Nos dejó Jorge Zabalza. Incorregible, el Tambero

Nos dejó Jorge Zabalza. Incorregible, el Tambero

25Feb22 4 Por Guillermo Cieza

El 23 de febrero, falleció Jorge Zabalza, el Tambero. Puedo asegurar que la noticia no me sorprendió. Unos días antes uno de sus compas me avisaba de ese desenlace inminente. Estaban de liga, ese día iban a llevar las cenizas de Xenia Itté, a su chacra. Les mande unas líneas, que hoy publicamos en Tramas.

Incorregible, El tambero.
Cuando pienso en la historia de Nuestramérica, y de aquellos años 60 y 70, que nos marcaron a fuego, no he podido evitar sentir un poco de envidia por los uruguayos. Creo que ese primer sentimiento lo experimenté a mediados de los 80, cuando cruzando el charco me encontré con la novedad extraordinaria de que, a diferencia de lo que nos había ocurrido en otros países, direcciones casi completas de organizaciones insurgentes, los viejos revolucionarios, seguían vivos.
¿Esa supervivencia fue producto de una falla del gran Cóndor? No lo sé. Pero por allí andaba el Bebe Sendic, un poco cachuzo, pero en pie y con la mente ágil para seguir aportando desde el Mate Amargo, o para conversar con quien se quisiera acercar a su casa de la calle Ejido. Y también los otros, los rehenes, a los que se los podía mirar, tocar y escuchar, si nos animábamos a dar una vuelta por el local de Tristán Narvaja.
Fueron pasando los años y las razones para mi envidia, se fueron redujendo. Y empecé a pensar en la suerte que tenían las y los uruguayos, de que seguía vivo El Tambero, Jorge Zabalza, y un puñadito de compas que no sólo resistieron a las carceles de la dictadura, sino después al Alzheimer. Aquella organización que había sido capaz de sobrevivir a las mazmorras del Estado empezaba a ser devorada por los despachos, los pasillos, los sillones, las negociaciones y los microclimas del Estado.
Las noticias de El Tambero me sorprendían siempre, para bien. Nunca me olvidé de aquella vez que pregunté por él y me dijeron que si quería verlo fuera a la puerta del Palacio Municipal donde estaba acampando. Siendo Edil del Frente Amplio, que gobernaba Montevideo, le plantó una carpa en solidaridad con los trabajadores que se oponían a la privatización del Casino. Incorregible, El Tambero. Con esos gestos anticipaba un alejamiento. Y un día dejó la orgánica tupamara, como muchas y muchos, la mayoría, que se fue corriendo despacito, en voz baja, sin hacer olas, a la uruguaya.
Dicen por allí, que la historia es un recuerdo del futuro. Seguro es por eso que los pueblos que hacen revoluciones, son los que escriben mejores historias de su pasado. Cuando los militantes veteranos nos ponemos a hacer historia, inevitablemente justificamos nuestro presente y nuestra perspectiva de futuro. Y pensando en un futuro revolucionario Zabalza, escribió “La experiencia tupamara: pensando en futuras insurgencias”. Gracias a él y a otros muy buenos libros como “El río da muchas vueltas pero sabe donde va” de Samuel “el bolita” Blixen, las nuevas generaciones, que apuesten a cambios revolucionarios, podrán enterarse quiénes fueron los tupamaros y qué proyectos tenían.
Otra de las buenas noticias que me enteré de El Tambero, es que andaba enamorado. De grande, había encontrado a una compañera que le pegó un sacudón en su vida. Y lo decía, y lo escribía, sin pudor alguno. Verónika Engler suma a sus otros valores, haber sido la mujer que le movió el piso a El Tambero.
La última vez que lo vi fue en una movilización de la Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas (UTAA), que había llevado sus reclamos a Montevideo. Tomando mate, compartiendo con otros compas, acompañando a los peludos. Donde tenía que estar.
La historia de vida de El Tambero, desde que salió de la cárcel fue la contracara de otros conocidos dirigentes tupamaros. Anticipándome a quienes dirán que sólo lo diferenciaban matices, arriesgo que terminaron militando en veredas opuestas. El Tambero caminaba con Xenia Itté, presa política, compañera de Sendic, enorme dirigente de los derechos humanos, que se nos fue hace poco tiempo, con Colacho el de Bella Unión, y con muchos otros que seguirán vivendo y se morirán tupamaros, aunque nunca más vuelvan a pasar por un local de esa organización. Los otros dirigentes buscaron otras amistades. Uno de ellos, el principal ideólogo de la defección, se murió rodeado de militares de pasado dudoso, que en los últimos tiempos se habían convertido en sus mejores amigos.
La última batalla de El Tambero fue contra el cáncer. Los que estuvieron cerca, dicen que peleó como un león. La vida, para él seguía valiendo la pena.
En la literatura gauchesca rioplatense hay un personaje muy conocido que es el Viejo Vizcacha. El hombre tiene tantos años como mañas y se lo reconoce por su costumbre de dar consejos. Vizcacha es un viejo de mierda, pero a algunos les resulta simpático, popular. Ser como Vizcacha es uno de los destinos posibles de la vejez. Jorge Zabalza, no eligió para sí ese destino. Había sido mucho mas que eso y no estaba dispuesto a regalar nada. Incorregible, El Tambero. Y por eso, lo recordaremos siempre.