Pagar pese a todo y contra todo

Pagar pese a todo y contra todo

7Ene22 0 Por Daniel Campione

El gobierno convocó a gobernadores de oficialismo y oposición para informar y debatir acerca de la tramitación de un acuerdo de pago con el FMI. Explicaciones ya muy remanidas sobre las irregularidades del préstamo no van acompañadas por ninguna decisión que no sea pagar y someterse a condicionamientos dañinos para nuestra sociedad.

El miércoles  cinco de enero el presidente  Alberto Fernández y el ministro de Economía Martín Guzmán mantuvieron una reunión con funcionarios de las provincias. Las jurisdicciones gobernadas por el oficialismo se hicieron presentes por medio de sus gobernadores.

Las regidas por la oposición concurrieron mediante “representantes”, en general  vicegobernadores o ministros de Hacienda. El gobierno de la Ciudad de Buenos Aires se ausentó, en rechazo del carácter “político” del encuentro.

Durante la reunión, en las manifestaciones del jefe de Estado y del titular de la cartera económica se reiteraron una vez más los esfuerzos discursivos por hacer creer en la cuadratura del círculo. Se trata de la pretensión de que se puede acordar con el Fondo Monetario Internacional la refinanciación y pago de la deuda y al mismo tiempo no hacer “ajustes”.

El presidente llegó a afirmar “Para nosotros la palabra ajuste está desterrada en la discusión con el FMI”.  Siempre puede activarse la “solución” de hacer piruetas discursivas para demostrar que aumentos de tarifas, restricción del gasto; incrementos de jubilaciones, prestaciones sociales y salarios públicos por debajo de la inflación, no equivalen a un “ajuste”

Lo cierto es que nada indica que el Fondo haya abandonado sus recetas de siempre.

Una relativa novedad fue que en la reunión se admitió que hay dificultades para llegar a un acuerdo. Guzmán incluso precisó que existen divergencias acerca del “sendero fiscal” a seguir. Vale decir que el organismo internacional, o al menos parte de sus integrantes, requieren un recorte de gastos e inversiones más duro de lo que el gobierno estaría dispuesto a aceptar.

Tras este reconocimiento, el ministro levantó la bandera de defensa del “camino de crecimiento” en el que estaría enfilado nuestro país. Cabe una cita acerca de la visión ministerial:

“Si Argentina hace un programa recesivo, hay menos importaciones, hay más superávit, más dólares para qué, para pagar deuda. Pero nuestra visión es asegurar la recuperación económica argentina, atacar los problemas de pobreza, empleo. Para nosotros la prioridad es seguir por el crecimiento, para otros puede ser diferente. Por eso es importante que actuemos con la firmeza que corresponde para defender los intereses como nación”

Una firmeza que no es tal

Una reflexión posible es que de ejercerse esa “firmeza” es muy probable que resulte incompatible con el propósito de llegar a un “arreglo de pago” a rajatabla. “Seguir por el crecimiento” no es la línea del Fondo, sus preferencias suelen ir en dirección a generar divisas a costa de la actividad industrial y del consumo popular.

Estas opiniones fueron complementadas con la condena a la forma en que se firmó el acuerdo; el cuestionamiento al FMI por violar sus propios estatutos, al gobierno de Juntos por el Cambio por   sus irresponsabilidades: Primero la de tomar el desmesurado préstamo y luego la de facilitar que se destinara a la fuga de capitales.

Esto último se conoce desde el principio y ha sido repasado varias veces por el gobierno. La falencia principal es que el elenco gubernamental no está dispuesto a la consecuencia lógica de esas críticas: El repudio a una deuda ilegal, ilegítima, que constituyó una estafa al pueblo argentino.

Sectores del oficialismo (con la vicepresidenta a a la cabeza) han advertido una y  otra vez acerca de los posibles efectos dañinos que puede tener un “mal” acuerdo de pago sobre las mayorías populares. Pero no han asumido nunca, al menos en público, la voluntad de al menos revisar con seriedad el origen y destino de la deuda, antes  de pagarla.

Quedan sí dirigentes de segunda o tercera línea de la coalición de gobierno y sobre todo militantes de base que no pierden oportunidad de manifestar “No al FMI”, “La única deuda es con el pueblo”. Y otras consignas que remiten a un cuestionamiento activo de la política oficial, aún desde dentro de la coalición de gobierno.

Lo cierto es que transcurre el tiempo sin un pacto con el organismo internacional, y están ya muy cerca los vencimientos impagables. En tanto esto ocurre, la negociación por la deuda va ocupando cada vez mayor espacio en el debate económico e incluso en la discusión política.

El oficialismo se halla en trance de convertirse en “el gobierno de la deuda”, con la perspectiva cierta de firmar un acuerdo destructivo. En ese caso se convertirán en anécdotas irrelevantes los “pataleos” previos en torno a preservar la recuperación pospandemia de la economía argentina.

La apuesta genuina a la defensa de los intereses populares no puede ser otra que la del  rechazo de la deuda y la asunción de un camino independiente, que priorice las deudas, esas sí legítimas, que tiene nuestra sociedad: La inflación, la pobreza, la precariedad laboral, la pérdida de calidad de la salud y la educación públicas.

Nada indica por ahora que soluciones para esas penosas carencias vengan de las esferas oficiales.  Luchar porque se asignen por fin esas prioridades implica tomar el camino de la movilización. El marcado por las marchas masivas del pasado 11 de diciembre. Se trata de detener un declive imparable que puede llevar al país a la catástrofe.

Daniel Campione