En Mendoza el agua manda

En Mendoza el agua manda

5Nov21 4 Por Eugenia Segura

Más de siete mil personas se congregaron en la marcha de repudio al fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación que vulnera la ley 7722, Guardiana del Agua. La misma que inspiró el Mendozazo de 2019, y promete otro verano caliente en las rutas cuyanas.

Desde que el pueblo mendocino parió a la ley 7722, en las rutas heladas por el invierno cordillerano del 2007, el lobby minero viene tratando de voltearla. O modificarla, tergiversarla, adulterarla, como sea y a como dé lugar. Nunca pudieron, es una ley guardiana del agua defendida por habitantes del desierto: Mendoza cuenta solamente con tres oasis, y no se puede ni se quiere echar a perder ninguno de los ríos que los abastecen.
Una ley sencilla, fácil de aplicar, de siete artículos. El espíritu de la ley es: no le echen veneno a las fuentes de agua y dejen a la naturaleza tal como está, porque el equilibrio de este ecosistema es muy frágil.
El artículo más sensible es el primero, donde la ley reza:”… se prohíbe el uso de cianuro, ácido sulfúrico, mercurio, y otras sustancias tóxicas similares en los procesos mineros etc”. Precisamente ahí fue a dar el fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, al declararla constitucional pero si le borramos esa partecita que dice “y otras sustancias tóxicas similares”, porque dizque adolece de indeterminación.
Podrían habernos dado una mano, los Supremos, y agregarle algo tipo “y otras sustancias tóxicas consignadas en la Ley Nacional 24051 de Residuos Peligrosos”. En vez de borrar, y abrirles las puertas, o compuertas mejor dicho, a cualquier otro veneno que no sea cianuro, ácido sulfúrico o mercurio.
Hubiera sido mucho más cortés y constitucional de su parte, ya que acordaría con los principios de no regresión de las leyes ambientales, que obligan a ir siempre a por más protección, nunca por menos. Más equitativo intergeneracionalmente, ya que les estaríamos dejando a las generaciones futuras un medioambiente mejor o igual al que nos tocó vivir y preservar. E iría de perlas con todos los pactos firmados en cuanta cumbre internacional la Argentina se ha comprometido a cuidar el planeta que nos toca, como el reciente Acuerdo de Escazú.
Y por supuesto, recíprocamente, no hubiera habido conflictividad social, sino un bonito festejo del pueblo: no hay grietas en el agua, ni en el amor al agua que late en todo pecho mendocino.
Pero eso no pasó. Tacharon. Y por esa mancha que queda en el papel de la ley, se cuela la posibilidad de que un proyecto megaminero llamado San Jorge, de dos megamineras rusas llamadas Solway Investment y Aterra Capitals (esos nombres se ponen), vierta toneladas de xantato y poliacrilamidas en el pueblo en el que vivo, Uspallata. En las nacientes del único río que abastece a todo el Oasis Norte, con su Gran Mendoza, sus viñedos, sus industrias. Su cultura y sus cultivos. De ahí la fuerza que reunió las siete cuadras de marcha en repudio al fallo de la Corte Suprema. La misma que sostuvo nuestros pasos de pueblada en pueblada, hasta desembocar en el Mendoaguazo del 2019: kilómetros de gente que vino a pie desde los Oasis Centro y Sur, hasta el Oasis Norte, donde vive el gobernador que quiso y no pudo derogar la ley 7722 como primera medida de su gestión.
Imagínense lo que es vivir más de una década con la amenaza constante de que, en cualquier momento, otra vez lo de la minera. Con esa angustia, y también con la alegría y el sano orgullo de llevar más de una década tomando agua pura. Con el ecosistema intacto. Pero también con la contaminación social que produce la sola presencia de la minera desde sus oficinas. Desgarraduras en el tejido social de un pueblo ya no tan chico (quince mil habitantes), que vive principalmente del turismo, severamente afectado por las consecuencias de la pandemia. Con el subeybaja de los precios de los metales, otra montaña rusa. Y el cambio climático cada vez más extremo: más de una década de sequía llevamos al mismo tiempo.
También esas fuerzas sostienen nuestros pasos. Porque ya lo sabemos, todo es una cuestión de pasos. ¿Y qué nos queda, después del fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación? Es la máxima instancia a nivel nacional. Más allá de ella sólo nos queda el mar, la Corte Interamericana de Derechos Humanos (el agua lo es), después la Haya. Un camino largo, plagado de lobbystas a nivel internacional, riesgoso y costoso en términos de tiempo y energía, que seguramente emprenderemos de ser necesario.
Nos queda otro camino también largo, emprendido hace más de 20 años, y sistemáticamente cajoneado, que es la sanción por ley del Área Natural Protegida Uspallata Polvaredas. La única zona que falta para que, en continuidad con los Parques ya existentes, la cuenca completa del Río Mendoza quede definitivamente protegida. No podemos conformarnos con menos. Los beneficios que se derivan son evidentes, además del turismo generado por la puesta en valor de los sitios históricos (el Qhapaq Ñan, declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO, la ruta sanmartiniana, donde se gestó la liberación de medio continente, los lugares sagrados del pueblo huarpe, etc). A la preservación de la flora y la fauna, la belleza del paisaje, y las fuentes de trabajo digno y sostenible por generaciones, se le añade la posibilidad de que toda la producción agroindustrial del oasis Norte pueda certificar con Denominación de Origen Protegido. Esto es, garantizar que los alimentos y bebidas han sido hechos con agua pura proveniente de un ecosistema prístino. Tanto así. Tan simple como vivir en paz, en armonía con la Naturaleza. Y terminar definitivamente con esta pesadilla. No podemos conformarnos con menos.

Hay un sólo precedente, en toda la historia, de que los Supremos hayan dado marcha atrás con un fallo: en el caso de la despenalización-repenalizacion de la tenencia de marihuana para consumo personal. Como luz de esperanza, es muy débil.
Sin embargo, los mendocinos y las mendocinas sabemos que cuando nos unimos y hacemos oír nuestros reclamos en las calles y en las rutas, podemos conseguir lo que pareciera ser imposible: un rapto de sensatez en los políticos. Cierto respeto hacia aquello que denominamos el espíritu de la ley. Torcer las imposiciones del poder económico de las trasnacionales. Ahora veremos cómo nos va con los jueces de la instancia máxima a nivel nacional.
Mientras tanto, sólo les puedo contar que en la marcha de ayer, cuando llegabas a una esquina, se podía ver un río de gente en la calle paralela. Y si seguías caminando, lo mismo sucedía en la otra cuadra, y la siguiente. Por el camino se iban sumando: salimos tres cuadras, y llegamos siete. Hasta llenar la plaza Independencia, con el corazón en un puño en una gota de agua, y una decisión histórica en nuestras manos. Preferimos el río, y que el oro se quede donde lo puso la naturaleza, quietito, hace millones de años. Vale más el agua, nuestra identidad, la salud del planeta: no hay vuelta que darle. El agua de Mendoza no se negocia.

Eugenia Segura