El Teorema de Scioli

El Teorema de Scioli

17Nov21 1 Por Alfredo Grande

La política fundante no se traduce en cantidades. Ni en números. Se traduce en cualidades e intensidades. En signos.

Es conocido el denominado “teorema de Baglini”. Cuando más lejos está un sector político del poder, más audaces y radicales son sus propuestas. Raúl Baglini era radical y el denominado “teorema” es descriptivo de la denominada realpolitik.  Podemos invertir al teorema y decir que cuando más cerca está un sector político del poder, mas temerosas y más pusilánimes serán sus propuestas. Hace varios años he descripto al “retroprogresismo”. Cuyo derrotero es acercarse cada vez más a lo retro, desde posiciones cuya identidad autopercibida es “progresismo”, hasta el abrazo del oso y la osa de las derechas, L gant. Retroprogresismo y Derechas de Élite son aliados estratégicos.

En el mejor de los casos, establecen alternancias de gobierno. En el peor, padecen del denominado alucinatorio político confusional y comienzan con los tiros en los pies. Y de ahí para arriba. Desde ya, esta es la divisoria de aguas que permitiría pasar de una democracia representativa /restitutiva a una democracia directa donde nadie hablará más en nombre de nadie. Y menos se endeudará. Última luz de ese faro: diciembre de 2001.

Sin embargo, la siniestra pareja retroprogresismo y derechas de élite recomponen rápidamente el damero constitucional. Si el absoluto mal es la dictadura militar instigada por el poder empresarial, entonces la democracia, cualquier que sea su marca registrada, es el bien. Quizá no absoluto, pero el bien.

Entonces el Orden Democrático, la Republica Encontrada y el Mandato constitucional forman un nuevo trino, supuestamente laico, pero no tanto. Tres en Uno. Cualquier cruzada está habilitada para conservarlo. Las boletas electorales no se comen. Votar es obligatorio, pero no es obligatorio alimentar al pueblo. El hambre es un crimen como hace más de 40 años marcara a fuego el movimiento nacional “chicos del pueblo”. Lo único que puedo agregar mientras el recuerdo de Alberto Morlachetti me acompaña, es que debería tipificarse como un crimen de lesa humanidad.  

Alguna vez los juicios de “lesa” incluirán a las empresas que lucran con la alimentación. Y con la salud, que no es lo mismo, pero es igual. Las ganadoras de toda competencia, incluso la electoral, son siempre las grandes corporaciones de la política. Desde ese lugar, la prédica anti sistema tiene un núcleo de verdad. Un candidato financiado por los poderes que dice combatir, una especie de Guasón con peluca, chapotea en los barriales del Trino y se ofrece como anticristo y  falso profeta. Denostarlo es ensalzarlo y jugarla de Poncio Pilatos. Pero negarnos a pensar las condiciones objetivas y subjetivas que generan al “guasónido” es suicida. La república de Weimar lo descubrió (es un decir) cuando había pasado el punto de no retorno.

El Teorema de Scioli tal como lo pienso en este momento, señala que: “la diferencia cuantitativa en un sistema de alternancia partidaria encubre la continuidad del modo de producción económico, político y social”. El turismo de capitales, amparo en la ley de entidades financieras que “Joe de Hoz” nos legó, sigue intacta, botox más, cicatricure menos. No hay fuga alguna porque no es delito. La bancarización de la vida, mérito del estatizador de la deuda privada en pública, sigue viento en popa y proa.

En ese sentido, es cierto que todos ganaron. Retroprogresistas y Derechas de Élite no verán peligrar los tributos a la gran estafa con la cual los libres del mundo podrán despedirnos: “al gran pueblo argentino, ataúd”. La cultura represora tiene un nuevo banquete y el único derrame en puerta es la basura a cielo abierto. Solo pido, aunque no sé si a Dios o a Freud, que los que ajenos están a la siniestra pareja “retro – élite”, no sucumban ante los cantos de sirenas del sistema métrico decimal. La política no es aritmética. Es teoría de los conjuntos.

Alfredo Grande