La trama, sin grieta, de la colonialidad educativa

La trama, sin grieta, de la colonialidad educativa

13Mar23 0 Por Darío Balvidares

Otro crédito del Banco Mundial para educación y la profundización de la reforma, sin debate y solo repitiendo los enunciados que impone el neoliberalismo.

Los distintos gobiernos que se fueron sucediendo en los últimos 33 años no han dejado de tomar deuda con el Banco Mundial, ni con el BID (además de otros endeudamientos bilaterales enmarcados en la categoría Canje), en el marco de lo que Argentina suscribe como la reforma educativa, a nivel global.

Por supuesto que, tanto funcionarios de un frente político o de otro de los que nos gobiernan y nos gobernaron en estos 33 años, además de solicitar el crédito dinerario e incluso festejar que fue otorgado, acuerdan con el enfoque pedagógico al que debe estar destinado. En síntesis, endeudamiento por décadas y décadas y dependencia epistémica de la clave reformista (colonialismo).

Repasar la historia, aunque sea la más reciente, es un ejercicio de memoria, que, por otra parte, obtura cualquier sombra de duda que pueda existir en cuanto a la existencia de grieta ideológica entre el progresismo y la derecha, que se alternaron durante 33 años, en cuanto a la macropolítica educativa global impuesta desde los organismos internacionales.

No hace un mes que el ministro de economía, Sergio Massa, celebraba la aprobación de un crédito del Banco Mundial de 300 millones de dólares para el proyecto “Mejora de la Inclusión en la Educación Media y Superior por Resultados”, destinado a reducir las tasas de abandono en la escuela secundaria y en el nivel superior, puesto que el impacto será en las becas Progresar. Y agregaba el ministro que: “Es una gran satisfacción contar con el apoyo del Banco Mundial para contribuir al financiamiento de la inclusión educativa…”.

Sucede que promediaba el 2021 y el entonces secretario de Asuntos Estratégicos de la Nación, Gustavo Béliz, también celebraba otro crédito del Banco Mundial, durante la reunión del Consejo Económico y Social (CES). Esto decía el secretario de Asuntos Estratégicos: “Los aportes del Consejo Económico y Social van a ser muy ricos porque han atravesado elementos que son muy importantes y que tienen que ver con la convocatoria a Proyectos Innovadores de Educación y Trabajo que estamos lanzando y con lo que estamos trabajando en conjunto en el marco del proyecto del Banco Mundial”.

Estas políticas de endeudamiento no solo comprometen al erario público y el futuro, son la prueba cabal de que esos créditos no sólo funcionan como financiamiento de las desigualdades sociales, sino que vienen siendo la prueba más evidente de la adopción, sea el gobierno del sello que sea de los que nos gobernaron hasta hoy, de la pedagogía instrumental que lleva adelante la reforma global de la educación en el más rancio enclave neoliberal.

El crédito del que habló Gustavo Béliz, entre otros que también anunció en aquella reunión del CES, que respondían a 4 proyectos, es por 341 millones de dólares. Curiosamente, o no, el título es, “Proyecto de Mejoramiento de la Inclusión en la Educación Secundaria y Superior para Argentina” y según el propio Banco Mundial es para “(i) reducir las tasas de deserción en la educación básica y superior entre los más vulnerables; y (ii) fortalecer los sistemas de evaluación educativa del Prestatario”. Términos más, términos menos, es otro crédito igual y con las mismas “recomendaciones” que el que anunció Massa, recientemente a menos de dos años del anuncio de Béliz.

Lo interesante es que ese crédito, por el que festejó Béliz,  fue aprobado el 28 de junio de 2019; por qué interesante, porque fue gestionado por Oscar Ghillione, secretario de gestión educativa del Ministerio de Educación durante el gobierno de Mauricio Macri, quien dijo en aquella oportunidad: “Este préstamo es muy importante para seguir impulsando nuestro objetivo de orientar apoyos educativos y recursos económicos hacia los y las jóvenes que más los necesitan. Solo a través de la educación logrará la Argentina que sus jóvenes sean protagonistas del futuro de crecimiento y productividad que queremos. Este apoyo financiero es otra muestra de nuestro compromiso con una inclusión educativa de calidad”. Observación absolutamente aceptable para quien viene de una formación netamente de Mercado.

Breve anotación al margen

Ghillione, egresado de MBA de la Universidad del CEMA (usina neoliberal) con un posgrado de negocios en España becado por la iberoamericanísima Fundación Carolina, actualmente, se desempeña como subsecretario de la Carrera Docente en el Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires. Pero, tal vez, lo más importante y como simple ejemplo, es que Oscar Ghillione es el fundador de la ong Enseña por Argentina, una subsidiaria de Teach for All de la americanísima Wendy Kopp, fundadora también de Teach for América; tema extensamente desarrollado en el libro, “La educación en la era Corporativa, la trama de la desposesión”, que podés descargarlo gratis.

Un poco más de información

El crédito de US$ 341 millones, celebrado por el tándem Ghillione / Béliz (recordemos que el primero era funcionario de Macri (JxC) y el segundo, de Alberto Fernández (FdT) tuvo como objetivo impactar en tres programas: 1) Becas Progresar, 2) Asistiré, 3) Sistema de evaluación educativa.  Esto es, para completar estudios y acceder a estudios terciarios; para prevenir el “abandono” escolar y para financiar las pruebas Aprender hasta el 2023, respectivamente.

Y el argumento central en 2019 de Jesko Hentschel, director del Banco Mundial para Argentina, Paraguay y Uruguay en ese año, fue: “Preparar a los jóvenes para los trabajos del futuro es clave para aumentar la productividad y la innovación, y contribuir al crecimiento inclusivo a largo plazo del país”.

Ese es el concepto de la educación para esos organismos neocoloniales de crédito. Vale aquí otra breve digresión, la absoluta contradicción en que entran los enunciados de la pedagogía instrumental que sostiene la reforma. En principio lo de “preparar a los jóvenes para enfrentar los trabajos del futuro” es una falacia que se contrapone a otro de los enunciados reformistas, que establece que no se sabe cómo serán los trabajos del futuro, dicho por el presidente del Banco Mundial Jim Yong Kim: “No sabemos cuáles son los empleos por los que competirán los niños que hoy asisten a la escuela primaria, porque muchos de ellos aún no existen…”. Claramente no es trabajo tampoco, es una competencia por el empleo, otro tema para tener en cuenta, la diferencia entre trabajo y empleo.

Lo que queda demostrado es que lo que enfoca el plan sistemático de la reforma es que la instrucción a lxs estudiantes fructifique el aumento de la “productividad”.

Es un presente de aquí y ahora con proyección en una sociedad adaptada, flexible y productiva en el sentido de generar lo que se llamó capital humano, preparar a lxs estudiantes en, por una parte, las “habilidades del siglo XXI” que priorizan los conocimientos en matemática, compresión lectora, tecnología, ciencias y un segundo idioma; por otra, la referencia a las “habilidades blandas”: el liderazgo, la innovación, la capacidad de tomar decisiones y de adaptación al cambio constante.

Las habilidades del siglo XXI, no forman en saberes sino en el conocimiento meramente instrumental, conocimiento como servidumbre, es por esa razón que uno de los enunciados centrales de la reforma sea “el conocimiento socialmente productivo”.  

Todo debe cerrar en el currículo educativo con los intereses que impone el mercado, es por ese motivo que se fomenta la participación privada y empresarial en las decisiones sobre la política educativa, contenidos curriculares e intervenciones docentes.

Un curriculum para formatear la mano de obra del presente y del futuro, de ahí que los sucesivos créditos sean la garantía del mantenimiento de la desigualdad y el seguro de instalar las “tecnologías de aprendizaje” que transforman al docente en facilitador y al estudiante en el futuro “valor agregado” para el mundo empresarial, es decir, en el empleado adaptable y flexible, incapaz de cuestionar, porque su “educación del siglo XXI” lo transformó, en términos de Angelique De Rey, en un “hombre sin atributos”.

El hilo

Massa toma un crédito similar al que gestionó Ghillione y efectivizó Béliz, en ese caso es el mismo. El anunciado por el ministro de economía es de US$ 300 millones, lo que lleva a que en menos de dos años el endeudamiento para un mismo programa es de US$ 641 millones con los correspondientes intereses.

El crédito de Ghillione / Béliz tiene vencimiento dentro de 32 años con un período de gracia de 7 años, el de Massa es reembolsable en 31,5 años y tiene un período de gracia de 8 años. Todos festejan y agradecen al “financista”. Nadie muestra la letra chica de cómo se mueven esos millones de dólares, ni de los tantos millones y millones de dólares crediticios que se han tomado para educación.

¿No sería un gesto pedagógico, cobrarle a Vicentín los 300 millones de dólares que le robó al Banco Nación, más otros US$800 millones y 2000 millones en pesos y esos dineros volcarlos en una transformación que apunte a la construcción de la soberanía educativa y a  terminar con las desigualdades que estos mismos créditos sostienen?

En lugar de socializar las deudas y seguir las falaces “recomendaciones” de los obsoletos organismos coloniales que imponen la matriz global que reconfigura la epistemología del conocimiento en clave de mercado y la formación de lxs estudiantes en “hombres sin atributos”

Porque, por ejemplo, según el informe del fiscal Gerardo Pollicita (2020) “…de los casi de 800 millones de dólares y más de 2000 millones de pesos que el Banco de la Nación Argentina a lo largo del período agosto a diciembre de 2019 tuvo en las cuentas en garantía de las deudas de Vicentín, al momento en que se efectuó la afectación de los fondos sólo se hallaron en las cuentas apenas poco menos de 8 millones de dólares, lo que demuestra la magnitud del daño ocasionado al patrimonio del Banco de la Nación Argentina”.

¿Es más fácil pedirle créditos al Banco Mundial que recuperar los dineros de las estafas? ¿De los fugadores seriales? ¿De los funcionarios cómplices del fraude?

¿Los millones de dólares de las magras retenciones que se le realiza al autodenominado campo, no deberían invertirse en educación en lugar de ir a pagar la estafa del “crédito” con el FMI?

Podríamos continuar preguntando como ejercicio de la pedagogía crítica pero para finalizar, nada es tan evidente como la continuidad y complementación de quienes aseguran tener modelos distintos, no es el caso en educación, todos los caminos conducen a la colonialidad del poder.

Darío Balvidares

Imagen destacada: Diario Uno