que se exponen.”
En varios espacios rurales a lo largo y ancho del país, las fumigaciones no se realizan cumpliendo la normativa vigente, como el nivel de toxicidad o la cercanía a espacios urbanos. La gravedad del impacto de dicha práctica se evidencia en los registros de atención hospitalaria de dichos pueblos. En el conurbano bonaerense la cosa es distinta. Erica nos relata el proceso:
“Hace tres años empecé investigar, en el 2019 mi hijo de 9 años había tenido mucha alergia en la piel y mucho sangrado de nariz. entonces voy a un lugar y al otro día la guardia y ahí en donde un médico del barrio linero del otro lado del campo me dice porque yo le pregunto por la contaminación y me dice que me acerqué a un hospital de la ciudad porque acá no me iban a hacer nada, no me iban a resolver nada, pero que él no me podía derivar porque lo comprometía. Fui a un hospital de la ciudad y la médica me dijo que me podía contactar con pueblos fumigados. Pero eso no era lo que buscaba. Me importaba la salud de mi hijo, pueblos fumigados me iban a hablar de otro lugar. Se me ocurrió ir al sector de toxicología del hospital de niños Ricardo Gutiérrez y bueno ahí nos recibieron y nos hicieron los análisis en el 2020. En marzo tenía que recibir los resultados, pero por la pandemia el hospital cerró y la semana pasada , creo que el jueves de la semana pasada fue que recibí los resultados positivos de Adrián y de mi marido y las colinesterasas de mi hija dieron muy bajas, eso significa que puede haber presencia de pesticidas”
El relato nos muestra como la fragmentación en la atención del sistema de salud en los sectores populares, descontextualizado o como un elemento ajeno a la salud de los territorios; obstaculiza poder construir y registrar datos epidemiológicos sobre intoxicaciones agudas y crónicas por los efectos de los agrotóxicos sobre la salud humana. La experiencia de construcción de una epidemiología popular y comunitaria resulta primordial para abordar y resistir contra las implicancias a la salud y sobre los efectos en el ambiente del modelo toxico impuesto por el agronegocio.
En los últimos años han aumentado las investigaciones que abordan esta problemática. Varios estudios médicos consideran que la exposición directa a este tipo de agroquímicos produce diversos impactos en la salud de la población, específicamente, en el sistema inmunológico, el sistema endócrino, y sobre la salud reproductiva de las mujeres.
Estas tensiones y relaciones de poder hacen que sospechar o comprobar con evidencia científica fundada que los agrotóxicos pueden ser peligrosos para la salud humana, aun bien aplicados y en dosis subóptima
Resistir al modelo de muerte
En la actualidad, el modelo dominante de agricultura industrial bajo regímenes alimentarios globales se caracteriza por la producción de pocos cultivos en grandes superficies, mediante la siembra directa y la reducción de plagas, gracias al alto uso insumos externos (fertilizantes y agrotóxicos).
Hay sobradas evidencias científicas sobre la toxicidad de los principales agroquímicos que se utilizan en el país. La forma de nombrar al conjunto de productos químicos usados en la agricultura expresa intereses sectoriales, los actores hegemónicos del modelo que integran las redes de venta, comercialización y uso los denominan “plaguicidas”, “agentes promotores de cultivo” (dónde también se incluyen los fertilizantes) o “fitosanitarios”, es en parte a través de estas formas de nombrar que se construyen los procesos de legitimación simbólica del uso -o no- de los plaguicidas. Cuando las y los vecinos comienzan a percibir la contaminación por agrotóxicos y al mismo tiempo los nombran veneno, empiezan a dar forma a la resistencia al modelo. El siguiente relato de Erica, nos ejemplifica como lxs vecinxs van percibiendo el envenenamiento que padecen:
“Uno de los vecinos se está haciendo su casita ahora y tiene una nena y cuando vinieron a vivir acá yo les dije que me estaba haciendo unos análisis por el tema de la contaminación por glifosato, puede ser que estemos contaminados. Eso fue el año pasado y me comprometí a decir los resultados, bueno fui ahora y le conté lo que pasó y me cuenta que hace dos meses pasaba el tractor fumigando al mediodía que los niños que viven un poquito más allá que tienen un promedio de 8 años eran alrededor de cuatro o cinco chicos corriendo atrás del vapor qué manaba del tractor con el glifosato Esto es gravísimo lo que te estoy diciendo; o sea, que le gritó a los nenes: chicos, chicos por favor salgan de ahí eso es veneno
.’ El hombre del tractor saludaba a los nenes muy amablemente porque no nos iba atropellar, pero les iba a tirar glifosato nada más con un montón de otros pesticidas qué le van a arruinar la vida para siempre”
Este modelo “neoextractivista” avanza en todo el país sobre el conjunto de la vida del territorio, desplazamiento de pequeños y medianos productores y poblaciones originarias por grandes arrendatarios, destruye la vida y daña el ambiente, con altas tasas de deforestación, contaminación del suelo y cuerpos de agua dado el excesivo uso de pesticidas y químicos. Este modelo de muerte llegó al corazón de la provincia (con este eslogan hace marketing el intendente Espinoza): La Matanza. Una Matanza que sufre una continúa degradación del ambiente y de la salud de las y los matanceros: Contaminación de toda la cuenca del río Matanza y sus arroyos, la destrucción de humedales y la continúa inundaciones de los asentamientos populares, la contaminación de grandes industrias y frigoríficos, el CEAMSE de Gonzalez Catán que debería estar cerrado desde el 2007, etc.
Los barrios que viven cotidianamente con agrotóxicos, las escuelas fumigadas, las organizaciones sociales y ambientales de La Matanza, deben construir un camino que ya emprendieron muchos pueblos fumigados: un territorio en resistencia. Lxs vecinxs de Virrey del Pino van construyendo lentamente y desde abajo su camino de lucha, No solo por las franjas de no fumigación, sino también por la prohibición de los plaguicidas y una producción sin agrotóxicos. Mientras construimos territorios de resistencia debemos debatir la salidas de fondo para terminar con este modelo de producción del agronegocio, para recuperar las tierras para desarrollar una agroecología de base campesina que tenga como objetivo la Soberanía alimentaria. Esta debe construirse a partir de la lucha por el territorio en manos de los pueblos, con circuitos de comercialización locales y de intercambio justo, donde las relaciones no prioricen el negocio, sino la solidaridad, la defensa de los bienes comunes, la biodiversidad y la construcción de relaciones más justas y espacios libres de violencias
Carlos Gonzalez. Educador Ambiental
Muy interesante la nota, es terrible leerla pero es la realidad que debemos cambiar. Gracias