La mala leche

La mala leche

27Ago23 0 Por Guillermo Cieza

La decisión de un supermercado platense que dejar de comprar productos de La Serenísima por sus precios excesivos, se viralizó y la medida se extendió a miles de comercios de la Provincia de Buenos Aires. La historia de la Serenísima es una buena metáfora de la industria nacional.

Quien prendió la primera chispa fue el Supermercado “La Amistad”, que pertenece a una cooperativa de trabajo, muy conocido en La Plata por su voluminosa clientela y sus precios populares. Colocó un cartel en la góndola de los productos lácteos que comunicaba su decisión de suspender la adquisición de productos de la Serenísima por “un importante alza en sus precios y quitas de promociones y descuentos”. Miles de negocios se sumaron al boicot al que adhirieron la la Cámara Provincial de Supermercados y Autoservicios de la provincia de Buenos Aires (CAPSA) y la Confederación Económica de la Provincia (CEPBA).

La decisión de La Serenísima fue quitar los beneficios y descuentos a los comerciantes, que estos utilizaban para abaratar el precio final. La postura de la empresa que tiene una posición dominante en el mercado de lácteos, le mete nafta al proceso inflacionario porque afecta a productos de primera necesidad.

La forma en que la Serenìsima obtuvo esa posición dominante en el mercado, merece ser recordado.

Pero empecemos por el principio. La SerenÍsima fue fundada por Antonino Mastellone y Teresa Aiello en 1929, en la localidad de General Rodríguez, El nombre de “la Serenísima” esta asociada a fascismo italiano. Asì se llamaba el famoso escuadrón 87, comandado por Gabriele D’Annunzio, considerado como “el poeta del fascismo”. Y también la policía secreta de Mussolini.

Comenzó como una fábrica de muzarella, ricota y provolone. En 1935 compraron su primer camión y empezaron a repartir sus productos en municipios vecinos y llegar a la zona sur de la ciudad de Buenos Aires. Habían comenzado a comercializar leche en botellas, pero en 1968 lanzan la leche en sachet y tres años después crean la primera fábrica de leche en polvo.

Pero el gran salto lo dieron durante el gobierno de Menen. El caudillo riojano promovió por un lado el ingreso de capitales extranjeros, lo que les permitió una asociación con la multinacional Danone. Y por otro lado, aprobó una normativa para la elaboración de leche y productos lácteos con altas exigencias, que obligaba a realizar grandes inversiones de capital. Las dos únicas empresas que estaban en condiciones de cumplir esos requisitos fueron Sancor y La Serenísima. De esa forma, eliminaron a cientos de usinas lácteas que tuvieron que cerrar y se sacaron de encima la competencia. Se generó un acelerado proceso de concentración de la producción y elaboración y el mercado quedó monopolizado por San Cor y La Serenísima. Las empresas se dividieron áreas de influencia y pudieron fijar el precio de la leche que le pagan a los tamberos y los precios que tenemos que pagar los consumidores por sus productos. El costo del salto tecnológico, le generó deudas a la familia Mastellone que fue cediendo a la multinacional Danone acciones en distintas etapas y después provocaron la incorporación de Arcor y Bagley. En la actualidad el accionista principal es la multinacional de origen francés Danone, con sede en Paris, que tiene el 44% de las acciones de La Serenísima y el 60% de Bagley. La familia Mastellone sigue teniendo acciones, pero ha sido apartada de las decisiones ejecutivas por sus socios multinacionales. La orientación de las ventas de los productos de la empresa también ha cambiado. Los Mastellone apuntaban al mercado interno. A los nuevos dueños les interesa más la exportación, que hacen en leche en polvo. Hoy, la tercera parte de la producción total se va a el exterior.

La historia de la Serenísima es una metáfora de nuestra industria nacional. El capital nativo se transforma en multinacional, proveedores de materias primas y consumidores quedan a merced de empresas que monopolizan el mercado, las decisiones económicas sobre la empresa se empiezan a tomar fuera del país, se privilegia la exportación sobre el consumo interno. Los salarios de los trabajadores, son cada vez más un costo para la lógica empresarial y cada vez menos un aliciente para alentar el consumo interno.

La decisión de los comercios de suspender la compra de productos de la Serenísima es importante, pero el mayor peso lo tienen los consumidores. Si el boicot se extiende a las personas de a pie que nos negamos a comprar esa marca hasta que bajen los precios, la medida puede tener fuerte impacto.