26 de Junio. 20 años

26 de Junio. 20 años

26Jun22 0 Por Guillermo Cieza

Las jornadas del 26 de junio de 2002 expresaron proyectos emancipatorios con una gran carnadura social.


Aquel día

El 26 de Junio, quienes formábamos parte del MTD Aníbal Veron de Berisso, nos habíamos convocado para participar de la jornada de protesta que tendría como epicentro el Puente Pueyrredón. El nuestro era un movimiento que se había conformado recientemente, en febrero de 2002, y habíamos acordado ir de a poco con las y los compas nuevos. La jornada de lucha pintaba feo por el clima represivo que alentaba el gobierno y los grandes medios de comunicación, por eso habíamos decidido dividir la delegación. Los hombres, los mas jovenes irían al puente y las compañeras y los compas mas veteranos, manifestarían en Plaza San Martin, en La Plata. Por aquel tiempo, el MTD estaba implantado en dos barrios, La Nueva York y Progreso, donde vivían compas que provenían de los talleres infantiles de finales de los 80. Esa fue la base de nuestra organización. Ese día lo arrancamos en la Nueva York y nos juntamos en la casa donde vivía Luis Burgos (Wichi) y su mamá Martina, que era el lugar donde se hicieron las primeras reuniones del MTD. Pero tuvimos diversos inconvenientes, hubo compas que se demoraron y llegamos tarde a Plaza San Martín que fue nuestro punto de concentración. En el momento que salíamos para el puente escuchamos en la radio, que habían comenzado los incidentes en Avellaneda. Nos comunicamos con los compas que estaban en el puente, recuerdo que hablé con Pablo Solanas del MTD Lanus, y nos avisaron que se estaban retirando. En otra conversación posterior me confirmó que el Darió Santillan, que los medios identificaban como fallecido, era el Darío que nosotros conocíamos. Decidimos cortar la calle 6 frente a Gobernación, en esa primera actividad de repudio a la represión participaron también compas del sector estudiantil de Quebracho, que tampoco habían llegado al puente. Después el corte se trasladó a 7 y 50.
Las sensaciones de ese día fueron muy fuertes. Habíamos estado hablando toda la semana de la importancia de estar en el puente. De que había que reafirmar la voluntad de seguir luchando frente a todos los aprietes y advertencias del gobierno . La discusión de fondo ya no eran los planes sociales, que el gobierno de Duhalde estaba cediendo, sino si esos planes serían utilizados por los punteros politicos para reforzar su aparato clientelar, o para nutrir organizaciones como las nuestras que luchaban por Trabajo, Dignidad y Cambio Social. Había que estar y no habíamos estado. Nos sentíamos muy mal, avergonzados. Y encima habían matado a Darío, a quien conocíamos en Berisso.

Dario y Maxi.
Yo lo conocí a Dario gracias a Nancy Slupski y Sergio Nicanoff, con los que habíamos militado a principio de los 90 y se habían integrado al MTD Brown. Ellos lo arrimaron a una actividad del Encuentro de Organizaciones Sociales y otra de la Coordinadora de Organizaciones Populares Autónomas (COPA). Cuando nos vinculamos a la Coordinadora Anibal Verón, fue el MTD de Brown y Darío quienes nos acercaron los primeros planes sociales. A Maxi Kosteki no lo conocía, si fugazmente a su mamá, Mabel, que era lectora voluntaria de la Biblioteca de Ciegos que habían organizado los Autoconvocados de Glew. En Glew, como en Berisso y otros lugares del país, pequeñas organizaciones territoriales organizadas en los 90, habían mutado a organizaciones piqueteras.
Dario y Maxi se convirtieron en mártires populares. La Masacre de Avellaneda ya es parte de la historia de nuestro pueblo. Como sucede con todo lo que es valioso para la memoria popular, no faltan quienes quieren apropiarse de esos símbolos para reforzar su dominación. Sucedió con nuestra bandera nacional, con San Martín, Guemes, Juana Azurduy, con el 17 de octubre de 1945 y el Cordobazo.
La masacre de Avellaneda se decidió, en los días previos, en una reunión de gobernadores justicialistas en La Pampa. Anibal Fernández era Secretario General de la presidencia de Eduardo Duhalde. La forma en que fueron ejecutados los crímenes del 26 de junio de 2002 fue documentado en la excelente investigacion publicada como ” Darío y Maxi, La Dignidad Piquetera” . Allí están identificados los responsables materiales y políticos. Esas evidencias dejan muy mal parados a protagonistas actuales de la politica nacional. Con respecto a porqué luchaban los que fueron al Puente Pueyrredón, hay que remitirse a los documentos de las organizaciones de esa época. Dario y Maxi luchaban por el Cambio Social, un concepto que prefiguraba el socialismo.
Advierto con tristezas que algunas banderas que llevan los nombres de los compañeros han cambiado de vereda. No supone deshonestidad cambiar de opinión, imaginar otras alianzas o hacer otras apuestas políticas. Pero sí traficar banderas y símbolos que se gestaron en otros proyectos políticos. Quienes han renunciado a la lucha por el Cambio Social, o comparten alianzas con quienes fueron responsables de la Masacre de Avellaneda no deberían usar las imágenes y los nombres de los compañeros.
Solo quisiera agregar que la disputa sobre los sentidos del 26 y sus referencias emblemáticas no es permanente. Son como olas que aparecen y se van. A raíz del acampe en la avenida 9 de julio, en los últimos días, casi toda la plana mayor del gobierno y de la oposición de derecha se ha pronunciado contra los desocupados que reclaman en las calles y sobre la gestión de planes sociales por parte de las organizaciones. El discurso es muy parecido al de Duhalde en las vísperas de 2002. Hasta tiene el ingrediente de que reaparece Luis D´Elía para buchonear a los que se movilizan.

Un fuerte contenido emancipatorio.
Creo que lo mas importante de las jornadas del 26 de junio, era que alli se expresaba un fuerte contenido emancipatorio que estaba muy presente en algunas organizaciones. Se disputaban planes sociales, y quien los gestionaba, pero estaba muy fuerte la decisión de cambiar la sociedad. Mas allá del discurso, que era bastante sencillo, había prácticas prefigurativas en el plano de lo productivo, de la toma de decisiones, de los intentos por formar políticamente a todas y todas los compas para que pudieran aportar en todas las discusiones. Se insistía mucho en que el plan social era apenas un ingreso que ayudaba a vivir, pero que lo mas importante era qué hacíamos con el tiempo que se dedicaba a la organización. Por ejemplo, qué se hacía con las contraprestaciones, que eran los trabajos de los que se rendía cuentas al Estado. Se organizaban comedores, pero también huertas, bibliotecas, bloqueras, herrerías, textiles, talleres con niños, etc. Además de lo de Berisso conocí bastante bien el MTD de Almirante Brown, el de Solano y el de Lanús. Eran construcciones muy sólidas. El grupo de pibes y pibas que animaban el MTD de Brown era excepcional. Era lo más parecido a los grupos de jóvenes activistas sindicales que había conocido en los años 1974-75, que encabezaron la gran alza de huelgas obreras de aquellos años. Esos chicos eran unas “esponjas”. Recuerdo que un par de veces nos juntamos en la casa de Miguel Mazzeo con un grupo de ellos, entre los que estaba Darío, y se discutía de todo, de política, de otros procesos latinoamericanos, de los años 70.

El presente.
Sobre lo que sucede hoy, puedo hablar de lo que más conozco, y con límites de tiempo porque milité en organizaciones territoriales hasta mediados de 2020. La pandemia contribuyó a que las distintas realidades organizativas se encapsularon, por lo que resulta mas difícil aún hablar en general. Creo que el movimiento piquetero ha transitado un proceso muy parecido al de un sector del sindicalismo en los años 60. Creció la integración al Estado y la importancia de las disputas reivindicativas por sobre los contenidos emancipatorios. Hay movimientos que no han abandonado las calles y siguen disputando contra los gobiernos de turno. Pero como sucedió con el sindicalismo combativo, solo luchar no genera automáticamente prácticas emancipatorias. Los discursos, incluso los discursos autonomistas, no resuelven la cuestión de la dependencia del Estado. Como contracara de esas experiencias, conozco otros movimientos que han hecho avances importantes en la construcción de la autonomía sobre una base productiva, pero con enormes dificultades para despegar en lo político de las propuestas oficialistas. Conozco poco las realidades de las construcciones territoriales de los partidos de izquierda, pero sospecho que los liderazgos tienen mas que ver con la resolución de cuestiones reivindicativas que con compartir un proyecto político.
Completando el panorama, recuerdo que el 26 de junio de 2002 no todas las organizaciones convocaron al Puente Pueyrredon. Había quienes habían atado acuerdos políticos con Duhalde y que habían aceptado integrarse a los consejos consultivos de las intendencias para decidir a quienes se otorgarían los planes. Esa postura politica conciliadora se ha mantenido en el tiempo, y como ocurrió con el sindicalismo algunos ladran para negociar y otros ni siquiera ladran. El muy buen vínculo que tienen algunas organizaciones con “los gordos” de la CGT, ahorra comentarios
Poniendo blanco sobre negro, creo que en las jornadas del 26 de junio de 2002 se expresaron algunos proyectos emancipatorios con una gran carnadura social. Creo que hoy eso esta mas difuso al punto que las bases sociales de algunos movimientos pueden ser intercambiables.
Quienes hemos tenido responsabilidades en las construcciones territoriales, también las tenemos con respecto a los errores señalados. Rescatando a quienes se han mantenido luchando en la calle,o tratan de crear autonomía desde lo productivo, el sentido de la crítica es de advertencia. La despolitización hace vulnerables a los movimientos que siguen luchando. En estos últimos veinte años, destruir a los movimientos territoriales más combativos ha sido un objetivo de las clases dominantes en la Argentina.
Recuperar la memoria histórica de lo sucedido el 26 de junio de 2002 es importante. Es tan importante como recordar todas las experiencias en que nuestro pueblo enfrentó a los opresores. La derecha siempre ha tratado de fracturar el pasado popular. Como decía Rodolfo Walsh: “Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan ni héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores. La experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia aparece asi como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las cosas ” .
Recuperar las mejores experiencias territoriales de nuestro pueblo es tan valioso como recuperar las mejores luchas obreras. Sólo podrán promover transformaciones revolucionarias quienes se hagan cargo de esa historia, reivindiquen sus mejores experiencias y sinteticen sus mejores conclusiones.

Publicado en “Dario y Maxi. 20 junios”. Libro editado por Contrahegemoníaweb y Herramienta.