De “acciones militares” a “invasión”… ¡Sí, Señor!

De “acciones militares” a “invasión”… ¡Sí, Señor!

1Mar22 0 Por Daniel Campione

Respecto al conflicto de Ucrania el gobierno argentino se ha deslizado rápido hacia un alineamiento con las posiciones de EE.UU y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

El 27 de febrero, el ministro de Relaciones Exteriores de nuestro país, Santiago Cafiero, emitió una explícita condena de lo que pasó a calificar como una “invasión”.

El camino de Ginebra.

El ámbito elegido no responde al azar: nada menos que la Organización de las Naciones Unidas (ONU), con ocasión de la reunión del Consejo de Derechos Humanos de esa organización, en Ginebra. En este momento, Argentina ejerce la presidencia temporaria del Consejo.

“Es imperioso que Rusia cese en el uso de la fuerza, que cese en las hostilidades. No hay seguridad internacional con escaladas. Provenga de quien provenga, la lógica de la escalada proviene de la amenaza”, aseveró el canciller, Santiago Cafiero.

Y continuó: “no es legítimo recurrir al uso de la fuerza y violar la integridad territorial de otro Estado como forma de resolver un conflicto” (…) “La Argentina reitera a la Federación de Rusia que cese inmediatamente en el uso de la fuerza y condena la invasión a Ucrania así como las operaciones militares en su territorio”. (Subrayado del autor)

El gobierno argentino ha llegado a asumir esta posición al quinto día del inicio de las operaciones militares, luego de ser hostigado e incluso ridiculizado por la oposición de derecha. Conocidos o ignotos analistas internacionales protestaron contra el lenguaje que hablaba de “acciones militares” y no de “invasión”.  

Algunos planteos críticos, tal vez con algo más de sofisticación, señalaban el posible choque entre el reclamo de recuperación de las Islas Malvinas y el no alineamiento con la condena contra Rusia. Habría una contradicción entre invocar la “integridad territorial” para cohonestar la reclamación soberana de las Islas y la falta de un ataque tajante contra la posición de Rusia.

Más allá de las precisiones del derecho internacional lo cierto es que en la guerra de Malvinas la dictadura argentina tuvo a la OTAN como enemigo, con todo su poderío. La misma organización que pretendió y pretende avanzar impune sobre las fronteras occidentales rusas, desde los tiempos de la disolución de la Unión Soviética.

Lo que no fue óbice para que un vasto grupo de ex funcionarios del área de las relaciones exteriores y de la diplomacia se convirtieran en férreos detractores de una actitud que se supone puso en peligro el histórico reclamo de soberanía frente al colonialismo británico.

“Occidentalismo”, desde el primer día.

“Occidente” es un término de pésimos antecedentes. Su “defensa” fue el estandarte de la guerra fría para el “mundo libre”. Y respaldó la “legitimación” de los golpes cívico-militares.

El elenco gubernamental recorrió desde el inicio el sendero unilateral de objetar las acciones rusas sin mencionar las tropelías de “occidente” (Palestina, Siria, Afganistán, Libia, América Latina en general). Y las del propio estado ucranio, que produjeron desde 2014 casi 15.000 muertos en la zona de Donbass, al este del país, donde se hallan las repúblicas de Donetsk y Lugansk.

Y no señaló una de las causas de la contienda a la que asistimos: la amenaza virtual de incorporar Ucrania a la OTAN, con el corolario más que probable del emplazamiento de misiles nucleares en la frontera occidental de Rusia.

Hay que entender que la crítica a las acciones de Estados Unidos y la OTAN no implican hacer el elogio al gobierno de Vladimir Putin. Es evidente su nacionalismo exacerbado, y su defensa de las “tradiciones” de la época zarista. La acusación a Lenin de haber “inventado” a Ucrania da una muestra del modo de pensar que impera hoy en el gobierno ruso.

Mantener un talante crítico frente a Putin no tenía porqué equivaler al alineamiento con las potencias capitalistas que lo condenan.

Podría decirse que el gobierno argentino miraba la guerra con un solo ojo desde el comienzo. No aparecían, es cierto, los términos “condena” e “invasión”.

Expresó  el 24 de febrero, en un comunicado oficial “…su más firme rechazo (de Argentina) al uso de la fuerza armada” y además consignó: “lamenta profundamente la escalada de la situación generada en Ucrania. Las soluciones justas y duraderas sólo se alcanzan por medio del diálogo y compromisos mutuos que aseguren la esencial convivencia pacífica. Por ello llama a la Federación de Rusia a cesar las acciones militares en Ucrania. 

Ahora, en cambio, ya tiene ambos globos oculares enfocados hacia los dictados del poder estadounidense y sus aliados.

Un punto álgido del acoso mediático antes mencionado ha sido el de las meneadas frases pronunciadas por el presidente en su reciente viaje a Rusia. La postulación de que Argentina podía ser una puerta abierta para Rusia en América Latina irritó la piel de los ámbitos más conservadores. Que en la misma ocasión el primer mandatario haya manifestado deseos de romper la dependencia de EE.UU desató las iras más francas. Ver aquí

Ante los nuevos acontecimientos en Europa oriental el hostigamiento recrudeció, se “trituró” todo el tiempo al gobierno por lo que se percibió como flagrante falta de oportunidad de esas declaraciones.

Buena parte de los enunciadores de esas críticas adhieren, de modo explícito o implícito, a la visión del ámbito internacional verbalizada por el expresidente Mauricio Macri.

Nos referimos a cuando se refería a “el mundo”, de manera que EE.UU y Europa Occidental, con sus aliados más obedientes, eran la única parte del planeta a tener en cuenta. En esa concepción China o Rusia podían ser apenas socios mercantiles, mientras los resultados de ese comercio no afectaran los intereses del  “mundo”. Las periferias asiáticas y africanas eran más bien indignas de ser tenidas en cuenta.

Consumado el giro puesto de manifiesto en el discurso del canciller Cafiero, los medios afines a Juntos por el Cambio (JxC) procedieron a una contenida celebración de ese viraje. Es sabido que es muy difícil que muestren euforia ante las acciones del gobierno “populista”, ya que es el adversario al que los candidatos de JxC tienen que vencer en los comicios presidenciales de 2023. Lo mejor para conseguirlo es que el gobierno actual sea arrastrado por el barro.

Retroceder, una vez más.

Estar condicionados por las políticas de EEUU nos hizo retroceder' - LED.FM  | MOBILE RADIO

Todo indicaría que la dirigencia oficialista jugó primero la carta de ceñirse a los llamados a la paz, el diálogo y la negociación, sin utilizar los términos más duros. Y como le suele ocurrir, no pudo sostenerse siquiera en esa tímida “desobediencia” frente al poder real. Le “marcaron los puntos” desde la elite económica, política y mediática y concluyó por retroceder.

También hubo presiones provenientes de EE.UU. La subsecretaria de Estado de ese país se apresuró ayer a agradecer “…el liderazgo de la Argentina en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU y la condena de la invasión no provocada y premeditada de Ucrania.”

En ámbitos incluidos en el Frente de Todos, o muy cercanos a este, tal vez se asomen algunos reclamos frente al giro gubernamental. Una de las preguntas subyacentes es hasta cuándo se conformarán con escribir documentos o hacer declaraciones mediáticas. Sin acercarse siquiera un poco a acciones más contundentes, en la calle.

No puede comprenderse la decisión del presidente y el círculo que lo rodea sin atender a la cuestión que impregna a casi todo en estos días: El ajetreado y hasta ahora no concretado acuerdo con el Fondo Monetario. Todo es poco a la hora de mostrar sumisión frente al organismo internacional.

Sumisión que pone en peligro las condiciones de vida y los derechos de millones de argentinas y argentinos. Y además, puede terminar en la virtual inmolación del gobierno. Mientras es probable que las luchas sociales se incrementen y exacerben, es seguro que para las distintas fuerzas de la derecha, cualquier grado de sometimiento será todavía insuficiente.

La suerte no está echada.

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