Las anexiones de Rusia: propaganda y escalada

Las anexiones de Rusia: propaganda y escalada

3Oct22 0 Por Jorge Wozniak

La guerra civil que comenzó en febrero de  2014 en Ucrania se aquietó parcialmente en septiembre con el Protocolo de Minsk, que establecía una tregua y preveía elecciones para el autogoobierno en las zonas secesionistas.

Sin embargo, las autoridades centrales y los secesionistas continuaron sus combates: la firma del acuerdo Minsk II en febrero de 2015 preveía la retirada del armamento pesado de la zona fronteriza y volvía a reiterar la adopción por Ucrania de formas de gobierno autónomas en el este del país.

El incumplimiento de este último punto por el Parlamento ucraniano no fue producto de la incompetencia. Tal como afirmó el expresidente Poroshenko este año, nunca estuvo dispuesto a implementar los acuerdos: sólo buscaron ganar tiempo hasta tener la fuerza suficiente para resolver militarmente el problema. La movilización paulatina de tropas de Kiev hacia la frontera desde 2021 generó la reacción de Moscú, que movilizó cada vez mayores tropas hacia la frontera ucraniana en Rusia y en Bielorrusia.

Según las autoridades del Kremlin la invasión del 24 de febrero respondió a la necesidad de repeler el ataque ucraniano, ataque que hasta el momento se puede dividir en tres fases.

La primera estuvo planificada como un golpe para descabezar al gobierno de Kiev e instalar un gobierno provisorio, aliado al invasor. Fue la estrategia que utilizaron en mayo de 1968 los soviéticos para derrocar al gobierno socialista de Dubček en Checoslovaquia y poner fin a la “Primavera de Praga”: ocuparon el aeropuerto, desembarcaron tropas y ocuparon la casa de gobierno y los principales edificios públicos. Ver aquí Fue el método que volvieron a emplear los soviéticos cuando fue derrocado y asesinado el presidente comunista Tariq en Afganistán por el proccidental Amín: tropas aerotransportadas tomaron el aeropuerto de Kabul y luego asaltaron el palacio presidencial. Fueron golpes precisos que lograron de manera inmediata el resultado buscado.

Fue lo que pretendieron hacer los rusos en su marcha acelerada hacia Kiev, ignorando algunas diferencias. En primer lugar, los militares ucranianos también se formaron como soviéticos, que se entrenaron con las mismas experiencias. En segundo lugar, el asesoramiento de la inteligencia de la OTAN permitió organizar una mejor defensa, lo que sumado al espíritu de resistencia demostrado por las FFAA del país y el no abandono de la capital por parte de Zelenski, contribuyeron al fracaso del plan. Los fallos en la logística rusa y en sus previsiones de inteligencia son un capítulo separado y en parte explican por qué al mes de la invasión 150 oficiales del servicio de inteligencia (FSB) fueron despedidos.

El fracaso en el avance en Kiev y en el norte dio lugar a una segunda fase de la invasión: una guerra de posiciones que buscaba atraer a las mejores tropas enemigas hacia lugares como Járkiv o el Donbas donde pudieran ser sometidas al ataque de la artillería y la aviación para destruirlas y luego avanzar lentamente, aunque con menores bajas. Téngase en cuenta que frente a la invasión el gobierno de Kiev decretó la movilización general y aseguraban que en poco tiempo pondrían a un millón de personas en condiciones de combatir. Además de los miles de soldados enviados a recibir entrenamiento en EEUU, Gran Bretaña o Alemania, presumiblemente decenas de oficiales de la OTAN se trasladaron a Ucrania para asesorar allí a los oficiales y nuevos reclutas, además de los miles de voluntarios y mercenarios extranjeros.

Por el contrario, en el liderazgo ruso se seguía confiando en que con unas pocas decenas de miles de soldados profesionales en el terreno y la participación de las milicias de las Repúblicas de Donetsk y Lugansk, sería suficiente para desangrar al ejército ucraniano.

Las ofensivas de Jersón y Járkiv demostraron lo contrario. Aunque la primera pudo ser contenida en su casi totalidad, la segunda logró importantes avances en cuestión de días y puede comprometer la reciente ocupación de todo el territorio de Lugansk. El ejército profesional ruso desplazado y sus aliados se reveló insuficiente para contener una ofensiva simultánea en dos frentes ante cantidades tan numerosas de tropas ucranianas.

En este contexto hay que ubicar el inicio de la tercera fase de la invasión: el paso de un conflicto a escala limitada, donde se buscaban acotar las destrucciones y bajas ucranianas, a un conflicto donde el territorio y la población de Ucrania son considerados partes de un Estado enemigo. Uno de sus manifestaciones fue la movilización decretada por el gobierno de Moscú. Aunque el Ministro de Defensa Shoigú habló de incorporar 300.000 reservistas, en ninguna parte del decreto figura una cifra concreta. Por el contrario, allí se dice que se irán incorporando tropas a medida que lo requieran las diferentes unidades movilizadas. Por lo cual, el número final es difícil de estimar en este momento.

A partir de este momento, cambió la dinámica de la invasión. Siguiendo las pautas formuladas por John Warden para los conflictos de la OTAN, ahora las fuerzas rusas buscan arrasar las infraestructuras de uso militar. Sin embargo, la mayoría de las mismas pueden tener también un uso civil: así la destrucción de centrales y estaciones de transformación eléctrica han paralizado los ferrocarriles pero han dejado sin luz a la mayor parte del país. Al mismo tiempo, el corte de toda la red de gasoductos afecta la economía, al esfuerzo de guerra pero también a la población civil.

La exitosa ofensiva ucraniana en Jarkív fue respondida con un referéndum donde se solicitaba la anexión a Rusia. La misma fue aceptada por Putin el viernes, junto a un masivo acto de respaldo en la Plaza Roja. De manera teatral, en ese mismo momento Zelenski, junto al Primer Ministro y al Ministro de Defensa, solicitaron una adhesión acelerada a la OTAN. La misma no puede ser ni siquiera considerada porque los estatutos de esa organización impiden la incorporación de cualquier país que tenga disputas territoriales, pero el acto sirvió como excelente propaganda interna.

Paralelamente los gasoductos Nord Stream I y II fueron saboteados, lo que es atribuido por los gobiernos de EEUU y Rusia como actos realizados por la contraparte. Lo que es indudable es que cayeron las posibilidades de negociar el restablecimiento voluntario del flujo de gas ruso hacia Alemania y otros países de Europa. Esto podría causar un movimiento contradictorio: o radicalizar a los sectores antirrusos o movilizar aún más a los sectores que piden el cese de las sanciones a Rusia.

Tengamos en cuenta que en los próximos días el legislativo ruso seguramente aceptará por amplia mayoría el decreto de anexión de las cuatro provincias ucranianas. A partir de ahí la guerra entrará en una nueva dinámica porque disminuyen drásticamente las posibilidades de negociación: un artículo de la Constitución reformada en 2020 establece explícitamente la prohibición de enajenar cualquier parte del territorio de Rusia. Por lo tanto, para poder implementar un acuerdo de Paz con Ucrania que retrotraiga las fronteras, se debería primero hacer una reforma en ese artículo de la Constitución. Aunque Putin fuera destituído, eso no cambiaría el marco legal. De tal forma, el conflicto con Ucrania dejaría de ser desde la anexión formal “una operación militar especial” para entrar en la categoría de “guerra en defensa de la patria”.

El sabotaje a los dos tramos del gasoducto Nord Stream, que privaron a Rusia de un ingreso diario de 200 millones de euros, podría exacerbar a los sectores nacionalistas en Rusia. Paralelamente, la prohibición de la Unión Europea al ingreso de ciudadanos rusos, más que generar malestar interno en Rusia podría cohesionar aún más a sectores dubitativos en torno al gobierno de Putin y su mensaje de que efectivamente la guerra es entre el mundo ruso y todo Occidente.

Con el inicio del otoño y el período de lluvias las operaciones militares se estancarán. De allí la presión constante de las fuerzas ucranianas para recuperar rápidamente terreno. Por el contrario, en invierno el suelo y los ríos congelados facilitarán la movilidad de los vehículos con cadenas. Y las fuerzas armadas rusas han comenzado a concentrar cientos de tanques en Bielorrusia y en partes de los territorios ocupados.

Antes que esperar una rápida victoria ucraniana como se especula en algunos medios occidentales, tal vez estemos en vísperas de una radicalización militar como no se vio hasta ahora por parte de Rusia. El llamado a la defensa de la patria puede movilizar apoyos hasta ahora no conseguidos y dar paso a una movilización general con escasa resistencia en el frente interno. Y eso daría paso a una escala superior a cualquiera de las anteriores fases.        

Jorge Wozniak

 Investigador del Centro de Estudios sobre Genocidio (UNTREF) y profesor de Historia en la Facultad de Ciencias Sociales (UBA)