¿Se trata de Milei?
30Ago23Un libro de muy reciente publicación acerca información en torno a la vida y la breve carrera política del flamante triunfador de las PASO. Sin grandes pretensiones, su lectura puede ser un estímulo para la reflexión.
Juan Luis González.
El Loco: La vida desconocida de Javier Milei y su irrupción en la política argentina.
1ª edición. Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Planeta, 2023.
240 páginas.

Difícil imaginar una lectura hoy más oportuna que un libro sobre Javier Milei, unas pocas semanas después de su inesperado primer puesto en las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO), en la que se dirimieron las precandidaturas a presidente de la Nación.
No se le pidan a esta obra análisis políticos de gran complejidad o el despliegue de herramientas teóricas sofisticadas. Se trata de una biografía, algo heterodoxa, sobre quien ha resultado el personaje más saliente de la política argentina en el último par de años.
En el libro se encuentran un conjunto de pequeñas historias que pueden contribuir a la mejor comprensión del personaje que compone y del desmesurado éxito que ha obtenido hasta el momento.
Algunas ya son conocidas y están pasando a formar parte de un “folklore” en torno a la figura del economista que se proclama libertario y ha sabido captar a millones de personas para sus ideas, o al menos para la devoción hacia su persona.
Allí están los perros clonados, precedidos por el can llamado Conan, con el que Milei sigue comunicándose aunque haya muerto hace tiempo. También nos encontramos con su compleja relación con la hermana, Karina, a la que le asigna la superioridad del profeta (Moisés) en relación con el divulgador (Aarón) con el que se identifica.
Aparece asimismo su recorrido de paulatino y difícil ascenso, desde el niño y adolescente maltratado por el padre o víctima de bullyng de parte de sus compañeros, solitario, casi sin amigos, sin otro “cable a tierra” que la protección que le brinda su hermana. Hasta llegar al economista joven que trabaja en el grupo Eurnekian, es lanzado a los medios de comunicación por su empleador y a partir de allí se labra un lugar como personaje público.
El “león”, el capital, los medios, la “casta”.
El conocimiento de su vínculo con Eduardo Eurnekian, hombre del cogollo mismo del poder económico y comunicacional de nuestro país, es fundamental. El “león” no se inventó a sí mismo, ni surgió de una serie de circunstancias más o menos azarosas. Empezó a colocarlo allí uno de los hombres más poderosos de Argentina, que era además su empleador.
Que el personaje haya llegado a alturas que ni su propio mentor previó no invalida la certeza de que no es un mero marginal, sino una criatura política impulsada a un sitial de privilegio desde las entrañas del gran capital local.
La televisión multiplicó sus apariciones, las redes sociales aportaron otros formatos, el histrionismo y la violencia verbal del personaje realzaron su atractivo para un público de adeptos en expansión.
Una de las líneas que surca el libro en la mayor parte de su recorrido es la desmitificación del apego del economista a su postura “anticasta”. Lo pinta como lanzado a la conquista de espacios de poder, influido por un entorno tan reducido como desaprensivo, sin reparar en el quiebre de viejas amistades ni en el establecimiento de otras nuevas, más que dudosas.
Así nos encontramos con que el líder de “La Libertad Avanza” ha roto con un entrañable amigo, como Diego Giacomini, para privilegiar la transitoria alianza con José Luis Espert. Y quebró lanzas con Carlos Maslatón, un capitoste del liberalismo argentino desde la década de 1980.
O le quitó apoyos y espacio a cultores de las ideas ultraliberales, jóvenes, en apariencia desinteresados, con apasionada militancia. Esto último para tejer acuerdos con representantes de tercera o cuarta fila de la detestada “casta”, con la condición de que aportaran dinero o algún partido “sello de goma” que facilitara alguna presentación electoral.
Nada de esto perturbó la conciencia del dirigente, despreocupado de su purismo ideológico a la hora de contar con beneficios concretos. Más aún, el montaje de variados y exitosos sistemas para la obtención de cuantiosos fondos lo exhiben como alguien que ha obtenido importantes ganancias financieras merced a su profesionalización en la política.
Desde la venta de asientos para cenas compartidas con el dirigente, hasta la subasta de lugares en las listas, fueron puestos al servicio de la financiación de campañas políticas pero también del bolsillo del flamante líder. González destaca más de una vez su paso desde un modesto departamento en un barrio de clase media a una amplia residencia en una zona exclusiva. De un solo traje muy usado a un vestuario variado y sofisticado.
Milei se hallaría incurso en una de las conductas icónicas de la llamada “casta”: La actividad política profesionalizada como sendero para el enriquecimiento personal.
Esas actitudes delinean el perfil de un hombre con una faceta pragmática e inescrupulosa. La que no sólo se despliega en el plano político sino también en la actividad privada. En este último campo el autor expone al diputado nacional como a un plagiario, incurso repetidas veces en la repetición hasta en puntos y comas de los textos de otros autores, sin cita o referencia alguna. La contradicción resulta flagrante: Un entusiasta tan vivaz de la propiedad privada no duda en avasallar su vertiente de propiedad intelectual en beneficio propio.
Pero puede ahondarse más. El rendido admirador de Murray Rothbard, Ludwig Von Mises o Freidrich Hayek está dispuesto a privar a quienes considera sus maestros del merecido reconocimiento, para “vestirse” con sus ideas, haciéndolas pasar como propias. El rigor intelectual que se atribuye, y la pretensión de identificarse con sus mentores, quedan más que deslucidos frente a esa apropiación indebida.
La violencia como hábito.
Otro costado recorrido por el libro es el de la fuerte carga de violencia que alberga y exterioriza el dirigente. Su forma de entender cualquier debate como aniquilación, por lo menos simbólica, del adversario. Su ira incontrolada ante el primer cuestionamiento o intento de refutación.
Una vertiente explicativa de esas actitudes es que sea una de las exteriorizaciones de un marcado desequilibrio emocional. Otra, reproducida en el libro a través de la mirada de algún analista político, es que el líder “libertario” forma parte de un ascenso de la violencia en los políticos de derecha, que se amplía y profundiza mucho más allá de su persona.
Patricia Bullrich, Espert, Fernando Iglesias, incluso Mauricio Macri, invocan el uso de la fuerza contra el supuesto enemigo, aún a costa de la vida del oponente. “La república para nosotros, los republicanos. Los demás afuera o bajo tierra”, podría ser una consigna para esa iracundia que va mucho más allá de los “ultras”.
Ocupa un lugar en la biografía la rebelión contra las medidas preventivas del período pandémico, en particular el “encierro” de la cuarentena. Allí se hizo patente una línea maestra del pensamiento libertario: Ninguna motivación solidaria, ningún propósito colectivo, pueden justificar ni en un ápice que se pongan restricciones a la libertad personal.
“¡Viva la libertad, carajo!”, el grito de guerra de Milei y sus partidarios, implica esa reivindicación de la potencia individual sin la menor cortapisa. Hacer lo que se quiera, decir lo que el capricho dicte. Sin sometimiento a la corrección política, ni lenguaje inclusivo ni consignas feministas. Sólo la libérrima voluntad de los “leones” del liberalismo. Dispuestos a destruir a la noción misma de “sociedad”, en beneficio de los individuos o a lo sumo de la familia nuclear.
Del mundo en general, de Argentina en particular.
El fenómeno “libertario” responde a un proceso de alcance mundial, en el que se inscriben el trumpismo, el bolsonarismo o quienes apoyan a Giorgia Meloni. Y que responde a la lógica caníbal que toma cada vez más el dominio del capital, que tiende a deglutirse las conquistas democráticas de larga o reciente data mientras somete la entera vida humana y el desenvolvimiento de la naturaleza a su fiebre por las ganancias.
Pero tiene un indudable asiento local. El país de las desigualdades flagrantes y en aumento, la inflación descontrolada y la dirigencia política instalada en la sensualidad del poder mientras las condiciones de vida y de trabajo de la mayoría se desmoronan, son el mejor espacio para el crecimiento de políticos irresponsables.
La sociedad argentina vive un momento dramático, mensurable casi a partir de cualquier dimensión, desde el crecimiento de la pobreza y la precarización hasta el declive de la educación y la salud públicas. El desgaste y la degradación del sistema representativo ocupa un lugar destacado en ese derrumbe. Candidaturas y conducciones partidarias caen con frecuencia creciente en manos de políticos de escasas dotes intelectuales y estatura moral reducida.
Milei ha tenido la suficiente audacia para presentarse como el hombre destinado a demoler ese orden perverso, perjudicial para casi todos lxs argentinxs. Y ha contado con la escasez de escrúpulos requerida para hacerse un lugar de relevancia en el mismo sistema político mercantilizado y egoísta al que dice detestar.
Hoy la sociedad argentina se enfrenta con la probable perspectiva de que el líder “libertario” se convierta en presidente. El apóstol del “ultraliberalismo”, se haga o no realidad ese presagio, es ya un exponente de hasta dónde puede llegar el desparpajo del empresariado y de los medios de comunicación a la hora de procurar sus “soluciones” para la crisis argentina.
La respuesta desde quienes buscamos una sociedad justa e igualitaria no puede radicar en el puro espanto. Ni orientarse a la ira contra quienes lo votaron y votarán. Tampoco llevar a la actitud de guarecerse detrás de cualquier exponente de apariencia más “civilizada” que se halle al servicio de parecidos intereses e ideas.
Esta situación de crisis puede ser la ocasión para mostrar que la audacia no es patrimonio de la derecha. Y poner de manifiesto que la “rebeldía” impostada puede contrarrestarse con una contestación genuina. La que sí cuestione las bases mismas del sistema social y no sólo las mañas de una dirigencia política que es socia menor del poder económico, social y cultural. El mismo que la derecha extrema se exime de denunciar porque en buena parte emana del mismo.
El lugar del inconformismo debe girar nuevamente hacia la izquierda. Para ello se necesita, entre muchos otros elementos, construir un enfoque crítico y riguroso de un fenómeno como el de Milei, encuadrándolo como parte de un sistema de dominación y explotación al que nos enfrentaremos ahora y en los próximos años, en el país y en el mundo.
Si se la anima con esa mirada, la lectura de este libro puede ser un instrumento útil a la hora de plantar cara a la extrema derecha, con voluntad de triunfo y no con ánimo de retroceso.
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