Si Evita viviera…
26Jul22Algunas versiones amañadas de la historia del peronismo, promovieron el mito de que Eva Perón fue la gestora del 17 de Octubre de 1945. Sucedió exactamente al revés, el 17 de Octubre parió a Evita.
Una gran movilización obrera, gestada desde abajo y que salió de las fábricas a garantizar que no se derogaran derechos laborales recientemente conseguidos, y que reclamaba el regreso de Perón al gobierno, la transformó definitivamente. Esa mujer de origen humilde que parecía haber cumplido su sueño conquistando a un General, se sintió convocada para sumarse a la causa de los desposeídos. Y lo hizo con los elementos que cargaba en su mochila personal. Con su resentimiento contra los privilegiados y con su amor por los de su clase. Conviviendo junto a un líder popular y burgués que aportaba a su protagonismo en la gran política, pero que le transfería también sus miedos y limitaciones.
Si para juzgar la historia nos colocamos en la mesa de tomar examen, Evita reprueba como feminista y revolucionaria. Y sin embargo, seguirá viviendo en la memoria de los humildes y los oligarcas como Esa Mujer que se plantó entera para remover los privilegios y los prejuicios de su época.
Evita, en vida, fue un cuerpo extraño que no pudo ser asimilada por el metabolismo del capital, y por eso su fallecimiento fue recibido con alivio por dirigentes que militaban en diferentes lados de la grieta. Y la demostración de su incomodidad fue el odio que despertó en los explotadores y los varones patriarcales de su época. El odio que despierta en sus opositores no es una medida para juzgar el caracter revulsivo de un personaje histórico. Pero el odio, como toda pasión humana, está presente cuando surge cualquier iniciativa de peso que quiere cambiar la sociedad. No ser odiado es un privilegio de las sectas, de los y las que, en definitiva, molestan pero no tienen posibilidad alguna de cambiar nada.
Evita cometió errores en su vida, entre ellos haber firmado algunos textos como “La Razón de mi vida”, con apreciaciones a contrapelo de su propia experiencia vital. Quizás la más grave de sus equivocaciones, fue haber aportado a que los trabajadores confiaran en Perón, un líder que veinte años después de su fallecimiento, regresó al país para apoyar a la burocracia, los grandes empresarios y lo peor de la partidocracia justicialista. Pero no se equivocó en sus grandes decisiones en el tiempo que le toco vivir, porque se dejó guiar por su instinto de clase. Sabía de qué lado, en qué vereda debía plantarse. Y no puso sólo sus palabras y sus discursos. Puso el cuerpo, sobre todo el cuerpo.
A 70 años de su fallecimiento, no falta quien se pregunta dónde estaría si Evita Viviera…
Estaría junto a las y los que luchan, del lado de los humildes, en la vereda de las trabajadoras.