Un nuevo encuentro con el Che
11Jun23A propósito del último libro publicado por Germán Pinazo, “Ernesto Guevara. El pragmatismo de lo imposible”.[1]
Un libro que, desde su inicio, nos recibe con dos interrogantes: ¿por qué un nuevo libro sobre Ernesto Guevara? y ¿qué tienen para aportar hoy las ideas de Guevara tan cercanas en el tiempo y a la vez tan distantes a nuestra realidad actual?

Germán nos acompaña a encontrar -o a reencontrar, según sea el caso de quien lo esté leyendo- la respuesta a esas dos preguntas, ofreciéndonos una bibliografía suculenta en la que integra la voz de Guevara en textos, discursos o entrevistas en los que queda asentado su pensamiento revolucionario.
Pinazo rastrea las discusiones teórico-prácticas que tuvieron lugar cuando Guevara fue presidente del Banco Nacional de Cuba o como Ministro de Industria de la Revolución, y muestra la vigencia del planteo de Guevara a través del tiempo. No lo hace sólo al abordar la coyuntura histórica que precedió a la disolución de la URSS y los concomitantes elementos internos sobre los que el autor reflexiona. Sino que, aun entendiendo que, a criterio del autor -y cito-; “hay ciertas dimensiones que necesitarían incorporar aspectos del mundo contemporáneo que Guevara no llegó a conocer”, ello no empaña ni modifica sustantivamente aquellas dos cuestiones que Pinazo señala -y cito-: “(…) que parecen ser imperecederas: que la realidad no es un dato que se le impone al intelectual sino algo a ser transformado, y que la discusión ideológica, ética y moral no es ajena a la discusión económica en la medida en que esta discusión económica sea la discusión por un proyecto civilizatorio distinto”.
Ese es el centro del pensamiento de Guevara que no puede dejar de interpelarnos. Interpelación a la que el propio autor no le rehúye. Es que toda la obra de Pinazo sobre Guevara refleja su claridad en cuanto a que toda discusión económica es política lo cual, a su vez, en Guevara adquiere una dimensión revolucionaria profunda en la medida en que, al cruce entre economía, política y ética como campos inexorablemente imbricados entre sí, es la ética -como imperativo moral- la que se impone a la política y a la economía. Ese pensamiento no puede estar disociado de la acción porque se piensa la realidad para transformarla y transformarla de raíz.
Pinazo acierta en recordar la insistencia de Guevara en cuanto a la educación y al ejemplo como herramientas ineludibles para el proceso de desmercantilización de las relaciones sociales -piedra angular sobre la que basa casi todo su pensamiento revolucionario, si no todo-. Y el autor no lo deja atascado en el particular período de los primeros años de la Revolución Cubana -una revolución que, como él señala, venía, no sólo a producir más que el capitalismo, sino a producir distinto: a terminar con la alienación y la explotación-.
La vigencia del pensamiento revolucionario de Guevara -que Pinazo pone sobre la mesa- es que ese “pensamiento económico” -el debate sobre planificación presupuestaria, sobre el sistema de incentivos al trabajo voluntario, sobre la ley del valor y el carácter mercantil del trabajo, sobre las relaciones entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción- todo está atravesado, en Guevara, por una moral laica, una moral comunista. De allí que el autor trae a colación, por ejemplo, lo que Guevara señala sobre la Yugoslavia a la que visita en 1959, en donde los indicadores de crecimiento en ese momento planteaban un proceso autogestivo que sería algo así como el capitalismo empresarial con distribución socialista de las ganancias. Y él señala que la competencia entre las empresas dedicadas a la producción de los mismos artículos va a introducir factores de desvirtuación, o sea que desvirtúan lo que presumiblemente sea el espíritu socialista. y esto es un planteo actual para la izquierda en términos de un proyecto político económico en nuestro país y en el mundo.
El socialismo económico sin la moral comunista a Guevara no le interesa. Lo dice así: “Luchamos contra la miseria pero al mismo tiempo luchamos contra la alienación.” Y dice: “si el comunismo descuida los hechos de conciencia, puede ser un método de repartición pero deja de ser una moral revolucionaria.”
No puede haber control del proceso productivo sin la toma de conciencia sobre el carácter colectivo del trabajo, ahí hay un punto nodal del pensamiento económico político revolucionario de Guevara. Y cito: “La palabra conciencia es subrayada -dice Guevara en 1964- por considerarla básica en el planteamiento del problema. Marx pensaba en la liberación del hombre y veía el comunismo como la solución de las contradicciones que produjeron su enajenación, pero como un acto consciente. El hombre es el actor consciente de la historia y sin esa conciencia que engloba la de su ser social no puede haber comunismo.”
Guevara se manifiesta con dichos y hechos en línea con que el análisis económico del capital no nos puede hacer olvidar que son les hombres y mujeres quienes hacen la historia, y que si el supuesto “crecimiento constante de las necesidades” sucede bajo los patrones del consumismo que genera el capitalismo la carrera del desarrollo está perdida de antemano para el socialismo.
Por lo que hay que librar batallas ideológicas y culturales que hagan prevalecer una actitud ante el consumo muy diferente -por opuesta- a la que reina en el capitalismo. Es justamente ese territorio, en el plano ideológico, donde se libra la batalla indispensable para la transformación social del proyecto civilizatorio alternativo. Guevara entendió que ese era uno de los principales problemas que enfrentaba la conformación de un proyecto alternativo al capitalismo y dio esa discusión con honestidad y sin concesiones. (Imperdible la transcripción que nos acerca Germán Pinazo de la respuesta de Guevara a un periodista cubano que lo estaba entrevistando).
¿Eso es ser “idealista”? Pinazo responde a través de toda su obra con la correcta lectura que hace de los dichos y hechos de Guevara que nos interpelan hoy, en el qué hacer y cómo hacerlo. Pinazo pone a Guevara en contexto para resumir, desde el inicio, -y cito- que “Guevara, entonces, es correctamente identificado como un pensador utópico. Pero no en un sentido peyorativo (…). Es un intelectual que imagina -y trabaja en pos de- una realidad que no existe. Si es la antítesis de un gestor de lo posible es justamente porque comprende que para que el proyecto al que adscribe sea viable es necesario transformar la realidad en profundidad.”
Hoy sigue siendo válida la afirmación política respecto a que -aún en las condiciones globales tanto más complejas que las conocidas y percibidas por el revolucionario-, no hay economía alternativa posible sin una transformación ideológica radical. Pinazo así lo define y asume. Y cito: “No es un problema moral ni utópico. Es pragmatismo de primer orden” -más allá del desafío de repensar el terreno en el que puede y debe producirse esa transformación. Por eso los planteos de Guevara que cita a Marx en su crítica del Programa de Gotha nos interpelan en cuanto a que, si en la transición al socialismo, aceptamos la vigencia total de la ley del valor, ¿con qué parámetros calculamos el tiempo de trabajo socialmente necesario para reproducir la fuerza de trabajo? ¿Qué criterio vamos a utilizar para definir la canasta de bienes de uso y de consumo que son necesarios para reproducir las condiciones de vida de la población?
Coincido con el autor, en que “hay un problema político muy profundo que se relaciona con la contradicción de pretender construir una sociedad radicalmente distinta a la capitalista sobre la base de los mismos principios organizadores del trabajo social” y de la matriz de producción, distribución y consumo de bienes y sentido de la sociedad del capital. En ese sentido Pinazo advierte atinadamente que hoy -mucho más que las experiencias críticas de las que habló en el capítulo de la disolución de la URSS-, tenemos -y cito- “una dimensión subjetiva vinculada al deseo en los procesos de formación de identidades políticas a la cual es necesario prestarle mucha atención.” De allí que este libro sobre Guevara que nos ofrece Germán Pinazo es un elemento vivo por vital y su lectura encierra la oportunidad justa, el mérito fundado y la conveniencia política necesaria para el debate hacia la acción.
Sólo para recordar, ayer nomás, en la Argentina de los ‘70, cantábamos “hay que dar vuelta el tiempo como la taba, que el que no cambia todo no cambia nada”…
[1] Esta nota contiene la transcripción de los dichos de la autora en su presentación del referido libro en la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas (FISYP), a lo que la autora incorpora dos párrafos que no fueron expuestos en su alocución.