Una mujer en la Comuna de París

Una mujer en la Comuna de París

23Ene22 0 Por Daniel Campione

La rebelión francesa de 1871 es uno de los grandes hitos de la historia del movimiento obrero. Ha sido reeditada una historia de la misma, obra de una mujer que fue protagonista de esos sucesos.

Louise Michel

La Comuna de París

Ciudad Autónoma de Buenos Aires

Libros de Anarres. 2021

320 páginas.

“No me ofendáis, no me degradéis con un perdón que ni quiero, ni necesito, ni merezco. He luchado junto con los que más han luchado, he disparado junto con los que más lo han hecho; exijo para mí el honor de la muerte que habéis dado a los otros.”

Son palabras de la militante anarquista Louise Michel en diciembre de 1871, mientras era juzgada por su participación en los sucesos de la Comuna de París.
Resulta conmovedor leer esas manifestaciones intransigentes frente al tribunal de la burguesía. No se atrevieron a condenarla a muerte y fue deportada a Nueva Caledonia, el “fin del mundo” en aquella época. De allí regresó años después para continuar la lucha con energías renovadas.

Convicción y pasión

En ocasión del 150º aniversario de la primera instauración de un poder obrero en la historia mundial, ha sido reeditado el libro que le dedicó. La publicación forma parte de la colección “Utopía Libertaria” de la editora Libros de Anarres. Sin duda este sello editorial es el más consecuente y prolífico de nuestro país a la hora de divulgar obras clásicas o “joyas ocultas” del pensamiento libertario.

El libro está precedido por un prólogo de Elina Ibarra, que presenta de modo sucinto y eficaz a la autora y su trayectoria.

Louise Michel fue maestra, poeta y una militante social y política incansable. Hasta los días de 1871 llevó quince años dedicada a la enseñanza. Excluida de la educación oficial por sus ideas, organizó sus propias escuelas, con sus métodos de orientación progresiva y fomento de una visión crítica del mundo.

 En sus años iniciales de militancia se contó entre los seguidores de Auguste Blanqui. Y justamente luego de la experiencia de la Comuna viró hacia el anarquismo, identificación que resultó definitiva. Algunos de los errores y luchas intestinas entre los communards contribuyeron a convencerla de la maldad intrínseca de cualquier forma del poder.

 Muchos años después de los sucesos de París, en 1898, publicó su obra dedicada al tema, una memoria en la que narra la historia de la Comuna, desde su ángulo de protagonista de los sucesos.

A su regreso de Nueva Caledonia y a  favor del prestigio ganado se convirtió en una oradora de masas, que viajó por varios países europeos. Una obra suya La miseria  se publicó por entregas con enorme éxito.Siempre involucrada en las luchas fue perseguida sin tregua por las autoridades. Le sobrevinieron otros arrestos y condenas y hasta un atentado del que sobrevivió con dos tiros en la cabeza.

La muerte la encontró a los 75 años, sin haber dejado nunca de hacer giras, dando conferencias a favor de posiciones internacionalistas y enfrentadas con el poder del capital.

La historia de la Comuna

En el libro narra la trayectoria de la comuna con un enfoque abarcativo Parte de los días previos al estallido de la desastrosa guerra franco-prusiana hasta llegar a su regreso después del confinamiento en las lejanas islas del Pacífico.

Sin asignarse el rol central, se ocupa de su propia participación y utiliza la primera persona. Tiene palabras de aprecio para sus compañerxs de lucha y en particular hacia las mujeres. Louise es claramente feminista y destaca las particulares dotes femeninas para empeñarse en un combate decisivo, a menudo por arriba de los varones.

Presta especial atención a la participación de las mujeres en la construcción de la Comuna y luego en el enfrentamiento armado contra el ejército francés. Allí hubo muchas comprometidas en la lucha. Su inclusión no fue solo a través de roles femeninos tradicionales, en el aprovisionamiento y la sanidad.

Fueron numerosas las que llevaron un fusil al hombro y se trabaron en combate. Hubo un batallón femenino y también una barricada defendida sólo por mujeres. La propia Louise disparó en varios puestos y barricadas, integrada a las milicias decididas a luchar hasta el final sin rendirse.

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No elude los errores de la Comuna, que no expropió los fondos del Banco de Francia, no actuó con severidad suficiente con los contrarrevolucionarios. Y sobre todo no tomó una actitud ofensiva sobre las instituciones burguesas congregadas en Versalles cuando fue el mejor momento para hacerlo.

Ese enfoque crítico no implica minusvaloración de los logros del poder popular, que legisló desde el trabajo nocturno en panaderías y la supresión de los préstamos con empeño. Y adoptó decisiones de fuerte carga simbólica como la quema de la guillotina o el derrumbe de la columna Vendome, dedicada a la exaltación de las glorias guerreras.

Y se basó en delegados revocables en todo momento, en clara superación de las formas liberales de “representación” y en el poder del pueblo en armas, articulado a través de la guardia nacional.

El enfoque de clase

Su desprecio hacia la burguesía, la dirigencia política convencional y las jerarquías eclesiásticas no reconoce límites. No admite como horizonte revolucionario nada que no sea la supresión radical de ese mundo de privilegios, hipocresías y explotación descarada de las masas trabajadoras.

No ve diferencias sustantivas entre los defensores del Imperio y quienes reivindican a la república, sin olvidarse de señalar que en muchos casos son los mismos, adaptados a los vientos que soplan.

Una porción importante de la obra la ocupan sus alegatos contra el poder de la burguesía. Primero se encara contra la tremenda traición del gobierno republicano provisional, que luego de la derrota y caída del emperador Napoleón III capitula frente a Prusia, ignorando por completo la disposición al combate de las masas populares, que se encuentran organizadas y pertrechadas.

El pueblo armado tenía un deseo ardiente de paz. Lo que no impedía que estuviera dispuesto a dar su sangre y su vida por rechazar a los imperialistas que querían imponer una paz onerosa y humillante.

Luego presta minuciosa atención a la despiadada represión, basada en un discurso criminalizante y deshumanizador. La burguesía destroza sus propios principios republicanos, en aras de destrozar al pueblo armado a como dé lugar. Lo que incluyó decenas de miles de ejecuciones.

Louise toma la voz de las fusiladas y fusilados en ejecuciones sumarias; de los condenados en juicios amañados en los consejos de guerra, los sometidos a lo que llama “leyes canallas”, avasalladoras de cualquier garantía. Y describe con crudeza la pésima condición de las prisiones.

Sobre el final, cuando cuenta el destierro, destaca su mirada solidaria con los colonizados y su simpatía hacia quienes se empeñan por lograr la independencia de Nueva Caledonia.

Uno de los rasgos atractivos de todo el texto es que Michel intercala testimonios de otros protagonistas y también sus propios poemas. Al punto que estos últimos configuran una especie de relato paralelo de las incidencias transcurridas.

Cabe cerrar estas líneas con una estrofa de la militante francesa:

Para que la tierra sea al fin libre,

los valientes le donan su sangre;

por doquier es rojo el sudario

y la muerte lo va agitando

La Comuna de París - Louise Michel - La Libre

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