Árboles versus Armas: Hoy más que nunca seamos “buenos románticos”

Árboles versus Armas: Hoy más que nunca seamos “buenos románticos”

28Feb22 2 Por María Victoria Valdés Rodda

No es esta una nota de último minuto sobre el “pan caliente” del momento, pero consideramos vale su lectura, porque contrario a otra realidad mundial de bosques destruidos, Cuba intenta mejorar sus áreas boscosas en igual medida que aboga por el entendimiento y la paz entre pueblos y gobiernos. Y si no se llega a Ligas mayores de Guerra, los árboles nos seguirán guiando por el buen vivir.

Es difícil sustraerse a la “comidilla” de los telediarios. Difícil dejar atrás unos minutos las noticias relativas a Rusia y Ucrania, dada su importancia capital para quizás otra configuración planetaria o al menos el esbozo de lo que debiera ser: respeto a los derechos ajenos con una paz repleta de ese contenido. Pero mientras determinados sucesos marcaban el desenlace actual, otras cosas también negativas ocurrían para perjuicio común.

Tal vez el lector informado de Tramas.ar ya lo sepa, aunque no es ocioso traerlo a colación con respecto al tema cubano, que cada semana, pongo en consideración de usted.

Un ultrarrico personaje, el georgiano Bidzina Ivanishvili, se dio el gustazo de embarcar un árbol de 135 años de edad hacia el jardín de su mansión en Tiflis, la capital de Georgia. Esta y otras plantas han sido literalmente robadas de propiedades públicas en la tierra natal del caprichoso señor. Así, desde Ayaria han viajado en naves un trecho del mar Negro. Habrá quien encuentre en ello signos de romanticismo. En nuestra opinión y en el de la de la comunidad ambientalista del orbe, se trata de una atrocidad.

Ivanishvili actuó con irreverencia; él se defiende: “solo quiero decorar con gusto”. Nosotros le añadimos, lleno de un egoísmo supremo, bastante similar al de deforestar áreas boscosas para hacerlas cultivables sin ninguna medida paliativa medioambiental. Se “matan” árboles también a cuenta de la minería y otras actividades lucrativas. Eso sin hablar de los incendios forestales, de la mano indulgente del hombre o por las elevadas temperaturas, en un círculo vicioso.

Dicho simple y llano: dañar un árbol equivale a poner en la picota el presente y un futuro saludable. Casi de similar impacto a las evitables escaramuzas bélicas, dañinas asimismo para el medioambiente de la Madre Tierra.

Un estudio del Instituto de Recursos Mundiales certifica que, en 2019, se perdieron, cada seis segundos, una extensión de bosque primario o virgen equivalente a una cancha de fútbol. Mientras que en 2021 los datos satelitales analizados por la Universidad de Maryland, Estados Unidos, arrojó la pérdida de 11,9 millones de hectáreas de bosques en general. Vaya eufemismo decir se perdieron. No, arrasamos, destruimos….

Seres sagrados

A través de la sensación de olfatearlos, palparlos, admirarlos, los árboles devinieron en sagrados, y como tales empezaron a ser protegidos. Su impronta tejió las huellas de las civilizaciones que se inventaron guardianes, desde la mitología, en cualquier latitud del globo terráqueo: Por ejemplo, en las Islas Marquesas (de la Polinesia francesa, pero de origen indo-malayo), nació la misteriosa y maravillosa leyenda de Tane, hijo de Ranginui, el cielo, y Papatuanuku, la tierra.

Los bosques allí no solo eran preciados por su belleza y oxigenación de la atmosfera, sino asimismo como proveedores de madera para las canoas con las que se hacían a la mar. Su tala, sin embargo, era sostenible. De eso se trata, de seguir esa estela de anticipada lucidez medioambiental. Deidades propias incluidas, en Cuba tenemos un amplio Programa para un adecuado manejo y resguardo forestal.

Expediente cubano

Octubre de 1492. Cristóbal Colón dejó asentado en escritura sus impresiones al llegar aquí, en lo que luego los compiladores han llamado: Diario de los cuatro viajes del Almirante y su testamento. A perpetuidad: “nunca tan hermosa cosa vido, lleno de árboles todo cercado el río, fermosos y verdes y diversos de los nuestros, con flores y con su fruto, cada uno a su manera. (…)”.

Por consiguiente, antes del colonialismo español hubo extensas zonas boscosas, eliminadas para los asentamientos, construcción de barcos, plantaciones varias… Vendría la neocolonia y entonces los empresarios yanquis también contribuyeron a la deforestación, en contubernio con una burguesía nacional que no paraba mientes en enriquecerse a cómo diera lugar.

Triunfalismos aparte, 1959 inaugura para Cuba una nueva Historia toda. Al echar a andar pueblo y gobierno revolucionarios, se promulgaron leyes protectoras, y se declararon a los bosques “bienes culturales de utilidad pública”.

De manera que la superficie boscosa de la Mayor de las Antillas ha ido creciendo constantemente, no obstante, todavía tiene baja densidad de especies de madera valiosa, el predominio de clases diamétricas inferiores, escasez de árboles maduros y un crecimiento notablemente bajo.

De este modo nos lo explica la Estrategia Medio Ambiental Cubana, apuntando a la necesidad de prevenir la ocurrencia de incendios forestales; talas ilícitas y ejercicio de actividades de trabajo por cuenta propia sin el consiguiente respaldo legal ni material; invasión de especies exóticas; y más…

Existe voluntad gubernamental de contrarrestar esas conductas, lográndose implementar el carácter sistémico de la inspección estatal ambiental, contenida en la Ley de Medio Ambiente.

Y si bien es ardua la misión veladora, el 2021 nos sorprendió, -mascarilla mediante y con el fastidioso martilleo de la Covid-19-, con un decoroso índice de boscosidad: 31,49 frente al 15 por ciento en 1959.

Varias son las entidades responsables: El Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA), la Empresa Flora y Fauna, Centros Científicos, potencial científico de muchos organismos de la Administración Central del Estado, Universidades y el Departamento Forestal del Ministerio de la Agricultura (MINAG).

Se trabaja en el fomento de nuevas áreas; mejoramiento de la estructura, densidad y composición de bosques; manejos de poda, limpias, raleos; talas sanitarias; cortas de salvamento, y mantenimiento o construcción de trochas contra incendios, imponiéndose un mejor ordenamiento de las acciones en función de las necesidades y, por ende, a la larga el ejercicio forestal debe ganar en eficiencia.  

Además, se impulsa una especial atención a la tecnificación de los procesos de la silvicultura. Y resolución importante: los lugares mineros, tienen que contar, aledañas a las empresas extractivistas, brigadas de reforestación, encargadas de repoblar el área explotada en un plazo máximo de dos años.

Por otra parte, gracias al sitio web del MINAG, la opinión pública está al tanto de que mucho se ha avanzado porque el patrimonio forestal cubano continúa con un predominio de los bosques naturales, seguido de las plantaciones establecidas, de modo que la superficie boscosa ocupa el 80 por ciento del patrimonio total.

Si ha logrado llegar hasta este punto de la lectura, dejando a un lado la avalancha noticiosa con respecto a Rusia, Ucrania, los EE. UU, la UE y la OTAN, es porque sabe que la insensatez, el irrespeto, la intolerancia y el egoísmo aniquilan vidas en similar magnitud como la falta de árboles.

Acá en Cuba hay plena conciencia de ello: el máster en Ciencias Alejandro Palmarola, investigador del Jardín Botánico Nacional y presidente de la Sociedad Cubana de Botánica, ha informado sobre los numerosos proyectos emprendidos, destinados a la salvaguarda de los árboles, en especial los cubanos, que representan el 12 por ciento de toda nuestra flora. Clave para su conservación y cuidado es el Sistema Nacional de Áreas Protegidas, el cual propicia conservar poblaciones naturales estables, sin requerir intervención del hombre para su sostenibilidad.

El archipiélago cubano cuenta una singular flora, con un estimado de 6 mil 500 especies, ubicándolo como uno de los territorios insulares que presenta mayor número de especies de plantas por kilómetro cuadrado. Es cierto que la pandemia ha supuesto cierto impasse. A pesar de esta circunstancia, el 21 de junio de 2021, el presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, al felicitar a los trabajadores forestales en su Día, comentó: “Cuba llegará al 33 por ciento de índice de boscosidad en 2030”, a tenor de la Agenda ONU para el Desarrollo.

Elevar la responsabilidad ambiental

La población cubana dejó de ser “analfabeta” en temas referidos a la protección y cuidado del medio ambiente. Se ha avanzado un montón, lo cual no es óbice para ponernos vendas en los ojos.

Es preciso una mayor conciencia para que desaparezcan escenas de mutilación absurdas: un vecino secando las raíces de un almendro, niños “batiéndose” a la esgrima con una planta, etcétera. Incluso los malos manejos de instituciones a cargo. En reiteradas ocasiones no siempre se coordina adecuadamente entre quienes tienen responsabilidades con el arbolado urbano.

Sabemos que acá en el Caribe, en el Trópico, la poda, cada cierto tiempo, va encaminada a minimizar los daños que pueden provocar los eventos meteorológicos extremos, o el entrechoque de ramas y tendido eléctrico. El quid está en hacerlo de forma “elegante” como diría una amiga. Muchas veces los árboles son “desmelenados” a cargo de los peores “barberos”.

Sugiero, desde Tramas.ar, acercarse al comentario de la colega Haydee León Moya, de Juventud Rebelde, que en su edición del 14 de febrero de este año publicó “Sin medida ni clemencia”.

Protector y altivo símbolo nacional

Nosotros también les conferimos a los árboles, grandes poderes, porque en sí mismos son filtros de dióxido de carbono, fuente de alimentos o cobijo de fauna. Pero hay otra cosa: al igual que en otras culturas, los asociamos a guías espirituales invisibles, benefactores y protectores. En la esquina de mi calle, -como en tantas del país-, se eleva poderosa, orgullosa como una centenaria mujer que todavía se sabe fuerte y útil, la ceiba.

Los chinos cubanos la adoran por ser el trono de San Fan Kong. Las religiones afrocubanas, en sus diferentes prácticas, le otorgan variados significados en armonía con ciertos santos o deidades, generando cultos particulares. De conjunto, la ceiba establece un pasaje de cubanía, del cual asumimos depende gran parte de nuestras fortunas, salud y felicidad. Cristianos y católicos la llaman árbol bendito. Y para el campesino cubano es una “mata misteriosa”.

 Su efluvio mágico es tal que los 15 de noviembre, (vísperas de la efeméride por la fundación de la Villa de San Cristóbal de La Habana), en la Plaza de Armas, inundada por la brisa marina y el trasiego humano de formas y actitudes, se le rinde culto. Hablamos de uno de los festejos populares más enraizados cuyo núcleo son los deseos de larga vida para sí y para el árbol. Para la gran familia humana queremos paz, entendimiento y nunca depredación.

Cada 15 de noviembre, en el Centro Histórico habanero, se pide bendiciones a la ceiba

Imagen principal: Martinera.

María Victoria Valdés Rodda, desde Cuba.