“Tiene 7 años y pesa 15 kilos”
15Sep22En la coqueta ciudad de Tigre, feudo del ministro Massa, la pobreza golpea fuerte en las barriadas. A. está internado en el Hospital Materno Infantil y lleva años de desidia estatal.
Es septiembre del 2022, en una primaria pública de Tigre cientos de niñeces en guardapolvo blanco están por empezar el día de clases. A. no vuelve del reposo médico que le dieron hace unos días; la que llega es su mamá. Ella explica que tiene el alta pero que no lo iba a mandar a la escuela porque sigue con fiebre. ¿Desde cuándo se siente mal ese nene? Podríamos ir a la semana pasada o 4 años para atrás: cuando a con apenas 3 empezó a tener convulsiones, desmayos y su mamá recorrió decenas de instituciones y profesionales de salud, lamentablemente nadie le dio certezas. La mamá de A. (y de cuatro hijos más) le realizó cuanto estudio o análisis le pedían, pero su hijo lleva 4 años de dolor.
Natalia, es Orientadora Social de la escuela primaria de A. (además de ser antropóloga) y nos cuenta que en Tigre ya había legajo de A. en los CAFYS (salas de salud de cercanía), estaba al tanto de la situación el “Equipo de riesgo de salud” del Municipio y varias instituciones más; quienes en 4 años no pudieron dar respuestas a la mamá de A. Madre de una familia que vive expuesta a condiciones económicas de enorme precariedad. Natalia es quién nos cuenta la desidia o indiferencia estatal en estos años; incluso nos comenta que está en proceso de alfabetización y no se ven por el momento retrasos en su desarrollo pedagógico. Pero con dolor nos comenta que su musculatura es casi inexistente ya que tiene 7 años y pesa 15 kilos.
Hoy la lucha de la mamá y de Natalia es lograr que A. sea realmente mirado por el Estado, salga de estadística y pase a la condición de ser humano. Que quizás pueda quedar internado en el Garrahan y allí encuentre el seguimiento y la atención que su delicada situación de salud amerita. Por ahora es un pobre más del conurbano, un morochito de barriada que no importa mucho, porque no salió llorando en la tele. Quizás algunas almas bondadosas necesiten (tardíamente) la tragedia para conmoverse. A. necesita que lo vean, que lo veamos, que no se nos escurra su infancia y su vida entre los dedos, entre la indiferencia.
Es abril del 2002, el helicóptero que se llevó al gobierno de la Alianza todavía resuena. El desastre neoliberal del peronismo de los 90’ y de Cavallo en sus dos versiones, sigue dejando huellas. Ahorristas porteños golpean bancos blindados exigiendo sus ahorros, piqueterxs en lucha son reprimidos por el gobierno de Duhalde. El FMI se pavonea dando recetas y exigiendo más ajuste. La TV busca rating y sabe que la miseria golpea fuerte en el encendido. Es abril del 2002 y desde Tucumán, Barbarita llora en cámara porque lleva un par de días sin comer.
Podrían ser escenas de un pasado resuelto, pero son un continuo presente de este capitalismo que no deja de violentar.
A. continua internado en dicho hospital y su mamá vive momentos de tensión ya que ni siquiera la dejan salir a tomar aire. Las instituciones estatales cumplen más con la burocracia que con los seres humanos. Quizás es una obviedad decirlo, pero en esta realidad social precaria y extremadamente violenta, A. es un nene entre muchas niñeces que ven violentados sus derechos humanos más elementales. Entenderlo como conflicto social y no como anécdota personal o familiar es el primer paso para intentar transformar esta realidad.