Cuarto oscuro
21Oct23El hombre llegó a la escuela acechado por una rara incertidumbre. Nunca le había pasado.
Había salido de su casa con la decisión tomada de que votaría al que iba a podrir todo, al más gritón y delirante. Porque piensa que, si su vida es un caos, lo mejor es que se vaya todo al carajo. Repasa las propuestas del exaltado, disfruta las consignas, pero después se asusta un poco. Al fin de cuentas se conformaría con menos. Que aflojen con las miradas, que le saquen la etiqueta de fracasado. Que los bolitas no se compren camionetas 0 km. Que los políticos contraten gatos que no hagan ostentación por internet.
A lo mejor, la Vieja. No puede dejar de tener cierta empatía con esa mujer. Se le traba la lengua, tiene la mirada un poco perdida. Por un momento le recuerda cuando volvía del boliche a las tres de la mañana golpeando puertas y poniendo cara de enojo, para que no hubiera reclamos. Esa mujer es una milica capaz de matar, lo ha demostrado, pero asusta menos que el gritón. Su campaña es como una goma pinchada que no levanta, ni aunque le arrimen cien infladores. Y ahora la subieron a un barco donde todos se rajan. Los que no la quieren, dicen que estuvo detrás del atentado donde no salió la bala. Eso es imperdonable.
Le queda Ventaja. Lo seducen su total falta de escrúpulos. No es un político, es un vendedor falluto de autos usados con cara de piedra. Es el personaje que cuando regresas al negocio para reclamar que la joya que te vendió no llegó ni a la esquina, te recibe con una palmada y una sonrisa, diciéndote: – La crisis es una oportunidad. Hoy tengo para venderte… Y no sabés si matarlo, o volverte con lo que te da. Que es una porquería, pero al menos tu familia tardará unos días en darse cuenta que te volvieron a estafar. Y esa noche, al menos esa noche, podrán festejar algo y molestar con la bocina a los vecinos fachos y gorilas.
Los otros no cuentan. El cordobés es un encantador de serpientes. Podría ganarse la vida vendiendo alfajores regionales en una feria. No mucho más.
Le gusta la Rusa, es la mejor, pero la izquierda tiene menos votos que Robledo Puch. Algo pasa con la Rusa, que no entiende. Es como un barrilete que retienen con el piolín corto, no la dejan volar.
El hombre entra al cuarto oscuro y todavía no está decidido.
Pasados diez minutos una fiscal lo codea al Presidente de Mesa, porque el hombre no ha salido. ”¿Se habrá descompuesto?”, comenta interesada la fiscal, dando un argumento para golpearle la puerta. El hombre no contesta. A los quince minutos, resuelven irrumpir en el cuarto escuro. El hombre está acostado en el suelo, boca arriba y antes que puedan preguntarle por su salud, les aclara molesto: – Estoy pensando.
Ha pasado media hora sin novedad y para desesperación de los fiscales la cola de los potenciales votantes empieza a ralearse. El Presidente de Mesa siente la presión de muchas miradas que lo acosan. Ha releído las instrucciones para su cargo y no ha encontrado ninguna mención al tiempo máximo que un votante puede permanecer en el cuarto oscuro. Las propuestas de los fiscales no lo convencen. Unos sugieren sacar al hombre a patadas, otros sobornarlo con los sándwiches del mediodía y la fiscal asegura que bastará con recordarle sus deberes ciudadanos.
Al final, se resuelve consultar a todos los fiscales generales, a la directora de la Escuela y al teniente a cargo de la custodia del orden público en el centro de votación. Forman una comisión e irrumpen en el cuarto oscuro. El hombre no ha abandonado su posición horizontal, pero ahora ni siquiera se molesta en dar explicaciones. En el preciso instante en que el teniente a cargo se dispone a darle una orden perentoria para que se levante y deje de interrumpir el proceso electoral, la fiscal advierte que han desaparecido todas las boletas. Lo revisan compulsivamente, pero no encuentran nada en sus bolsillos. Apenas una estampita de San Cayetano, una billetera vacía y el carnet de socio de Gimnasia y Esgrima de La Plata. La sospecha que se comió todas las boletas, obligan a un llamado urgente al SAME, que contesta al toque, indicando que no lo muevan.
Ha pasado otra media hora, y el hombre sigue ahí, acostado en el suelo, pensando. Pero ahora protegido por una recomendación médica.
Los pocos que quedaron en la fila pudieron votar porque, después de una prolongada reunión, la directora accedió a abrir otra aula y se habilitó otro cuarto oscuro.
A pesar de las dificultades el comicio cerró en la Escuela a las 18 horas, como marca la ley. Se procedió al recuento de los votos. Las autoridades electorales y los fiscales se fueron a sus casas.
A las 19,30 la portera, que quedó para limpiar las aulas, encontró al hombre tirado en el suelo, empapado por su propio vómito. Lo ayudó a reincorporarse y lo acompaño al baño.
Mientras se higienizaba, le preparó un café fuerte.
El hombre agradeció con un gesto, se tomó el café y se fue sin decir palabra.
Triste pero refleja lo que sienten muchos.