Escribo para desahogar
22Oct23Un intento fugaz de conectar con los demás, en la víspera electoral de una realidad rota.
“No la he encontrado todavía aquella escritura que libera…”
NAJWAN DARWISH (poeta palestino, una humilde reivindicación ante el genocidio sionista)
Este texto no tiene la intención de quedar bien con todo el mundo. Más bien diría todo lo contrario. Este texto tiene la intención de hacer enojar a la mayoría que lo lea. Escribo desde la derrota. Y eso me obliga a suponerme superado, vapuleado por el enemigo.
Mi derrota es política y es tan mía como colectiva: es un derrota individual (al borde de estar quebrado y aislado como militante en la intimidad de una familia, en la lucha laboral cotidiana y no mucho más. Pero es sobre todo una derrota social, comunitaria, colectiva de mucha gente. Es la derrota de quienes supimos (¿y sabemos?) soñar con un mundo opuesto al individualismo mercenario del liberalismo capitalista.
Esta derrota no es electoral, no es cuantificable en tres o cuatro legisladores más, en sacar un 3% o un 6% de los votos. Es una derrota más profunda, más hiriente, que lleva a suponer y entender que aquellas cosas de las que hablamos y aquellos sueños que anhelamos suponen delirio e incomprensión para la enorme mayoría de la clase obrera. Hoy hay millones de personas enfrentadas a la necedad de elegir el verdugo menos malo, o peor aun, elegir creyendo que alguno de los candidatos puede (y le interesa) cambiar esta realidad precaria, violenta e insoportable.
La derrota no estará definida a las 21hs cuando se supone que empezaremos a saber los resultados, esta derrota colectiva antecede el proceso electoral, el cual solamente pareciera venir a materializar una decadencia ya consumida. Hoy en día lo hegemónico en la conciencia popular es asumir que esta tiranía del capital es el único desastre al que podemos aspirar, y quizás el mejor sueño sea encontrarle un buen administrador a la miseria.
Se que me leerán compañerxs que muy rápido me tildarán de quebrado y pesimista, de desbordado emocional que se entrega a la derrota. Quizás lo sea no voy a salir a debatirlo, pero quizás algo de lo que escriba merezca alguna reflexión más profunda. ¿Puede un laburante joven hiper explotado y precarizado por Uber o Rappi salir a defender que “el problema es la emisión de esa moneda que es la moneda de los políticos argentinos” o un colectivero decir “así no se puede quien va a invertir en este país con 148 impuestos”? Si pueden. Lo hacen convencidos de que el problema está, como demostrarían Neustad y Menem hace más de 30 años en TV, que si se llenan las copas de arriba derraman para las de abajo. Fallida imagen de un país que caminó a la quiebra y ahora bordea el mismo desfiladero.
¿Entonces los progresperonistas tenían razón? Pucha si el 12% de inflación mensual es tener razón, prefiero estar equivocado. En este bendito país la chocaron todos, o casi todos, Falta que la choque un ultraliberal fachistoide y desequilibrado (el menemismo era un montón de cosas pero no era eso) y el trotskismo, los primeros andan cerca los segundos cada vez más lejos.
Las horas me pesan porque mi vida laboral es inestable, mi realidad económica está pendiente de un hilo, las deudas se acumulan y romperse el lomo por billetes que a las pocas horas compran menos comida que antes, es de una angustia y una bronca intolerable. Pero la tolero, como nos guste o no, la tolera muy pacíficamente la enorme mayoría de una clase obrera, que décadas atrás armaba tremendos quilombos por mucho menos.
Nos han sabido limar los colmillos, nos han cortado las garras, mientras los limpiaban el pelo y nos hacían creer que asustaban nuestros ladridos. Sucios, reos y callejeros olíamos más feo pero estábamos menos domesticados. Paradoja de un reflejo atávico, si miramos feo aun se asustan. Deberíamos recordarlo y no tenerles tanto miedo.
El domingo ya está entre nosotros y algo así como el 70 y pico del padrón habilitado a votar (ojo no el 70 y pico de la población total del país) seguramente hoy modifique su rutina para ir hasta la escuela asignada por el Estado, haga una fila, enfrente esa barrera de tiro libre que suelen ser fiscales y jueces de mesa, entre al cuarto oscuro con el sobre vacío y frente a las boletas tome una decisión. Los porcentajes finales dirán de las millones de personas que estuvimos paradas en ese instante cuántas definimos por cada cosa. Veremos a la noche qué tal nos va.
No soy amigo del “todo igualismo” o la zoncera intelectual de creer que nada cambia (cualquiera que por anarquismo, desinterés o lo que sea no vaya a votar porque lo considera una idiotez que no cambia nada, ya tiene en su propia idea el argumento más sólido para desechar todas y cada una de las palabras escritas en esta nota) cuando en el país se movilizan millones de personas para dar una opinión política. No da igual qué definamos en ese instante, que no es un instante “individual”, sino un momento social, histórico y colectivo en dónde una infinidad de cosas que nos vienen influyendo desde que nacimos harán tomarnos una decisión.
Este cronista sabe que hoy irá a votar, sabe que ninguna opción lo convence ni conmueve ni lo hace creer convencido de su aporte a nada, más allá que por cercanía, afinidad ideológica y admiración personal sea Myriam Bregman la única esperanza que arrime alguna simpatía. Pero tengo bien claro que hay dos opciones que jamás votaría: ni Bullrich ni Milei pueden significar nada bueno para nuestra clase. Ojo Massa tampoco, pero es un enemigo al que aspiramos (después habrá que ver si nuestras aspiraciones son cercanas a nuestras concreciones) a pelearle en condiciones menos fascistas, menos represivas.
Escribo para romper el aislamiento mental y material que vengo atravesando, escribo porque mis compañerxs de este hermoso proyecto llamado Tramas tiene la amabilidad de no haberme pedido que me vaya en silencio y sin molestar. Escribo porque vivo mi vida cotidiana rodeado de tensiones, preocupaciones y cuentas que ajustan otras cuentas. Pero nada de eso me hace olvidar, siquiera por un segundo, que en esta vida soy (y somos) porque existen ahí afuera otras personas, que la humanidad es tal porque es gregaria, sin eso no sería humanidad. Atados a la comunidad vivimos aunque los cantos de sirenas individuales nos moldeen para creer en otras cosas. Si llegaste hasta acá solo me queda decirte una cosa: yo no sé a quién vas a votar pero pensá muy bien en todos los demás cuando definas el destino de ese sobre.