Narcotráfico: “la verdad de la milanesa”

Narcotráfico: “la verdad de la milanesa”

5Feb22 0 Por Mariano Ciafardini

Hace décadas que el mundo “occidental” convive con el drama del consumo  de drogas y el narcotráfico y todo el despliegue de corrupción y violencia que genera y que  desgarra el tejido social de todos los países de este lado del mundo. Los motivos por los que no se logran avances sustanciales en la solución de estos problemas terminan siendo evidentes.

Hay un razonamiento deductivo tan sencillo que asombra que no esté presente en todas las reflexiones  honestas acerca de la cuestión de las drogas y el narcotráfico y es el siguiente: las drogas para poder ser consumidas,  en las grandes cantidades en que se consumen,  al menos en todos los países de “occidente”, deben, obviamente,  comprarse cotidianamente por los consumidores. Estos las compran a los llamados “dealers” o vendedores al menudeo. Es obvio que estos vendedores y sus puestos de venta deben ser conocidos por el público consumidor, de lo contrario serían como un  kiosco que nadie sabe dónde está, algo comercialmente inviable. Estos puestos de venta son efectivamente conocidos por el público en general. En todo barrio  gran parte de los vecinos, aunque no sean consumidores saben dónde “se vende” y en las conversaciones “en confianza” esto se revela fácilmente incluso entre ironías y chascarrillos. Ahora bien, si el público, incluso el no interesado directamente en el tema, sabe dónde se  vende cotidianamente la droga cómo no va a saberlo la policía que sabe todo y mucho más que los vecinos que es lo pasa en el ámbito de cada jurisdicción de cada comisaría. Una fuerza armada que está desplegada las 24 hs  en todo el terreno jurisdiccional precisamente para investigar y vigilar y que tiene “informantes”.

Es decir que todas las policías de todas las ciudades y pueblos al menos de todo lo que denominamos “mundo occidental” saben dónde, cómo y quién está vendiendo drogas  en los ámbitos de cada comisaria, seccional o destacamento de la ciudad que sea, del país que sea. Esto incluye obviamente a los países que son los  mayores, por lejos, grandes consumidores como son los EEUU y los de  Europa Occidental. En conclusión la fuerza directamente responsable de combatir el narcotráfico de todos estos países tiene información suficiente como para intervenir permanentemente en todos los puestos de venta. Y no lo hace, salvo de tanto en tanto, cuando se generan conflictos en la trama mafiosa narco-policial o cuando, como en el actual caso argentino de la “puerta 8”, la venta tiene consecuencias demasiado trágicas como para ocultarlas.

Ahora bien las policías a su vez dependen de la estructura político institucional de los países a través de una línea jerárquica que tiene el poder, no solo de denunciar penalmente al policía implicado en el tráfico e incluso al que sabe de esto y aunque no esté implicado directamente no interviene ni hace la correspondiente denuncia a la que está obligado por ley, sino que puede sancionarlo de mil maneras con expulsión de la fuerza,  suspensiones, traslados y postergación en los ascensos. Cosa que tampoco sucede salvo como decimos  en contados casos excepcionales. De hecho para que toda esta red de ilegalidades funcione aceitadamente, como funciona, debe necesariamente haber implicados altos cargos policiales que han hecho su carrera exitosamente y algunos de forma excepcionalmente rápida y se han enriquecido con fortunas imposibles de explicar a partir del sueldo neto percibido por su función.

Que es lo que hace que todo esto no se derrumbe por la intervención integral  y definitiva de alguna autoridad honesta,  que la hay (esto debe quedar en claro)  en todas partes: el hecho de en alguno que otro momento de la investigación que lleven a cabo  esta se va a truncar,  por la intervención de alguna “mano negra”, ya  que  el tráfico de  drogas ilegales es un negocio de gigantescas proporciones  que no solo  financia  campañas políticas cada vez más caras de grandes partidos políticos  (e incluso algunos  pequeños) sino que, a nivel de la estructura financiera mundial,  que es la que en último término decide las líneas políticas fundamentales de los gobiernos más importantes de “occidente”, el dinero de la droga,  lavado en los grandes bancos y corporaciones financieras, es ya hoy una parte fundamental de sus tenencias, y su mengua podría pronunciar más agudamente la crisis en que todo este sistema está hoy enredado.

Por otra parte la “guerra contra las drogas” es parte de una estrategia geopolítica de dominación de los EEUU, que le permite la intervención directa  en territorios de otros países y la extorsión permanente a sus autoridades, por lo que la “gran democracia del norte” está en realidad interesada no en combatir al enemigo en dicha “guerra” sino en mantener el “estado de guerra”, regularlo y aprovecharse de él, aunque en esto le vaya la salud de gran parte de su población.

Si todo esto no existiera o al menos si EEUU y Europa occidental cerraran efectivamente sus fronteras al ingreso en cantidades industriales de cocaína (se calculan dos toneladas de ingreso de esta droga a las EEUU por día, como promedio) y opiáceos provenientes de  terceros países, subdesarrollados, cosa que con los medios tecnológicos ultra sofisticados que hoy existen  es totalmente posible,  la lucha contra el narcotráfico en nuestros territorios  y lo que es mucho más importante las campañas sanitarias contra la drogadicción y el uso “lúdico” de estos estupefacientes serían no solo posibles sino exitosos. Y casos terribles de “endemias” de violencia como los de Colombia y México, que amenazan con extenderse, nunca hubieran tenido lugar.

Mariano Ciafardini

Ex Fiscal Federal,  Profesor de Derecho Penal y Criminología (UBA UNQUI)

Autor de “El delito Urbano en la Argentina” Ed Ariel (2006) y Capitalismo y Criminalidad Ed Didot (2021) y “Delito y Prevención del delito en la Argentina” (2021 en coautoría con Daniel Fernández) Ed. UNQUI