Conversaciones con un cojudo de San José De Flores
21Oct21Otra vez nos encontrábamos trabajando en una misma cuadrilla con Rubén Décima “el cojudo de San José de Flores”
Lo hicimos en el limón con el famoso “Pantera” y ahora en el Arándano hasta hace unos días con “Juanrra”, como capataz.
Apenas lo vi lo saludé a puño cerrado.
En el limón, casi a mitad de la temporada de éste año abandoné el trabajo después de presentar una Certificación Médica del doctor Suárez Castro de la Clínica de Famaillá, dónde especificaba el problema Artrosico por el cual no podía continuar realizando la tarea de campo.
A fijarse:
“no puedo acuclillarme ni arrodillarme a cortar en la parte más baja de la planta”. Es imposible desenvolverme con la agilidad de una persona sana.
“Tampoco caminar largas distancias, ni estar mucho tiempo parado, ni subir ni bajar escaleras”
“Un resbalón de peldaños me provocaba un dolor terrible en las articulaciones haciéndome maldecir de mi situación particular.

“Menos que menos transportar ninguna escalera (algunas son tan pesadas) porque el peso de los hierros agrava el desgaste de los huesos”.
“Y en las lomadas como las del Timbó Viejo mis huesos padecían horrores.
La puta que los parió al ideólogo que se le metió en la cabeza mandar plantines en el lugar. Han tirado el monte virgen para utilizarlo con el propósito lucrativo. El gremio vendido de la Uatre, “bien, gracias”. En ningún momento consideró el doble esfuerzo que significa laburar ahí”. Tendrían que exigir que se pague más. Pero no lo van a hacer. Viven a costilla nuestra y negocian para su propio beneficio con los empresarios.
Preguntón y charlatán como es, el Cojudo quiso saber si qué tal la había sacado con “Las Colinas”, más precisamente con el Contador de la empresa, con quién en ocasiones anteriores he tenido un par de cruzadas.
-“Más o menos, cojudo, más o menos -le respondí, mientras íbamos caminando a buscar los atriles”.
-¿Cómo que más o menos? -preguntó extrañado-. ¡Qué querés decir con eso. Explica o calla para siempre”¡-sentenció señalándome con el dedo y cagándose de risa.
-Es que con los jornales no hubo problemas ¿sabes?:
Días que la cuadrilla trabajó en la quincena, días que a mí me pagaron. Por ese lado, no tengo de qué quejarme -respondí en medio de las risotadas.
-¿Pero…acaso no corresponde que te paguen la quincena completa?
-No cojudo -le dije acomodando las bandejas en el atril-. Yo también pensé eso.
Si hubiera visto mi tata
Lo enojado, lo chinchudo que estaba yo cuando se lo dije al Contador, no lo creería.
Después averigüé en el sindicato, y ahí, hablando con Germán Ferrari, me agarró más bronca todavía cuando aseguró que el Contador tenía razón.
¡Putos de mierda, dije
¡Nos venden como bolsas de papas! Se bajan los lienzos por la moneda. Malparidos.
Por eso me quedé piola y no seguí macaneando con ese tema. Aunque me rascara con un “marlo,” la verdad era esa. Nada podía hacer”.
Con el tema de la revisación quedaron en llamarme. Pero al parecer no hay apuro con lo mío.
-¿No te han llamado todavía?
-Si -le respondí-. Me llamaron una vez. Primero el Supervisor y luego el Contador, avisándome qué día tenía que presentarme allá en la Ciudad con todos los estudios que pueda tener a mano.
-¿En qué lugar?
-No me acuerdo ahora la dirección, cojudo, para qué te voy a mentir.
Se me olvidó.

Pero lo que sí me acuerdo es que le dije que había un inconveniente para ir tan temprano. Y para peor, el clima no ayudaba: “hacía un Frío de la San puta”.
-¿Y para qué hora te habían dado el turno?
-“Cómo a las nueve de la mañana, creo.
“Contador -le dije-: ese horario me es imposible. Porque aparte de la artrosis tengo otro problema que me jode la vida. Le conté cual era el otro problema.
Él entendió:
“Ajá, bueno -me contestó-. Vamos a ver si acomodamos con la doctora un turno más conveniente. Ya le estaré avisando”.
No sé si a los dos días o al siguiente de haberme mandado ese WhatsApp le da positivo de Covid a mi Compañera y quedamos aislado.
Qué cagada cojudo. No te imaginas lo feo que fue eso.
Perdí el gusto y el olfato igual que la mujer y mi chango. Sentía mucho frío, me dolía el pecho, me agarraba chucho. Me daba una tosedera y botaba unos pollos verdolagas que me revolvía las tripas. Aparte me sentía mareado, ni leer podía, te lo juro.
Mi mente era negatividad pura:
“De ésta no te salvas, chaval”,
“Ahora vas a parar las hushutas”
“No te salva ni Mandrake”
Me hacía el bocho, cojudo. Es que yo siempre he padecido de bronquio-neumonía. Estaba julepeao, re-julepeao.
Una gripe me apalea y me tira a la cama toda una semana: hecho bosta quedao. Así que, imagínate, como no iba a pensar lo peor. Suerte que salimos los tres. Hicimos el aislamiento y estamos vivo para contarlo.
Amigos y familiares se portaron de “diez” y una vecinas mejor todavía.
Cuando pasó esa tormenta le envié un WhatsApp al Contador avisándole qué ya estaba disponible para que me revise la Doctora y hasta el día de hoy no tengo novedad. Yo creo que ya será para el próximo año. Pero eso sí, cojudo. Apenas comience la temporada le mandaré certificado. No porque no quiera trabajar ni hacerle problema a la empresa por puro gusto. Sino porque ya no puedo laburar.
Mirá -seguí hablando-, el arándano es un trabajito liviano pero termina la jornada y yo salgo maltrecho buscando llegar al colectivo para sentarme y descansar los pobres huesos.
-“Che, -me dijo el cojudo cuando estábamos en la marcada listo para comenzar la jornada-. Escuché a Lalo Gómez cuando le contaba a otro chango que vos sos medio escritor. Que te gusta contar cosas sobre todo del trabajo. ¿Es verdad eso?”
-Sí, es verdad cojudo, Lalo no ha mentido. Escribo, pero soy mucho menos que medio escritor jajajá, reí. Digamos que no soy nada.
-Bueno, aunque seas nada como decís, lo que contás parece que a varios le gusta, según lo que dice Lalo. Los intelectuales no te van a dar bola, para ellos no escribís. En cambio gente como nosotros sí, más, si nos vemos reflejado en la historia.
Sería bueno que contés esto del Arándano. Mira todo lo que hemos caminado para llegar a la marcada.
Es mucho, ¿no te parece? Encima que caminamos como boludos todo el día de cuadro en cuadro porque que todavía no hay fruta como en plena temporada tenemos que seguir caminando para devolver los atriles al mismo lugar de dónde lo sacamos por la mañana. No tienen consideración con nosotros. No le importamos.
-Tenés razón cojudo -le dije llenando ya el canastito de arándano.
-Y sí, claro que tengo razón si no fijate: Nos traen a laburar por dos mangos. No ganamos nada pero para ellos, la fruta que sacan es oro. Exportan en Dólares. Tendrían que cuidarnos, ser más atento con quiénes levantan la cosecha.
-Ahí nomás tenés, cojudo, con lo que has dicho una queja grande: inmensa. No tendría que ser así, ¿cierto? No nos rascamos las bolas, laburamos desde que llegamos a la mañana temprano hasta las cuatro de la tarde. Es cansador aunque sea liviano y si los pendejos y vos que no les duele ni las uñas se cansan imagínate yo con las rodillas a la miseria.
-No te creas, -se exaltó el cojudo-. Yo también ando cagao. No te pensé que sos el único con problemas de salud
-Cuándo irá a cambiar la suerte para nosotros, cojudo ¿Alguna vez será?
-Nooo, olvídate me respondió mientras vaciaba la fruta en la bandeja.
Panini – Acheral – Tucumán
11/09/2021