Mucha tropa riendo en las calles
8Oct22Lo que se vivió durante la noche del jueves en la cancha de Gimnasia y Esgrima La Plata fue verdaderamente inédito. Es difícil rememorar algún episodio similar, en el cual veinticinco mil personas que se preparaban para vivir una fiesta, y que habían ingresado en completo orden al Estadio del Bosque.
Lxs integrantes de esa multitud fueron salvajemente agredidxs por la policía de la provincia de Buenos Aires, que llevó adelante una acción criminal frente a una multitud que, en estado de indefensión total, observaba con desconcierto lo que estaba ocurriendo.
Todo comenzó minutos después de las nueve y media de la noche. Al principio, los estruendos y las explosiones se confundían con lo que había sido la recepción que la hinchada de Gimnasia brindó a su equipo, pero pronto se hizo evidente que las densas columnas de humo que se levantaban a la altura del acceso a la platea Néstor Basile, y que pronto invadieron las tribunas y el campo de juego, eran en realidad gases lacrimógenos. El partido se suspendió de manera inmediata.
En ese momento, con las puertas del estadio ya cerradas por la misma policía que gaseaba a la multitud en las tribunas, la desesperación fue prácticamente total. Había muchísima gente de edad avanzada, mujeres embarazadas, niños y niñas. Cuando las puertas se abrieron la cacería prosiguió en las inmediaciones. Durante al menos una hora se escucharon los escopetazos que disparaban balas de goma a diestra y siniestra. Hubo un muerto (César Regueiro, de 57 años) y cientos de heridos, entre ellos un trabajador de prensa al que le dispararon a quemarropa.
Una versión que cobró fuerza luego de la brutal represión desatada por la policía giró en torno a una supuesta “sobreventa” de entradas, lo que habría generado un desborde en las puertas de acceso al estadio (algo que, de haber ocurrido, tampoco justifica el accionar policial). Sin embargo, nada de eso ocurrió, como lo demuestra el hecho de que la represión comenzó en el acceso a la tribuna Néstor Basile, donde quedaban todavía muchos lugares disponibles y la mayoría de los concurrentes cuenta con plateas permanentes.
También volvió a ponerse la lupa, como ya es costumbre, en el Estadio del Bosque, al que la prensa hegemónica (y también la “progresista”) consideran menos seguro que el Estadio Ciudad de La Plata, olvidando el hecho, para nada menor, de que fue precisamente allí donde se disputó el último partido con hinchas visitantes, en el año 2013, después de la muerte de un simpatizante de Lanús.
Esas interpretaciones no son más que cortinas de humo que intentan justificar lo injustificable, porque lo que pasó no tuvo nada que ver con la sobreventa de entradas, ni con una supuesta aglomeración de gente que pretendía ingresar al estadio por la fuerza, ni con las características del Estadio del Bosque. Lo único que hubo fue, lisa y llanamente, una decisión deliberada de reprimir sin que mediara absolutamente ningún motivo. Todo ocurrió, además, en el contexto de un partido de altísima convocatoria, donde los ojos de millones de argentinos estarían puestos en lo que pasaba en La Plata, en la intersección de las calles 60 y 118.
Se sabe que las fuerzas de “seguridad” suelen dirimir sus internas de esta forma, o utilizar este tipo de métodos para marcarle la cancha al poder político. Por lo pronto, lo que debe quedar claro es que los únicos responsables de lo ocurrido fueron la policía bonaerense y su conducción política, el Ministerio de Seguridad del gobierno de la Provincia de Buenos Aires, lo que debería desembocar en la renuncia inmediata de Sergio Berni y de todos los funcionarios que están bajo su ala.
Por último, es casi imposible no vincular la represión en la cancha de Gimnasia con otros hechos recientes ocurridos en distintos lugares del país, como el violento desalojo de las comunidades mapuche en la zona del Lago Mascardi. Para que el árbol no nos tape el bosque, como plantea una vieja sentencia popular, lo que pasó en el bosque el jueves a la noche debe ser analizado en un contexto mayor, como parte de un giro a la derecha que se va profundizando, lenta pero sostenido, al compás del crecimiento de la protesta social y de la consolidación de un plan económico que descarga todo el peso del ajuste sobre las clases populares.
Martín Obregón