Cantando y peleándola

Cantando y peleándola

15Abr23 0 Por Reinaldo Iturriza

Si en el caso de Free Cover lo que falla es el intento de recrear la alegría del venezolano, por las razones antes dichas, en el caso del oficialismo lo que falla es el intento de recrear la rebeldía popular.

I.

En diciembre pasado, reunida casi toda la familia en casa de mi madre a propósito de las fiestas, conversamos en par de oportunidades sobre el fenómeno cultural en que se ha convertido Free Cover. Debo aclarar de una vez, en honor a la verdad, que no se trató en ningún momento de algo siquiera cercano a un análisis en profundidad sobre una iniciativa musical que conocemos al detalle y desde sus inicios, que tampoco es el caso, sino de un simple intercambio de ideas en un ambiente particularmente distendido.

¿Qué es Free Cover? En primer lugar, vídeos. Son vídeos publicados en YouTube desde el año 2017. Algunos de ellos, de los más recientes, reproducidos por alguno de mis hermanos en una laptop conectada a su vez al televisor de la sala, nunca aspiraron a otra cosa que proveer a la familia de un fondo musical propicio para la ocasión y, en el mejor de los casos, de una pista bailable.

Ahora bien, ¿por qué Free Cover? Porque la iniciativa, promovida por un par de músicos zulianos, comenzó reuniendo a un puñado de artistas venezolanos particularmente talentosos, algunos de ellos unos virtuosos, que ofrecían versiones de verdaderos clásicos de la música bailable vernácula (la Billos Caracas Boys, Pastor López, la Dimensión Latina, etc.), pero también a figuras legendarias interpretando un mix de sus principales éxitos (Ricardo Cepeda, Betulio Medina, Neguito Borjas, etc.), entre otros.

Free Cover apela al formato conocido como vis a vis, según me explicó mi amigo David Meire, experto en la materia: los artistas se ubican cara a cara o frente a frente en relación con el público, que lo conforman unas pocas decenas de personas que rodean a los primeros.

Tanto la música interpretada como el formato escogido (incluso la duración de los vídeos, que promedia los diez minutos), todo apunta a que el espectáculo sea vivenciado como una relación próxima, como la ocasión en que unos amigos se reúnen no solo para divertirse, sino también para estrechar los lazos que les unen y, por qué no, para recordar los buenos viejos tiempos, cantando las canciones que los evocan; una reunión tan grata que el tiempo pasa volando.

Allí radica, a mi juicio, el indiscutible éxito de Free Cover: en su manera hábil e inteligente de trabajar la nostalgia.

Pero eso mismo permite explicar, sospecho, las reservas que manifestaron varios integrantes de mi familia, y las mías propias: por más que los disfrutamos, algo en estos vídeos nos inspiró un rechazo casi instintivo, que nos costó traducir en palabras.

Sin tenerlo del todo claro todavía, e intentando resumir lo planteado durante las conversaciones a las que me referí al principio, diría que hay algo de impostado en la felicidad que rezuman los vídeos. Es evidente que todos están pasando un buen rato, y en este punto todavía podemos sentirnos identificados. Pero los creadores de Free Cover van más allá: parecieran empeñados en convencernos de que la pasan bien, artistas y público, no tanto por tratarse de una reunión entre amigos, sino porque a los amigos en cuestión les va bien en la vida. Es una reunión de ganadores. Es la felicidad propia de los ganadores.

En otras palabras, Free Cover supone un intento de recrear la consabida alegría del venezolano. Si es un intento fallido es porque debe apelar, inevitablemente, a venezolanos de carne y hueso, y resulta que estos venezolanos están radicados en Miami. No incurriré en la estupidez de menospreciar a mis paisanos por el solo hecho de vivir en Florida, circunstancia que no desdice en lo absoluto, como ya he dejado claro, de la calidad de los artistas involucrados. Pero es un hecho que vivir en Miami, particularmente, determina en grado sumo muchas cosas, incluyendo entre ellas la idea que se tiene de la venezolanidad.

La de Free Cover es la venezolanidad de cierta diáspora, de impronta fuertemente mayamera, aunque no exclusivamente, que se reconoce en la nostalgia por la Venezuela que fue o no pudo ser, por lo que hubo de realizarse, bajo la forma de proyectos de vida personales o familiares, más allá de las fronteras nacionales. Es la diáspora exitosa en diálogo con la Venezuela del presente: con ese país que ya no es, pero que tal vez haciendo las cosas correctamente pudiera llegar a serlo nuevamente.

https://youtube.com/watch?v=jjSGKRG3jbk%3Ffeature%3Doembed

II.

La víspera de conmemorarse los primeros diez años de la desaparición física del comandante Chávez, se hizo público el vídeo de una nueva versión de “Chávez corazón del pueblo”, interpretada por una formación de artistas muy similar a la original. En rigor, más que simplemente una versión de la emblemática pieza de campaña de 2012, se trata de un mix de poco menos de siete minutos de duración, que reúne varias canciones alusivas al líder bolivariano.

No alcanzo a saber si tal era el propósito expreso de sus creadores, de los que tenemos muy pocas señas y que apenas se identifican en YouTube, pero el referido mix termina siendo una versión oficialista de las producciones de Free Cover. Esto es particularmente evidente en lo relativo al formato, con la particularidad de que los oficialistas recurren a una puesta en escena que, teniendo todo al alcance de la mano para reducir a su mínima expresión la distancia entre artistas y público, como en los mejores trabajos de Free Cover, se inclinan por hacer todo lo contrario: los músicos, solo ellos, aparecen dispuestos sobre una tarima que si bien está casi a ras del suelo, delimita una frontera que el auditorio no puede traspasar.

El vis a vis de Sube La Mano Venezuela

Desde el principio nos queda claro que unos amigos se han reunido para cantar y bailar: los artistas. En los márgenes, un entusiasta coro de jóvenes disfruta el espectáculo. La separación entre unos y otros queda muy bien disimulada por el hecho curioso de que todos visten de negro, lo que quizá obedezca al propósito de destacar la prestancia de la reunión, o tal vez a su origen luctuoso. En cualquier caso, todos parecen pasarla muy bien, aunque unos la pasen mejor que otros.

Y esto último es el punto clave: si la gente de Free Cover parece empeñada en persuadirnos de que sus amigos la pasan bien porque son ganadores, no es menos cierto que los oficialistas parecen muy cómodos naturalizando el hecho de que solo un puñado de privilegiados tenga acceso a tarimas y homenajes.

Si en el caso de Free Cover lo que falla es el intento de recrear la alegría del venezolano, por las razones antes dichas, en el caso del oficialismo lo que falla es el intento de recrear la rebeldía popular. Y esto sucede porque, de manera similar a lo que ocurre con Free Cover, la venezolanidad del oficialismo es incapaz de reconocerse en el país real, ese que lo mismo canta a la Billos como sigue celebrando la existencia de Hugo Chávez. Ese país que sigue siendo, a pesar de que unos y otros nieguen que existe, y que no dejará de rehacerse, mientras canta y pelea.

https://youtube.com/watch?v=6jwfWfpNC-0%3Ffeature%3Doembed

Publicado originalmente en Venezuelanalysis

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