Barreda y los límites del dolor
10Jul23El criminólogo noruego Nills Christie (fallecido en 2015) denunciaba en “Los límites del dolor”: “la imposición de un castigo dentro del marco de la ley significa causar dolor, dolor deliberado. Ésta es una actividad que frecuentemente está en desacuerdo con los valores estimados, como la bondad y el perdón. Para reconciliar estas incompatibilidades, suelen hacerse intentos por esconder el carácter básico del castigo; y en los casos en que no es posible ocultarlo, se da toda clase de razones para la imposición intencional del dolor (…). Los intentos por cambiar al infractor de la ley crean problemas de justicia. Los intentos de infligir sólo una pena justa crean sistemas rígidos, insensibles a las necesidades individuales. Es como si las sociedades, en su lucha con las teorías y prácticas penales, vacilaran entre intentos por resolver algunos dilemas insolubles (…). Causamos dolor intencionalmente. Pero no nos agrada hacerlo. Nuestra elección de palabras neutralizantes nos engaña; la fría forma en que describen los profesores de derecho las cualidades del sufrimiento deliberado indica lo mismo. No nos agrada hacerlo porque causar dolor intencionalmente discrepa gravemente de otras actividades básicas de nuestra sociedad.”
Con este marco de referencia, haremos algunas reflexiones sobre los dilemas insolubles que plantea un paradigmático caso de violencia de género.
Barreda es despreciable. No sólo mató a su esposa y a su suegra. Cometió el que, probablemente, sea el más abyecto de los crímenes: matar a sus propias hijas. Despreciable por donde se lo mire. Inexplicable. Injustificable. Inentendible.
Veinte años después (día más, día menos), Barreda volvió a ser noticia porque, judicialmente, se resolvió que ya había cumplido enteramente su condena. Y por una foto patética, de un viejo senil, en la sala de espera de un hospital público.
Metimos en cana a un asesino, y sacamos a un viejo senil. ¿Ese viejo senil es el asesino que vació su escopeta contra cuatro mujeres? ¿Es la misma persona?
Nadie debería rasgarse las vestiduras por el enésimo ejemplo (y van…) de la falsedad del discurso “re”, que pretende justificar a la cárcel porque “resocializa”, “reinserta”, “readapta”, “reeduca”, “rehabilita” (como si un delincuente no estuviera ya socializado, insertado, adaptado, educado o habilitado, pero de analizar eso ya se ha ocupado gente que realmente sabe).
Si el fiscal investiga y acusa representando a la sociedad; si los jueces juzgan y –en su caso- condenan como representantes del pueblo; a Barreda lo metimos preso (y bien preso estuvo) en interés de la sociedad. No para resocializarlo, reinsertarlo, readaptarlo, reeducarlo o rehabilitarlo; sino, lisa y llanamente, para castigarlo.
Eso, y no otra cosa, es la cárcel: castigo. No es retribución por su culpabilidad, ni tratamiento “re”. Ni siquiera es un medio para sacar de circulación (aunque sea por un tiempo) a los “inadaptados”. Es puro castigo. Castigo absoluto, total, permanente, físico, psíquico, espiritual, económico, moral.
Quizás esté bien que se castigue a quien hace algo prohibido. Quizás sea lo correcto. Pero no llego a entender dónde está el beneficio de meter en cana a un asesino, y sacar a un viejo senil.
Barreda es despreciable, y saber que pasó veinte años en cana por lo que hizo tiene cierto sabor a justicia. Lo que no veo cómo cuadra en ese concepto es el hecho de que haya entrado un asesino, y salido un viejo senil.
Barreda es el caso más notorio, pero el mundo penitenciario está lleno de casos en los que entran chorros, y salen enfermos de SIDA; o entran punteros narcos y salen tuberculosos; o, sencillamente, entran vivos y salen muertos (la tasa de mortalidad entre los presos es escandalosamente superior a la tasa de mortalidad extramuros).
Barreda es despreciable por donde se lo mire. Pero metimos en cana a un asesino, y sacamos a un viejo senil. No a un arrepentido, o a un “resocializado”. Ni siquiera a un castigado. Da la impresión de que, en estos 20 años, algo no se hizo bien. Da la impresión de que, en ningún caso, algo no se hace bien. Quizás la propia cárcel sea lo que no se hizo bien.
Darío Jumanisol
Imagen: Infobae