Pescando en la pecera

Pescando en la pecera

22Ago23 0 Por Guillermo Cieza

El anuncio de Javier Milei que nombraría a Mauricio Macri como embajador plenipotenciario, compite con la propuesta de Sergio Massa de convocar a radicales y “peronistas del Pro”. La mayoría de los candidatos que andan con la caña, juntando votos, disputan en la pecera de la derecha.

En la mayoría de los países de Nuestramérica, sectores populares, marginados y sumergidos en la pobreza abandonaron el abstencionismo electoral para garantizar el triunfo de gobiernos progresistas. Sucedió en Colombia, México, Honduras, Guatemala, Bolivia, Ecuador y Chile.

A contrapelo de esta tendencia, en la Argentina las fuerzas que tienen chances de acceder a la presidencia buscan votos por derecha, convencidos de que estas ideas han ganado la batalla ideológica.

En el mundo se advierte un tránsito de la hegemonía unipolar de Estados Unidos hacia nuevas formas de multipolaridad, que se manifiestan en el surgimiento de otras potencias capitalistas, una mayor autonomía de los países y cambios en Medio Oriente, en Africa, en Asia y en la propia América Latina.

Sin considerar esa tendencia, las fuerzas con chances de ganar las elecciones en nuestro país, se manifiestan a favor de volver las relaciones carnales con Estados Unidos, que promovió el menemismo.

El Peronismo se identifica como un movimiento popular, donde la mayoría de sus votantes apoyan la intervención del Estado, la distribución del ingreso y una política internacional independiente. Ha expresado una vocación aliancista que lo lleva a sumar socios minoritarios para aumentar sus chances electorales. Esta vocación se justifica con la frase de Irigoyen, retomada por Peron: “Para hacer un rancho, hasta la bosta es necesaria”. Lo que no se entiende, es la decisión de poner a conducir a la bosta. Sus últimos tres candidatos a presidentes: Scioli, Fernández y Massa, no son dueños de grandes caudales de votos, ni pueden ser identificados como nacionales y populares.

Resulta evidente que la izquierda expresada electoralmente en el FIT- U, ha conseguido retener un número de votos suficientes para superar las PASO, pero no a sido capaz de generar una esperanza transformadora. Esa izquierda es mucho más que una alianza electoral de partidos de origen troskista, pero no ha ido más allá de pescar los votos de su propia pecera.

Sin embargo, despejado el panorama político después de las PASO, la izquierda tendrá en octubre una nueva oportunidad. Va a enfrentar a cuatro candidatos que coinciden en seguir pagándole al FMI, continuar las políticas de ajuste a los trabajadores y al 80% de la población, alinearse internacionalmente con Estados Unidos y profundizar las políticas extractivistas.

La izquierda tiene una gran posibilidad de crecer en aguas populares, empezando por el 30% de los que no fueron a votar, a quienes tendrá que convencerlos de que hay otro futuro posible si se cambian las apuestas.

Myriam Bregman es una muy buena candidata, que ha demostrado capacidad de hacer política y arriesgar, interpelando a sectores populares que no se identifican como “de izquierda”, pero que reciben de lleno los golpes del ajuste. Tiene volumen intelectual para evadirse de los cepos conservadores que le imponen estructuras partidarias, que no superan la decisión de resistir el temporal de la derecha y de retener los votos de los convencidos.

Si algo nos enseña la realidad argentina es que no podemos aferrarnos a pronósticos fatalistas. Hay millones de argentinos y argentinas que desde hace años están en una búsqueda de tiempos más felices, cabalgando entre decepción y decepción. Mientras cuatro candidatos siguen pescando en la pecera de la derecha, la izquierda no debe actuar en espejo. Tiene que superar el pánico escénico y animarse a jugar en los grandes espectáculos de la política. A la izquierda no puede reprochársele, que no pone el cuerpo en la calle, o que no es coherente en sus posturas.

El piso de su ambición debe ser meter más diputados en el congreso, pero debe ir por todo.  Nuestro pueblo tiene una cultura política que no se entusiasma con proyectos chicos y sin vocación de poder.